El Papa Francisco reflexionó en la primera catequesis de este miércoles para el mes de septiembre “La Misericordia que salva”, a partir del pasaje del Evangelio de Mateo, en el que el evangelista intenta “hacernos entrar más profundamente en el misterio de Jesús para captar su bondad y misericordia”. Allí encontramos la pregunta de Juan el Bautista a Jesucristo: «¿Eres tú el que ha de venir?».
El pontífice se detuvo a subrayar que la pregunta que el Bautista hace a Jesús– realizada desde la cárcel – llega en un momento de oscuridad: Juan sufre en la doble oscuridad,“en la oscuridad de la cárcel, de la celda, y en la oscuridad del corazón, que no entiende el estilo de Jesús y quiere saber si Èl, es el Mesías, o si debe esperar a otro”, explicó. Pero Jesús - prosiguió- “responde mostrando las obras de misericordia que realiza con los enfermos y desheredados, y de las que son testigos los discípulos del profeta. Jesús, el Mesías esperado, es el instrumento concreto de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos llevando consuelo y salud, y, a través de los signos de la bondad divina, llama a todos a la conversión, para que encuentren el camino de regreso al Padre”.
Un mensaje claro, precisó Francisco, que la Iglesia recibe de esta narración de la vida de Cristo: que Dios no ha mandado a su Hijo al mundo para castigar a los pecadores o destruir a los malvados sino que los llama, a través de sus signos, a la conversión. Y una admonición siempre actual la de Jesús, dado que también hoy el hombre construye imágenes de Dios que “le impiden disfrutar su presencia real” recortando una fe “a la propia medida” que pone a Dios “en el espacio limitado de los propios deseos y de las propias convicciones”.
“La forma de actuar de Jesús puede escandalizar a muchos, porque no se adecua a la idea que se han formado de él, pero nos alienta a aceptarlo como el Mesías que se revela en las obras que cumple, siguiendo la voluntad del Padre. El cristiano cree en el Dios de Jesucristo, y tiene el deseo de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor, que lo empuja a la misión de trasformar el mundo y la historia”.
El Santo Padre indicó que la justicia, que el Bautista colocaba en el centro de su predicación, en Jesús se manifiesta como "misericordia". De ahí que se comprenda la respuesta de Jesús: «Feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!». Escándalo, detalló, significa “obstáculo”, es decir, si el obstáculo para creer en Él, son sus acciones de misericordia, significa que se tiene una falsa imagen del Mesías. “Bienaventurados en cambio aquellos que, de frente a los gestos y a las palabras de Jesús, glorifican al Padre que está en los cielos”.
Por este motivo ya en el final de la catequesis, el Sucesor de Pedro invitó a que nos esforcemos, “en no ser obstáculo de la misericordia del Padre”, sino que “por el contrario, pidamos al Señor que incremente nuestra fe, para ser signos e instrumentos de su misericordia”, e impartió su bendición apostólica.
Redacción Paz Estéreo / Radio Vaticano