Amoris Laetitia: preparación para el matrimonio

 

Una buena preparación al matrimonio, al sacramento del Matrimonio, es fundamental para que las parejas tengan conciencia clara de lo que van a celebrar. En esta preparación hay que enseñar a los novios, en primer lugar, “las señales de peligro que podría tener la relación, para encontrar antes del casamiento recursos que permitan afrontarlas con éxito.

Lamentablemente, muchos llegan a las nupcias sin conocerse. Sólo se han distraído juntos, han hecho experiencias juntos, pero no han enfrentado el desafío de mostrarse a sí mismos y de aprender quién es en realidad el otro” (Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”, 210).

La Exhortación Apostólica “La alegría del amor” (Amoris laetitia) dedica un apartado a los novios dentro del contexto de la pastoral familiar y advierte que los novios a menudo están demasiado pendientes de la fiesta de la boda, en lugar de celebrar un sacramento que les unirá para toda la vida.

El papa Francisco advierte, como han dicho diversas conferencias episcopales, que cuando los novios deciden contraer el sacramento del Matrimonio, que es un “sacramento grande” (sacramentum magum) a menudo la gran preocupación de los novios no está en la ceremonia, sino en el banquete, en el lugar de celebración del Matrimonio (una capilla, una ermita, un santuario, una catedral), en los invitados, en la composición de las mesas, en la música que pondrán, en las flores, en las alfombras, en los adornos, etc., etc.).

9 Consejos del Papa Francisco para preparar la boda

1. No se concentren en las invitaciones, el vestido o la fiesta

El Papa pide no concentrarse en los innumerables detalles que consumen presupuesto y energías, porque llegarán cansados al casamiento en vez de dedicar sus mejores fuerzas a prepararse como pareja para este gran paso. “Esta mentalidad se refleja también en algunas uniones de hecho que nunca llegan al casamiento porque piensan en festejos demasiado costosos, en lugar de dar prioridad al amor mutuo y a su formalización ante los demás”.

2. Opten por un festejo austero y sencillo

Tengan “la valentía de ser diferentes” y no se dejen devorar “por la sociedad del consumo y de la apariencia”, pues lo que importa es el amor que los une, “fortalecido y santificado por la gracia”. Opten por un festejo austero y sencillo, para colocar el amor por encima de todo.

3. Lo más importante es el sacramento y el consentimiento

Prepárense para vivir con mucha hondura la celebración litúrgica y percibir el peso teológico y espiritual del consentimiento al momento de casarse. Las palabras que dirán no se reducen al presente, sino que “implican una totalidad que incluye el futuro: ‘hasta que la muerte los separe’”.

4. Den valor y peso a la promesa que harán

El Papa recuerda que el sentido del consentimiento muestra que “libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen mutuamente”. Piensen en los daños que producen las promesas incumplidas. “El honor de la palabra dada, la fidelidad a la promesa, no se pueden comprar ni vender. No se pueden imponer con la fuerza, pero tampoco custodiar sin sacrificio”.

5. Recuerden que estarán abiertos a la vida

Recuerden que un compromiso tan grande como el que expresa el consentimiento matrimonial y la unión de los cuerpos que consuma el matrimonio, cuando se trata de dos bautizados, sólo pueden interpretarse como signos del amor del Hijo de Dios hecho carne y unido con su Iglesia en alianza de amor. Así, “el significado procreativo de la sexualidad, el lenguaje del cuerpo, y los gestos de amor vividos en la historia de un matrimonio, se convierten en una ininterrumpida continuidad del lenguaje litúrgico y la vida conyugal viene a ser, en algún sentido, liturgia”.

6. El matrimonio no es de un día, dura toda la vida

Tengan presente que el sacramento que celebrarán “no es sólo un momento que luego pasa a formar parte del pasado y de los recuerdos”, sino que “ejerce su influencia sobre toda la vida matrimonial, de manera permanente”.

7. Recen antes de casarse

Lleguen al casamiento luego de haber orado juntos, “el uno por el otro, pidiendo ayuda a Dios para ser fieles y generosos”, preguntándole juntos a Dios qué es lo que espera de ustedes.

8. La boda es una ocasión de anunciar el Evangelio

Recuerden que Jesús inició sus milagros en las bodas de Caná: “el vino bueno del milagro del Señor, que anima el nacimiento de una nueva familia, es el vino nuevo de la Alianza de Cristo con los hombres y mujeres de todos los tiempos”. Por tanto, el día de su boda será “una ocasión imperdible para anunciar el Evangelio de Cristo”.

9. Consagren su matrimonio a la Virgen María

El Papa también sugiere a los novios iniciar su vida matrimonial consagrando su amor ante una imagen de la Virgen María.

Así mismo en Santo Padre invita a ayudar a los novios ver si hay “incompatibilidades y riesgos”, pues el deslumbramiento inicial puede impedir hacer luz sobre realidades, que podrían “advertir que no es razonable apostar por esa relación, para no exponerse a un fracaso previsible que tendrá consecuencias muy dolorosas” (AL, 209).

Es bueno que la novia se preocupe por su vestido, porque es su día grande, pero no es lo más importante. Que la modista no vea este pliegue, o que el velo es corto, largo o demasiado ancho, o el peinado. Esto se puede arreglar sin perder el sueño, con paz. Lo mismo que el viaje de novios. Hay que hacerlo todo con tranquilidad, sin perder de vista lo más importante, prepararse bien para celebrar el sacramento, pues allí solo estarán dos, los futuros esposos con un compromiso de por vida, ante la sociedad.

Lo que importa para los novios –dice la Exhortación Apostólica “La alegría del amor”– es el amor que los une, fortalecido y santificado por la gracia. Vosotros sois capaces de optar por un festejo austero y sencillo, para colocar el amor por encima de todo” (AL, 213). Y también dice: a veces “los novios llegan agobiados y agotados al casamiento, en lugar de dedicar las mejores fuerzas a prepararse como pareja para el gran paso que van a dar juntos” (AL, 210).

Hasta tal punto es así, que los novios llegan estresados al día del gran acontecimiento en que uno se entrega al otro “para toda la vida”, como dice el ritual del sacramento. Y así con ciertafrecuencia “pierden el oremus” con tantos preparativos, cálculos, organización, o cuando por ejemplo se enteran de que faltan flores o las sillas no tienen fundas.

En realidad, señala el papa Francisco, “algunas uniones de hecho nunca llegan al casamiento porque piensan en festejos demasiado costosos, en lugar de dar prioridad al amor mutuo y a su formalización ante los demás” (AL 210).

 “Están los futuros esposos demasiado centrados en la fiesta del día de la boda, y se olvidan de que están preparándose para un compromiso que dura toda la vida” (AE, 215). El sacramento “no es sólo un momento que luego pasa a formar parte del pasado y de los recuerdos, porque ejerce su influencia sobre toda la vida matrimonial, de manera permanente” (Idem).

Los novios deben conocer “el significado procreativo de la sexualidad, el lenguaje del cuerpo, y los gestos de amor vividos en la historia de un matrimonio”, ligado a la liturgia del sacramento, dice la Exhortación Apostólica (215). Y deben conocer el Catecismo de la Iglesia, pero sin atosigarlos con muchas cosas.

No sería bueno que los novios llegaran al Matrimonio sin haber rezado juntos, dice el papa Francisco,  “pidiendo ayuda a Dios para ser fieles y generosos, preguntándole juntos a Dios qué es lo que él espera de ellos, e incluso consagrando su amor ante una imagen de María” (AL 216).

“Probablemente quienes llegan mejor preparados al casamiento son quienes han aprendido de sus propios padres lo que es un matrimonio cristiano, donde ambos se han elegido sin condiciones, y siguen renovando esa decisión”, dice el papa Francisco en su Exhortación Apostólica (AL, 208).

Y no solamente hay que preparar y acompañar a los novios, sino que es muy importante el acompañamiento de la Iglesia, normalmente de matrimonios ya formados, en los primeros años del matrimonio, que son los más delicados. El grito de “¡Vivan los novios!” al salir de la Iglesia hay que acogerlo como un grito de esperanza en el futuro y de permanencia en el amor que debe labrarse día a día.

 

(Aleteia –  Aci Prensa)