Catequesis del papa Francisco: De todos los vicios, la soberbia es la gran reina

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De todos los vicios, la soberbia es la gran reina

Hoy miércoles, 6 de marzo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco en la Audiencia general presentó la Catequesis sobre los vicios y virtudes, en esta ocasión se abordó el vicio de la soberbia.

“En nuestro itinerario catequético sobre los vicios y las virtudes, llegamos hoy al último de los vicios: la soberbia. Los antiguos griegos lo definían con una palabra que podría traducirse como “esplendor excesivo”. En realidad, la soberbia es la auto-exaltación, el engreimiento, la vanidad”.

La catequesis del Papa Francisco cedió la lectura del texto, al presentar todavía el resfriado que le ha aquejado por estos días. “El soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido como superior a los demás, siempre quiere ver reconocidos sus propios méritos y desprecia a los demás considerándolos inferiores”.

Citando el relato del Génesis resaltó que “Los escritores de espiritualidad están más atentos a describir las repercusiones de la soberbia en la vida de todos los días, a ilustrar cómo arruina las relaciones humanas, a subrayar cómo este mal envenena ese sentimiento de fraternidad que, en cambio, debería unir a los hombres”.

¿Cuáles son los síntomas que revelan a una persona soberbia? Dice el Papa: “Es un mal con un aspecto físico evidente: el hombre orgulloso es altivo, tiene una “dura cerviz”, es decir, tiene el cuello rígido que no se dobla. Es un hombre que con facilidad juzga despreciativamente: por una nadería, emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca. Te das cuenta de que estás tratando con una persona orgullosa cuando, si le haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente inofensivo, reacciona de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de forma resentida”.

Luego de citar cómo los evangelios presentan personas orgullosas, presenta que la salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia: “En el Magnificat María canta a Dios que dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de sus corazones. Es inútil robarle algo a Dios, como esperan hacer los soberbios, porque al final Él quiere regalarnos todo. Por eso el Apóstol Santiago, a su comunidad herida por luchas intestinas originadas en el orgullo, escribe: «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia” (St 4,6)”.

La catequesis concluyo con el llamado a aprovechar la Cuaresma para luchar contra la soberbia y pedir la gracia de la humildad para reconocer que “la salvación no está en nuestras propias manos, sino que es un don gratuito que Dios nos quiere regalar”.

fuente: Vatican.va