“Cuando estás lleno de la conciencia de la muerte, estás lleno también de la conciencia de la vida”

Foto: Iván Giménez - Seix Barral

Rosa Montero, una de las invitadas ilustres a la FILBO 2019, habló con ARCADIA largo y tendido sobre literatura, periodismo, deconstrucción del sexismo en la sociedad actual y el rol de la mujer como botín de guerra.

Por: Andrea Pérez Martínez

Revista Arcadia

Leí cautivada La ridicula idea de no volver a verte (2013). Por eso, desde hace mucho esperaba en la FILBo a Rosa Montero (Madrid, 1951), periodista y escritora española, autora de Historias de mujeres y Los tiempos del odio, entre otros, y ganadora de numeroso reconocimientos periodísticos. Podría creerse que Montero está por encima de afanes y emergencias prácticas, pero no: al tratar de contactarla, su teléfono falló. Me buscó por todos los medios posibles para cumplir con la cita. Le ofrecí posponer unos minutos nuestra entrevista para que solucionara sus inconvenientes, pero ella se anunció lista, dispuesta, enérgica y amable, como quien no tiene tiempo para posponer lo importante. Logramos establecer una comunicación interoceánica, previa a su visita al país.

Comenzamos. Quise tratarla de ‘usted‘, pero no fue recíproco. Me tuteó, así que renuncié al protocolo bogotano vía telefónica, para saludarla con la cercanía, amabilidad y sencillez que me ofreció desde la primera pregunta.

¿Cómo estás?

Ehm… bien (risas), cansada porque no paro, pero bien.

¿Qué expectativas tienes con tu visita a Colombia?

Estuve el año pasado en Bogotá, en un evento del Instituto Caro y Cuervo, y ya he visitado la ciudad varias veces. Espero volver a tener la sensación que tuve la última vez, porque la gente colombiana sois de lo más dulce, cariñoso y afectuoso. Además, me tocaron unos días preciosos, la ciudad estaba fantástica, tengo un recuerdo buenísimo y espero volver a disfrutarlo así o más.

(Retomé el protocolo)

Hablemos sobre Los tiempos del odio, el libro que viene a presentar en esta edición de la Feria del Libro, ¿de dónde viene esta historia? ¿Cuál es el propósito de esta novela?

Es una novela. Cuando escribes una novela no quieres ofrecer ningún mensaje, porque no escribes para enseñar nada, se escriben para aprender, para poner un poco de luz en la oscuridad de tus propias obsesiones y fantasmas, un poco de luz en la oscuridad del ser humano. El propósito de escribir novelas es buscar el sentido de la existencia, es un viaje de conocimiento, no puedes iniciar este viaje llevando las ideas previas. Estos tres libros de Bruna Husky, este personaje protagónico, se pueden leer separadamente, incluyendo este de Los tiempos del odio. A veces, por prejuicio, la gente se equivoca y cree que la ciencia ficción (incluida en este libro) es un género esotérico, lleno de cosas frías y raras; la ciencia ficción te da una herramienta metafórica poderosísima para hablar de la realidad, de la condición humana, del aquí y del ahora.

Mi Bruna Husky es el personaje más cercano a mí de todos los que he escrito. Ella es un clon humano madurado aceleradamente con experimentos genético. Es detective, gestada en un tanque y en doce meses alcanza un desarrollo biológico de 25 años. Manifiesta enfermedades, sabe cuándo va a morir, y su condición también le impide acordarse de que es mortal, que es precisamente lo que olvidamos todos a veces, salvo un puñado de neuróticos -como Woody Allen y como yo misma- que están obsesionados por la muerte, por el paso del tiempo y por lo que el tiempo te hace y te deshace. Vivir es irse deshaciendo en el tiempo.

Ahí es donde me identifico con mi Bruna, porque ella tiene no solo miedo, también rabia a la muerte, esa especie de estafa con un “yo” tan enorme que solo estamos pendientes de nosotros mismos con tantos deseos y tantos sueños. Y luego, con un abrir y cerrar de ojos, nos morimos o con mucha suerte nos habremos hecho viejos, se nos han caído los dientes, el pelo y terminamos en silla de ruedas, y si no tenemos suerte, nos morimos jóvenes y decimos ¿la muerte? ¡qué estafa! Eso es lo que siente Bruna y lo que siento yo. Pero al mismo tiempo eso le da una pasión por la vida, se come la vida a bocados, es una disfrutona, porque cuando estás muy lleno de la conciencia de la muerte, estás muy lleno también de la conciencia de la vida y eso es lo que me pasa a mi también, así que en eso nos entendemos muy bien, me siento muy cercana a ella. En otras cosas no tanto, porque ella es un personaje muy asocial que tiene miedo de sus propios sentimientos y yo no, todo lo contrario.

Esta es una novela que tiene muchas novelas dentro, eso es lo que te da escribir en el siglo XXI, somos herederos de nuestros padres y madres literarios que rompieron todas las convenciones. Los tiempos del odio es una novela de ciencia ficción, de detectives, es una novela negra, de intriga muy fuerte, de aventuras, además es una novela de amor. Se subtitula la novela Sin amor ¿no merece la pena vivir, es una novela psicológica, existencialista y política y social porque habla de los tiempos del odio que estamos viviendo. En esta novela Bruna acepta su vulnerabilidad de amar, porque ya ha tenido desde el primer libro una relación muy complicada con un humano que es policía, que es tan bruto como ella y tiene tanto miedo de los sentimientos como ella. A veces están en un momento tórrido pasional, a veces se odian, a veces están juntos, y a veces se separan. En este libro aceptan su vulnerabilidad, porque amar te hace vulnerable, frágil, pero no hay opción, porque no amar por miedo a la vulnerabilidad  es escoger no vivir, para mí no hay opción posible.

Este año el país invitado es Colombia. ¿Cómo es su relación con la literatura colombiana?

Teneis autores fantásticos, maravillosos. No vamos a mencionar a Gabo, sí a Juan Gabriel Vásquez y a Piedad Bonnett que es una escritoraza increíble. Muchos autores que me gustan muchísimo.

Usted es una pionera en la literatura contemporánea, ha visibilizado a la mujer a través de la historia, ha presenciado la transformación de las luchas por equidad. ¿Cómo cree que ha cambiado la lucha feminista?

Visto desde nuestra pequeña vida individual, nos parece que las cosas van muy despacio, que en todo el mundo sigue habiendo sexismo. En una buena parte del mundo hay una situación de la mujer calamitosa, espantosa. Está ese millón de niñas a las que les cortan el clítoris cada año, están las mujeres que tienen que ir cubiertas por un velo y no pueden salir a la calle sin la compañía de un varón, que no pueden trabajar. Están los famosos “crímenes de honor” en los que queman vivas a las mujeres, les arrojan ácido; realmente las mujeres seguimos siendo botín de guerra, objeto de violaciones, maltratos y asesinatos de todo tipo. Todavía tenemos una situación tremenda, pero en parte del mundo hemos avanzado mucho en poco tiempo. En cuatro o cinco generaciones hemos cambiado una estructura social milenaria.

Fíjate que las mujeres no han podido estudiar en las universidades en muchísimos sitios hasta el siglo XX. En España, por ejemplo, no sucedió hasta 1910, y luego pudimos votar desde 1931, y en Francia y en Italia solo votamos desde 1946, en Andorra desde 1970 y en un cantón suizo solo pudieron votar desde 1990, una locura. En Arabia Saudí, solo han podido votar en las municipales (porque en las legislativas todavía no pueden) en 2015. Entonces, el avance ha sido vertiginoso, la deconstrucción del sexismo, y el sexismo (o machismo) es una ideología en la que nos educan a todos, a hombres y mujeres, así que las mujeres también somos machistas, hay que tener eso en cuenta, porque tenemos unos comportamientos de los que somos inconscientes. El prejuicio, como su nombre lo indica -antes del juicio-, es un parásito del pensamiento, uno insidioso que no sabemos que tenemos.

Este avance de de la deconstrucción del sexismo durante el siglo XX ha sido la gran revolución y en el siglo XXI ha ido avanzando; estos tres años hemos subido un peldaño en esa lucha contra el sexismo, y el peldaño mundial que se ha subido es muy interesante porque tiene un matiz especial. Siempre han habido hombres sexistas y los feministas han sido las excepciones, pero en esta última oleada feminista se han incorporado a la lucha anti sexista muchísimos hombres, se ha empezado a normalizar esto porque es lo lógico. El antisexismo y el feminismo no es cuestión de chicas, es cuestión de todos nosotros, porque vamos cambiando el modelo de sociedad y nuestras relaciones.

Para que te hagas una idea, en la última manifestación de 8 de marzo en abril, en la que fuimos casi 400.000 personas en la calle, ha sido la manifestación feminista del mundo y de la historia; en esa manifestación había un 40 por ciento de hombres de todas las edades. Entonces creo que esto da mucha esperanza aunque insisto, queda muchísimo por recorrer.

Hay un componente común en su obra, la reconstrucción de la memoria histórica por medio de la visibilización de las historias desconocidas que no hacen parte de la “historia oficial”. Lo podemos ver en su libro Historias de mujeres y su reciente re edición Nosotras: Historias de mujeres y algo más… ¿Cuál es el valor de la revisión de la historia y que salga a la luz por medio de la literatura?

Es fundamental, es una nueva aportación en esa deconstrucción del sexismo. Recuerdo cuando escribí Historias de mujeres hace 25 años, que es una compilación de 26 retratos biográficos de mujeres buenas y malas, evidentemente interesantísimas en la historia, todas habían sido personajes singulares. En ese entonces no había ningún interés en esto, no se publicaban biografías de mujeres; seguramente se pensaba que así como había mujeres tan maltratadas, no habían podido educarse, no habían podido ni defenderse, ni salir a la calle, no tenían derechos ciudadanos, y por eso no habían participado en la historia, porque había pocas, esa era la idea general.

Pero hace 25 años me había dado cuenta de que habían esas pocas, y en los 25 años que han pasado han emergido realidades ocultas. Y no es que antes hubiera pocas, siempre han sido muchísimas y no en un solo campo de la sociedad, en el arte, en la ciencia, en la legislación, en la arquitectura, en la ingeniería, en absolutamente todo. No hay un solo campo de la vida en el que no hayan participado las mujeres históricamente y de una manera brillantísima. Lo que pasa es que de repente la historia la han escrito los hombres y las han borrado. Esto ha obligado a las mujeres a llevar una carga a cuestas.

En la reedición del libro he añadido 90 biografías de mujeres, desde hace 4.600 años hasta ahora hago un recuento por ejemplo de Clara Schumann, la mujer de Robert Schumann, el compositor, que era una gran música, una pianista y compositora muy importante de su época. Varias de las piezas atribuidas a su esposo en realidad son de ella, no muchas, pero varias sí y no son muchas porque ella anota en su diario -y me da una tristeza tremenda-: “En algún momento acaricié la idea de ser compositora pero luego pensé ‘si ninguna mujer lo ha conseguido, ¿cómo vas a conseguirlo tú? y entonces lo dejé”. Cosa que es trágica y que le ha pasado a mucha gente, y es trágica porque es mentira. Mucho antes en toda la historia ha habido montones de compositoras importantísimas y en ese mismo momento en Europa otro montón de compositoras fantásticas, pero no traspasaban fronteras. Está dicho que todo sea triplemente más complicado para las mujeres, necesitamos conocer nuestra historia, hombres y mujeres para saber de dónde venimos. Por ejemplo, ¿sabes cuál ha sido la primer autor literaria de quien tenemos noticia firmando? Una princesa acadia llamada Enheduanna que vivió 2.300 años antes de Cristo y escribió un poema llamado “La exaltación de Inanna”. Sabemos que ella hizo las primeras anotaciones musicales, astronómicas y de historia, y ¡nadie la conoce! Y como esto, todo.

Necesitamos rescatar todo esos ejemplos, necesitamos tener modelos y, afortunadamente, en los últimos años hemos producido una verdadera revolución en este sentido. Las librerías están llenas de libros sobre historias de mujeres del pasado, esto es importantísimo para tener conciencia de donde venimos y para saber todo lo que podemos hacer.

Su libro La ridícula idea de no volver a verte, una obra que genera preguntas sobre dinámicas sociales, aborda las relaciones sentimentales y el romanticismo desde el feminismo. Me llama la atención cómo pone la historia de superación y duelo en los diarios de Marie Curie en paralelo con su historia personal, y comparte con sus lectores episodios íntimos de su vida y su proceso de duelo. Confronta la sociedad de la época de Curie con la de hoy, que usted ha tenido que enfrentar… ¿Cómo sucedió esto?

La cuestión es que, efectivamente, en ese libro hablo de cosas mías y yo soy muy púdica, soy bastante pudorosa a la hora de hablar de mi propia vida. Cuando empecé a hacer ese libro estaba en una de las mesetas de la vida, la vida tiene muchas vidas en sí, muchas existencias y, sobre todo cuando vas creciendo, vas llegando a unas zonas en donde parece que te paras en lo alto de una meseta para mirar tu vida y una serie de cuestiones para intentar darles respuesta. Estaba en ese punto por mi edad y porque había muerto mi pareja y estaba planteándome preguntas que no son solo mías sino de todo el mundo.

Desde mi punto de vista, no es un libro de duelo, es un libro que intenta aprender a vivir mejor, con más plenitud, con más serenidad; aprender a vivir el momento presente, porque nunca vivimos en el presente, es un arte muy difícil que no conocemos. Y cuando quieres aprender a vivir mejor tienes que llegar a un acuerdo con la muerte, con la propia y con la de los otros. Cuando empecé a escribirlo hacía dos años que había muerto Pablo, mi pareja, así que el duelo ya había pasado; ya estaba lo suficientemente lejos y maduro ese duelo, ya podía hablar no solo del mío, sino del duelo de todos; lo mismo pasó con la ambición. Las preguntas básicas que me hacía, las que creía que todas las personas necesitamos respondernos, ¿cuáles son las relaciones con el amor, con el otro, con los padres, con el deseo de los padres, con el propio deseo? ¿Cuál es tu lugar en el mundo¿ Son preguntas esenciales en nuestra sociedad y en nuestra realidad que yo contrasté y comparé con la enorme vida de Marie Curie porque es un personaje fascinante, científico, que tiene todas las aristas. Y yo quería hacer ese libro como una conversación -efectivamente íntima- con ella para ver cómo había resuelto (o no resuelto) esas mismas preguntas… que son problemas esenciales para todos.

Es una exigencia bien grande la que la sociedad le hace a las mujeres como una condición en la defensa de sus derechos, ¿no?

Claro, pero ahí nos metemos nosotras, porque eso lo tenemos metido en el fondo de la cabeza por culpa del sexismo, hay que reaccionar y limpiarse la cabeza de esas cosas.

A propósito de su libro El arte de la entrevista que es una compilación de entrevistas sobresalientes de su carrera, ¿cómo ve el rol de las mujeres en el periodismo?

Estamos como en todo lo demás, en el arte, la literatura… Es un sector social menos sexista que -por ejemplo- el mundo financiero. Hay muchas menos gerentes de bancos en el mundo que escritoras y periodistas, pero aún así, aunque sea menos sexista, sigue habiendo un montón de discriminación. Además, parece que no, pero en el mundo de la literatura hay muchas periodistas escribiendo y publicando, que además tenemos muchos lectores, pero a medida que te vas acercando al poder, como sucede con la sociedad, cada vez hay menos mujeres. A las mujeres se nos hacen menos estudios y menos críticas en los periódicos, se nos dan muchos menos premios. Aquí, por ejemplo, el premio de la crítica lleva entregándose 63 años y solo se lo han dado a 4 mujeres, eso es ridículo, y es tan ridículo que solo mencionarlo demuestra el sexismo que hay en ese premio. En las antologías tampoco estamos igual. O sea, tendremos que seguir poco a poco, o mucho a mucho, ya ves que históricamente vamos muy de prisa y debemos ir cambiando y normalizando esa situación de igualdad.

Últimamente se han hecho estudios sobre ese sesgo de percepción, hay uno que demuestra cómo, en la atención médica primaria en España y en el mundo,  frente a los mismo síntomas a los hombres se les formulan más pruebas diagnósticas y a las mujeres se les recetan más ansiolíticos. Y entre los doctores que mandan esto hay también doctoras. Todos tenemos que ir quitando ese sesgo.

En este momento de la historia está de moda el concepto de la ‘súpermujer‘, que puede con todo en la conquista de nuevos espacios, que cede espacio de su vida personal por la realización de su ser profesional. Como estudiosa de los roles femeninos en la historia, ¿cómo ve usted esa dinámica femenina de la sociedad actual? ¿Cree posible equilibrar esas áreas de la vida? ¿Es necesario elegir entre la vida familiar y la profesional o pueden llevarse juntas?

Por supuesto que es posible equilibrarlas. Lo primero que hay que hacer es no ser la Superwoman y lo segundo es exigirle al hombre que va a estar a tu lado que comparta las responsabilidades de la casa con tanto nivel de exigencia como los compartes tú. Lo tercero que hay que hacer es reconocer que en el sexismo nos educan a todos y tenemos un montón de malos usos y conductas machistas aún en nosotras mismas, y una de las consecuencias es que la mujer no da la suficiente importancia a su propio deseo profesional, vital, el que sea, mientras que el hombre le da una importancia total. La mujer siempre considera que su propio deseo es inferior, secundario, es casi un hobby, una afición y que es secundario al del marido, al del hijo y al de todo el entorno. Primero debes perseguir tu propio deseo con el mismo ahínco con el que le persiguen los hombres, absolutamente, porque es muy sabio, y luego, obligar al hombre a que asuma su responsabilidades y educar a las nuevas generaciones en sus sentimientos: todos debemos asumir nuestras responsabilidades en la casa, en el mantenimiento, el cuidado de los niños, de todo.

Es un cambio mental que tenemos que hacer todas y nosotras las primeras porque somos cuidadoras. Siempre resulta que nos ponemos en segundo lugar y pues no, lo siento mucho, y cuando se repartan los trabajos entonces efectivamente tendremos más tiempo todos.

Hace un año estuve en una mesa redonda con cuatro mujeres científicas de primera línea en España, todas entre 40 y 50 años, entonces les pregunté que si tenían hijos y todas tenían hijos en medio de un oficio tan necesitado de empeño y atención, una carrera con tanta “puntera” de investigación científica. Una de ellas, que estaba trabajando en la terapia autoinmune contra el cáncer, me dijo que cuando acabó el doctorado le dieron una beca postdoctoral para ir al Instituto Pasteur en París, entonces ella se fue llevando a su niño pequeño. De entrada tuvo que haberlo dejado con su marido y a lo mejor fue su iniciativa llevárselo, pero se fue y lo pasó muy mal, tuvo muchos problemas por estar al cuidado del niño, y me dijo “el primer día que dejé a mi niño en la guardería me fui llorando, pero de alegría, y eso me generó un complejo de culpabilidad tremendo”.

Tenemos que trabajar en la culpa, porque no tienes que ser la mejor madre del mundo, la mejor empleada, la mejor amante, la mejor esposa, la mejor hija de tus padres y además estar delgada, guapísima y sonriente. Es ridículo que te fijes eso.


Tomado de la Revista Arcadia