Brasil vence a Perú sin ‘jogo bonito’

Foto: Andre Penner / AP

La Canarinha derrota a Perú y conquista su novena Copa América, la quinta como local

Por: Juan I. Irigoyen

EL PAÍS (ES)

Ni Maracanazo, ni 1-7. En la Copa América a la Canarinha nadie le tose en Brasil. Quedará grabado que los muchachos de Tite levantaron el noveno torneo continental, el primero desde 2007 y el quinto que se disputa en su casa. Pero nadie hablará de fútbol. Ni del de la Canarinha, ni del de Messi, más presente en los micrófonos que en el campo. En Maracaná seguirá viva la leyenda de Alcides Ghiggia, protagonista de la mítica final del Mundial 50. Soñó por un momento Perú con emular a Uruguay. Se quedó con las ganas. Eso sí, le hizo pasar las de Caín al pragmático Brasil, que con goles de Everton, Gabriel Jesus y Richarlison, dejó en nada el 1-1 transitorio de Guerrero de penalti. En la final de América, sufrió la Canarinha, rica de talento, pobre de juego, antes y después de la expulsión de Gabriel Jesus.

La gente se enganchó tarde a la Copa América. La semifinal ante Argentina atrapó a la torcida en Belo Horizonte, mientras Río de Janeiro miraba de refilón al máximo torneo continental. Este domingo algo cambió. Como cada mañana, la Cidade Maravilhosa despertó futbolera. Esta vez, el interés se lo llevaba la Canarinha, muchas veces olvidada en Río, más pendiente de su hijo mimado, el Flamengo, que de papá Brasil. Perú no amenazaba con otro Maracanazo y no había miedo de salir a la calle con la camiseta blanca, aquella que fue borrada de la memoria brasileña tras el histórico gol de Ghiggia, ahora recuperada después de que la ultraderecha se apropiara de la verdeamarela. En Maracaná, sin embargo, se vistió del tradicional amarillo, seguramente por el elevado precio de las entradas y porque la selección le importa más al establishment que a la clase obrera.

La vestimenta fue la tradicional, sí; pero el juego de Brasil continúa siendo el moderno. Un equipo sin más figura que su portero y con su máxima estrella, Neymar, en la tribuna, de nuevo alejado del campo por culpa de una lesión. No hay manera de que Neymar se adueñe de un equipo (invisible en el PSG), tampoco de su selección, sin noticias de su fútbol cada vez que la Canarinha lo necesita. Ausente el delantero del PSG, Brasil emergió como un equipo esencialmente sólido. Juega un rato, aburre otro poco, jamás se regala en defensa. Si no que se lo pregunten a Alisson, que acumuló 727 minutos sin recibir un gol hasta que Paolo Guerrero, de penalti, le robó la imbatibilidad.

Como si quisiera contradecir a Messi —“está todo armado para que gane Brasil”, dijo el 10—, el árbitro chileno Vargas entendió como penalti una mano de Thiago Silva tras un centro de Cueva. El VAR le pidió al colegiado que revisase la jugada, pero no había manera de hacerlo cambiar de opinión. Guerrero marcó y Maracaná se estremeció. El gol del peruano anulaba el tanto de Everton, de nuevo presente en el marcador, tras una gran jugada de Gabriel Jesús que sacó a bailar a Trauco en la banda derecha. De nuevo sufría Brasil. Ya lo había hecho en el amanecer del duelo cuando Perú salió dispuesto a no llevarse un saco de goles, como lo había hecho en el partido del grupo (5-0).

Si Everton, ese futbolista con regate de calle que se adueñó de la banda de Neymar, fue la sorpresa de la Copa, Gabriel Jesus fue la rueda de auxilio, presente cada vez que Brasil lo necesitaba, como contra Argentina y en la final de Maracaná. Pero al delantero lo traicionó el ímpetu. Fue a pelear un balón alto con fiereza cuando ya tenía una amarilla y se fue los vestuarios.

Si por entonces Brasil ya estaba presa de los nervios, arrinconada por una selección peruana sin más argumentos que el sueño de la hazaña, después de la expulsión de Gabriel Jesus la Canarinha se desdibujó. Un zapatazo fuertísimo de Edison Flores puso en alerta al equipo de Tite, que necesitó hacer tiempo y se consoló con los códigos de compensación del árbitro, muy riguroso para interpretar como penalti un choque de Zambrano a Everton. Richarlison puso el 3-1 y, por fin, respiró Brasil, ahogada en los fantasmas de una posible remontada, sin respuestas con la pelota. Ganó la Copa América, una vez más levantó el trofeo continental en su casa. No estuvo Neymar, tampoco el jogo bonito.


Tomado del portal del diario EL PAÍS (ES)