En la inauguración de los trabajos de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, este miércoles 2 de octubre en el Aula Pablo VI, el Santo Padre expresó que “esta Asamblea, guiada por el Espíritu Santo, que «Doma el espíritu indómito, infunde calor de vida en el hielo, guía al que tuerce el sendero» (Secuencia de Pentecostés), deberá ofrecer su contribución para que se conforme una Iglesia sinodal en misión, que sepa salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales cuidando que se establezcan lazos con todos en Cristo nuestro Hermano y Señor”.
Tras el saludo del Presidente Delegado, el Cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado de México, en su alocución, el Papa citó un texto de San Macario de Alejandría, que, según aseguró, “podría resumir lo que sucede cuando se deja obrar al Espíritu Santo a partir del Bautismo, que nos genera a todos en igual dignidad”. “Las experiencias que describe nos permiten reconocer lo que ha sucedido en estos tres años, y cuanto podrá todavía suceder”, sostuvo el Papa.
El Espíritu Santo, guía segura
Francisco consideró que la reflexión de este autor espiritual “nos ayuda a comprender que el Espíritu Santo es una guía segura, y nuestra primera tarea es aprender a distinguir su voz, porque Él habla en todos y en todas las cosas”. “¿Nos ha permitido este proceso sinodal experimentar esto?”, preguntó.
Prosiguiendo sus reflexiones, Francisco afirmó:
Dios acoge a todos siempre
Francisco enfatizó que Dios acoge a todos siempre -"no lo olvidemos, todos, todos, todos"- y ofrece a todos “nuevas posibilidades de vida, hasta el último momento. Es por esto que nosotros debemos perdonar a todos siempre, conscientes que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonados”. En este sentido, aludió a la experiencia de la vigilia penitencial, celebrada el 1 de octubre en la Basílica de San Pedro, en la que se pidió perdón por los pecados cometidos. “Nos hemos alejado de la presunción de sentirnos mejores que los demás. ¿Nos ha ayudado a ser más humildes?”, planteó el Santo Padre.
Enseguida, comentó que la humildad es un don del Espíritu Santo, y retomando un pasaje de "La vida nueva", de Dante Alighieri, acotó que hay una humildad solidaria y compasiva. Se trata de aquella que está presente en “quien se siente hermano y hermana de todos, padeciendo el mismo dolor, y reconociendo en las heridas y en las llagas de cada uno, las heridas y las llagas de nuestro Señor”.
Estamos en camino, como “misericordiados”
Invitando a todos los miembros del Sínodo a meditar sobre el texto que les propuso y fue entregado a todos los participantes, en diversos idiomas, el Papa los animó a reconocer que la Iglesia “no puede caminar y renovarse sin el Espíritu Santo y sus sorpresas; sin dejarse modelar por las manos de Dios creador, del Hijo, Jesucristo, y del Espíritu Santo, como nos enseña san Irineo de Lyon”.
Francisco explicó que recorremos este camino "sabiendo que hemos sido llamados a reflejar la luz de nuestro sol, que es Cristo, como pálida luna que asume fiel y gozosamente la misión de ser para el mundo sacramento de aquella luz, que no brilla por nosotros mismos".