"Hoy examinaremos dos vicios capitales que encontramos en los grandes catálogos que nos ha legado la tradición espiritual: la envidia y la vanagloria"
En la Ciudad del Vaticano, en el aula Pablo VI, hoy miércoles 28 de febrero, el papa Francisco realizó la audiencia general en la que abordo el tema de los vicios de la envidia y la vanagloria: “La primera, que no soporta la felicidad de los demás, tiene también en su base una falsa idea de Dios, cuya lógica es el amor. La segunda, propia de quien posee un yo engorroso, instrumentaliza a los demás tratando siempre de prevalecer. Los remedios son el amor gratuito y reconocer que Dios está presente en la propia debilidad”.
El papa Francisco con su voz un poco cansada y aun con un resfriado, encomendó la lectura de la novena catequesis sobre los vicios y las virtudes, a monseñor Filippo Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado. Citando la Sagrada Escritura (cfr. Gen 4) señala el papa Francisco “El rostro del envidioso es siempre triste: mantiene baja la mirada, parece estar constantemente examinando el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro. Abel morirá a manos de Caín, que no pudo soportar la felicidad de su hermano”.
También aseguró el Pontífice que en la base de la envidia hay una relación de odio y amor: “uno quiere el mal del otro, pero en secreto desea ser como él. El otro es la manifestación de lo que nos gustaría ser, y que en realidad no somos. Su suerte nos parece una injusticia: ¡seguramente -pensamos- nosotros nos merecemos mucho más sus éxitos o su buena suerte!”. Por eso san Pablo exhorta a los cristianos: «Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10). ¡He aquí el remedio contra la envidia!
Luego fue presentado el vicio de la vanagloria. “Ésta va de la mano con el demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son característicos de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, el objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada y sin fundamentos. El vanaglorioso posee un "yo" dominante: carece de empatía y no se da cuenta de que hay otras personas en el mundo además de él”.
Dice el Papa que “para curar al vanidoso, los maestros espirituales no sugieren muchos remedios. Porque, después de todo, el mal de la vanidad tiene su remedio en sí mismo: las alabanzas que el vanidoso esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán contra él. Y ¡cuántas personas, engañadas por una falsa imagen de sí mismas, cayeron más tarde en pecados de los que pronto se avergonzarían!”; es la razón por la que san Pablo da el testimonio de lucha para superar la vanagloria: “Tres veces pidió al Señor que le librara de aquel tormento, pero al final Jesús le respondió: «Te basta mi gracia; mi fuerza se realiza en la debilidad».
Al final de la audiencia el Papa invitó a meditar con frecuencia las “Letanías de la humildad” del cardenal Merry del Val, para combatir los vicios que nos alejan de la vida en Cristo. También hizo el siguiente llamamiento “El 1° de marzo se celebrará el 25° aniversario de la entrada en vigor de la Convención sobre la prohibición de las minas antipersonal, que siguen golpeando a civiles inocentes, sobre todo niños, incluso muchos años después del fin de las hostilidades. Expreso mi cercanía a las numerosas víctimas de estos artefactos perversos, que nos recuerdan la dramática crueldad de las guerras y el precio que las poblaciones civiles se ven obligadas a pagar. A este respecto, doy las gracias a todos aquellos que contribuyen a ayudar a las víctimas y a desminar las zonas contaminadas. Su trabajo es una respuesta concreta a la llamada universal a ser operadores de paz cuidando a nuestros hermanos y hermanas”.
Fuente: Vatican.va