“Decir que la novela negra critica el sistema es reivindicar el género desde el complejo”

Foto: Rosa Ribas, este septiembre, en Barcelona. GIANLUCA BATTISTA

Rosa Ribas se estrena en Tusquets con la historia de una familia de detectives que tiene tanto de drama de enredo como de ‘noir’ costumbrista alejado de los tópicos

Por: Laura Fernández

EL PAÍS (ES)

Mateo Hernández regenta una curiosa agencia de detectives. Es curiosa porque sus empleados son sus hijos: Marc y Amalia. Y porque no es una agencia de detectives de altos vuelos. Es una agencia de barrio. Eso quiere decir que investigan pequeños casos – su especialidad son las infidelidades, claro –, y que, cuando cualquiera de ellos pasea por las calles del barrio en cuestión, el barcelonés Sant Andreu, lo hace con la sensación de conocer el lado oculto que le da sentido a todo. Porque la información es poder, y los secretos, la única forma de mantenerse a salvo. Mateo, un buen hombre, ligeramente exigente y algo alicaído, lo sabe bien. Por eso la primera y única regla de la agencia de los Hernández es que no se investiga a la familia.

“¿La verdad? Quería contar una historia familiar, ¿y por qué no podía mi historia familiar adoptar la forma de una novela negra? ¿De qué están hechas las familias sino de secretos? ¿Y qué hacen los detectives sino sacar a la luz secretos?”, se pregunta Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963), veterana del crimen literario que se estrena en Tusquets – hasta ahora militaba en Siruela – con Una historia demasiado familiar, la primera entrega de una serie que, dice, “será larga”, porque los Hernández, esta curiosa familia de detectives, “han ocultado muchas cosas durante demasiado tiempo”. La principal es la que sale a la luz cuando un poderoso constructor le encarga a Mateo encontrar a su hijo desaparecido: la desaparición de Nora, la hija mayor de la familia, que anda en paradero desconocido desde hace demasiado tiempo.

¿Por qué los Hernández, siendo como son detectives, no han movido un dedo para encontrarla? Para empezar, no creen que le haya pasado nada. Lo que creen es que ha desaparecido porque ha querido. Después de todo, es buena en su trabajo, y no va a dejar pistas. Va a ser imposible rastrearla. Pero luego está el asunto del porqué. Quizá la desaparición tenga que ver con algo que encontró y es probable que ese algo pueda hacer estallar la familia. Pero eso solo lo sabe Mateo. Amalia, preocupada porque duda y teme que su hermana se haya metido en un aprieto del que no puede salir sola, decide reconstruir sus pasos para tratar de encontrarla mientras finge que trabaja en casos corrientes. “Es paradójico, siendo detectives, lo poco que saben unos de otros”, dice la escritora, a la que la idea de explorar de qué manera “saber más puede llegar a hacernos infelices” le atrajo desde el principio.

También le gustó lo terrible de tener que trabajar para tu padre, que siempre esperará algo más de ti de lo que eres capaz de ofrecer. “Amalia y Marc se sienten en todo momento presionados por la idea de que su padre es también su jefe y quieren que se sienta orgulloso de ellos, a distintos niveles, lo que no es nada fácil de llevar”, dice. Es un día de septiembre. La escritora, afincada desde hace años en Frankfurt, está pasando unos días en Barcelona para hablar de los Hernández. ¿Ha paseado por Sant Andreu, el barrio de sus detectives. Al respecto, ¿por qué Sant Andreu, un barrio hasta ahora huérfano de detectives, en una Barcelona superpoblada de investigadores de papel? “¿La verdad? Me pareció perfecto. Quería un barrio que pudiese parecer un pueblo. En el que todo el mundo se conociese, aunque fuese de vista. Me bastó un paseo para darme cuenta de que era perfecto”, contesta.

Amante de autores centroeuropeos como Bohumil Hrabal, “capaz de tejer mundos enteros”, autores, dice, “entre costumbristas y raros, que se te meten dentro”, Ribas pone en el centro a los personajes, porque de son ellos, dice, los que construyen sus historias. “Lo que verdaderamente me gusta es observar las extrañezas de la gente. Lo raros que somos todos si nos miramos muy de cerca”, asegura. En ese sentido confiesa que ésta, pese a no parecerlo, es su novela más personal. “Amo la enorme máscara del género. La gente no te supone detrás, pero ahí estás. La ficción pura te da una libertad enorme. Parece que hoy en día solo la autoficción cuenta historias reales, pero esas historias no lo cuentan todo. La ficción pura es la única que te permite hacerlo”, argumenta.

Asegura Ribas que aborrece la idea de que se relacione al género negro con la crítica social. “Decir que la novela negra critica el sistema es una manera de reivindicar el género desde el complejo, me parece horrible. Los escritores de novela negra no escribimos panfletos, hacemos literatura”, sentencia. Y hacer literatura es llegar al fondo de los temas que la obsesionan. Y a ella hay un tema que la persigue desde hace mucho, y es el del retornado. “El familiar perdido cuya ausencia ha crecido hasta el punto de habérsele idealizado. ¿Qué pasa si vuelve? La familia se ha reconstruido alrededor de ese vacío, que vuelve a llenarse, pero de forma distinta, porque la persona a la que se espera no existe en realidad”, dice. Sin darse cuenta, todo lo que ocurre en Una historia demasiado familiar prepara el lector – y a ella misma – para lo que ocurrirá en la segunda entrega, en la que explorará la figura del retornado. “Me interesa saber qué hay después del final feliz”, añade, esta experta en la creación de detectives alejados de los tópicos. La más famosa de todas, la comisaria alemana de madre gallega Cornelia Weber-Tejedor.

¿Algún truco para crear detectives? “¿Truco? Que, antes que detective, es una persona. Es decir, huir del arquetipo. El detective borracho y solitario del hard-boiled está acabadísimo. No sé, en mi caso, los detectives siempre han tenido familia, y su vida familiar ha estado al mismo nivel, narrativamente, que el caso que investigaban”, contesta. Le gusta que el mundo de la ficción televisiva se esté poblando de detectives que escapan, por fin, a los tópicos, “aunque sigue habiendo muchas tan básicas que hasta podrías darles cuerda”, critica. Luego vuelve a la novela. Quiere hablar de Lola, la madre. “Los Hernández orbitan a su alrededor como se orbitaría alrededor de un planeta. Ella los mantiene cautivos, enajenados. Todo lo que hacen lo hacen para intentar complacerla. Creen que solo si lo hacen, tal vez, algún día, volverá a ser la de siempre”, dice. A veces, las familias son pequeñas constelaciones.


Tomado del portal del diario EL PAÍS (ES)