Akira Mizubayashi, el escritor que eligió su lengua y su patria

Foto: El escritor japonés Akira Mizubayashi. CATHERINE HÉLIE GALLIMARD

Autor japonés en lengua francesa, narra en ‘Elogio de la errancia’ su lucha contra el “esencialismo nacional” y la libertad moral de rebelarse contra una cultura

Por: Guillermo Altares

Babelia / EL PAÍS (ES)

A los 18 años, Akira Mizubayashi decidió convertirse en otra persona. Este escritor japonés en lengua francesa, que acaba de ser publicado por primera vez en español, quiso buscar su libertad a través no solo del aprendizaje de otro idioma, sino de una completa transformación cultural y personal. Narra esa experiencia en Breve elogio de la errancia (Gallo Nero, traducción de Mercedes Fernández Cuesta), un ensayo autobiográfico que es en realidad un manifiesto contra cualquier forma de nacionalismo. La errancia es para Mizubayashi la libertad de elegir. “Es la metáfora de la libertad individual”, explica desde Tokio en una conversación por correo electrónico. “Es la libertad de pasear sin rumbo, de ignorar las obligaciones impuestas por el orden establecido, por la cultura a la que pertenecemos, pero a la que no hemos elegido pertenecer”.

Mizubayashi (Sakata, 1951) vive en Tokio, aunque pasa largas temporadas en París, unos cuatro o cinco meses al año. Se ha convertido en un escritor importante y premiado en el mundo francófono, y sus libros, publicados en las inconfundibles portadas blancas de la prestigiosa Gallimard, están presentes en las mesas de novedades de las librerías parisinas. Edhasa tiene previsto editar su última novela, Âme brisée (Alma rota) en español, mientras que Gallo Nero pretende seguir con la publicación de sus ensayos, entre los que se encuentran Une langue venue d’ailleurs (Una lengua que viene de fuera), sobre su cambio de idioma, o Mélodie. Chronique d’une passion (Melodie, crónica de una pasión), sobre una perra fallecida, que recibió el premio literario 30 Millions d’Amis en 2013.

Breve elogio de la errancia mezcla los recuerdos de infancia y juventud con reflexiones sobre el cine de Akira Kurosawa y con una descripción de la sociedad japonesa y lo que su autor llama “la locura totalitaria sin fondo”, que en los años treinta llevó a su país al militarismo salvaje, a cometer todo tipo de masacres en Asia, a unirse en los nazis en la Segunda Mundial y, finalmente, a la derrota en medio de la destrucción total del país. Mizubayashi nació en la posguerra, cuando Japón se recuperaba económica y moralmente desde las ruinas, pero su padre sí vivió aquella época. La experiencia dictatorial y militarista japonesa le curó para siempre ante cualquier forma de nacionalismo, pero también le hizo convertirse en un extranjero en su propio país. A los 18 años, comenzó a estudiar francés y todo cambió.

“El deseo de lanzarse al aprendizaje de una lengua extranjera es el deseo de superar los límites de su propia lengua y, por consiguiente, del mundo que esa lengua construye de forma muy particular”, explica este escritor, extremadamente educado y cordial. “Es el deseo de alejarse de lo que es natal y natural. Es, en el fondo, el deseo de libertad. Cada lengua lleva un mundo en su interior, impone una forma de relacionarse con los demás; en este sentido es una especie de prisión de la que no podemos salir jamás porque, para bien o para mal, somos seres que hablan. El interés de conocer una lengua diferente a la nuestra reside en la posibilidad de salir, aunque solo sea momentáneamente, de la prisión de la lengua original y experimentar una forma diferente de relacionarse con los demás”.

Este escritor reconoce, sin embargo, que es imposible librarse totalmente de la lengua materna, de la cultura en la que nació y creció y con la que convive gran parte de su vida. Lo que cuenta su Breve elogio de la errancia va mucho más allá de Japón y de su propia experiencia. Este leve pero intenso libro amplía su mensaje universalista y a la vez individualista, leído en un momento de ascenso de los nacionalismos en Europa, en un mundo donde partidos que se agarran a las mismas pulsiones racistas y excluyentes que provocaron el desastre de los años treinta crecen a costa de los defensores de la democracia y la igualdad. “Para combatir el nacionalismo actual, los europeos solo tienen que reactivar la tradición universalista. Los derechos naturales fundamentales del individuo me parecen el pilar de la cultura política de Europa occidental”, señala. “Para los japoneses es más complicado porque no comparten la larga tradición europea que culminó con el nacimiento de las democracias modernas. En Japón, desgraciadamente, se debe insistir todavía en la primacía del individuo y de su libertad moral”.

Dicotomía Europa y Japón

Su ensayo, pero también sus novelas, están marcadas por esa dicotomía entre Europa y Japón, por la sensación de que incluso en pequeños detalles su país de nacimiento —que no de elección— no puede librarse de algunos reflejos del pasado. Se detiene, por ejemplo, en la palabra japonesa Okaerinasaï, que los viajeros se encuentran cuando aterrizan en Tokio en los pasillos del aeropuerto. Pero no significa “bienvenido”. “Se trata en efecto de una palabra exclusivamente reservada a un japonés, quien se supone que debe encontrar, tras una peregrinación más o menos peligrosa por el mundo exterior, reposo y serenidad en la gran familia nacional llamada nipona. Se trata de un sentimiento de alivio”, escribe en su libro.

También encuentra Mizubayashi el reflejo de esta visión cultural y social en el cine de Kurosawa, a través de películas como Sanjuro, Yojimbo o Los siete samuráis y sus historias de ronin, samuráis errantes y solitarios en los que encuentra “una reflexión exigente sobre la situación problemática del individuo en la sociedad japonesa posbélica”. “Creo que la obra de Kurosawa muestra que los japoneses no han logrado librarse de su Antiguo Régimen”, explica, “al contrario de los franceses que son herederos de la experiencia revolucionaria de 1789. Japón no es totalmente una sociedad civil, esto es, una sociedad de ciudadanos libres e iguales, una sociedad creada por la voluntad común de individuos unidos para garantizar las libertades individuales de cada uno”.

La obra de este errante es, en este sentido, un grito de libertad, una reivindicación de la capacidad, y posibilidad, de elegir un camino propio por encima del peso de la patria y de la familia, es un llamamiento a escoger sus propias ataduras y su propio mundo a través de una lengua de elección.

Consigue ‘Breve elogio de la errancia’

Autor: Akira Misubayashi
Editorial: Gallo Nero
Traductor: Mercedes Fernández Cuesta
Formato: 144 páginas. 16 euros.


Tomado del suplemento cultural Babelia del diario EL PAÍS (ES)