Edith Aron, la escritora que inspiró a ‘La Maga’ de Rayuela: “Cortázar me traicionó”

Foto: La Tercera (Ch)

En 2013, la escritora, traductora y docente, dio una entrevista a propósito de los 50 años de la famosa novela de Julio Cortázar. Conocida como la musa tras la protagonista del libro, revela cómo conoció al autor argentino y las huellas que dejó aquel vínculo en su vida -a nivel personal y profesional-.

Por: Mónica Garrido

Culto / La Tercera (Ch)

Su padre era comerciante y su madre enfermera. En 1927, en la frontera alemana con Francia, nació Edith Aron, quien se convertiría en escritora, traductora y docente con una vida dividida entre sus raíces judío-europeas y sus años en Argentina.

En 1934, cuando tenía unos 7 años, el matrimonio de sus padres terminó. Edith migró con su madre a Buenos Aires, donde asistió a una escuela alemana, y por 1950 regresó a Europa a visitar a su padre.

Fue en aquella travesía de Argentina a Alemania, a bordo del barco Conte Biancamano, que conoció a Julio Cortázar. Ella tenía 23 años y él 36.

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A lo largo de su vida se desempeñó como escritora, docente, y traductora del español al alemán de autores como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Juan José Arreola, Silvina Ocampo y Julio Cortázar. Sin embargo, se le conoce como la mujer que inspiró a “La Maga”, personaje protagónico de una de las obras más famosas de Cortázar.

En junio de 2013, cuando la novela Rayuela cumplió 50 años de su publicación, Clarín conversó con Edith Aron -fallecida hace dos meses a los 96 años- en su departamento en Londres. Edith -en ese entonces- tenía 86 años, pero recordaba perfectamente que conoció al escritor en la oficina de cambio del barco, un hombre que describió como alto y delgado, con acento argentino pero que no pronunciaba bien la erre.

“Se sentaba en la misma mesa que una chica que iba en mi camarote. Ella me invitó a incorporarme, pero preferí quedarme en mi mesa. Por respeto al camarero que nos servía, que se jubilaba tras aquel viaje. Después lo vi en el salón de tercera clase, donde tocaba el piano a cuatro manos con otro chico”, rememoró Aron.

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En un comienzo sus travesías tomaron caminos separados. Ella se bajó en Cannes y Cortázar siguió hacia Génova. Al tiempo se encontrarían por las calles de París.

“Recuerdo vernos por casualidad tres veces. La primera yo estaba en una librería en el Boulevard Saint-Germain. Él estaba mirando el escaparate y me acordé enseguida. Es difícil olvidar una cara si has estado más de dos semanas en el mismo barco”, pero en aquella oportunidad tampoco conversaron, fue la segunda vez que los reunió el azar.

“Yo había ido a ver al cine Jeanne d’Arc, con una conocida. Al girarme, Cortázar estaba sentado justo detrás. Allí sí que hablamos, pero poco…”, relató Aron sobre una conversación que retomaron en los Jardines de Luxemburgo.

“También por azar. Tomamos un café cerca y nos dimos cuenta que teníamos algunos amigos argentinos en común que vivían en París. Eran Sergio Castro, un joven pintor alumno de Torres García, y la escultora Alicia Penalba”.

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Julio Cortázar había trabajado como traductor y profesor de literatura en escuelas de Argentina. Así pudo costearse el viaje a París. “Me contaba que allí había tenido mucho tiempo para leer. En verano se fue a la Argentina, pero al año siguiente obtuvo una beca y volvió a París. Me escribió para volver a vernos”.

Edith confesó que lo admiraba. Lo califica como muy inteligente y destaca que -sin tener título universitario- parecía saberlo todo. “Incluso llevaba unos anteojos de vidrio sin necesitar gafas, para hacerse aún más el intelectual. Luego, su mujer, Aurora Bernárdez, se los hizo quitar. De alguna manera, era mi profesor. Y él sabía muy bien que llegaría a ser conocido”.

Oliveira y La Maga

Aron dijo que en aquel entonces no eran conscientes de lo que sentían. “Era un amor tan puro que aún lo recuerdo. Yo tenía mucho miedo al amor verdadero, supongo que era demasiado joven… Cortázar alquiló un piso y me invitó a vivir con él… pero no me atreví. Quería dedicarme a estudiar”, relató la escritora.

El autor le dedicó el poema “Los días entre paréntesis” que se refería a los días a bordo del Conte Biancamano. También recordó los paseos en bicicleta y las caminatas por los jardines parisinos.

“Una día fuimos al Jardín des Plantes, y descubrimos esos peces tan extraños…, los axolotl. Escribió un cuento sobre ellos. También recuerdo que fuimos hasta el Parc des Sceaux y, recostados bajo un árbol, me leyó el cuento Final del juego. Me emocioné tanto que no paraba de llorar y, al verme así, él se emocionó”.

En 1953, Cortázar se casó con Aurora Bernárdez, escritora y traductora argentina que había conocido un par de años antes que a Edith. “Ella llegó de Buenos Aires. Se admiraban mutuamente. Pasaron la Navidad juntos y se decidió por ella… Luego los fui a visitar varias veces. Es una mujer encantadora. Sólo fue al perderlo cuando me di cuenta de lo que sentía en realidad por él”, confesó.

¿Qué tanto de la realidad hay en Rayuela? Aron dice que solo detalles. Ni siquiera está de acuerdo con que se le considere a ella como ‘La Maga’.

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“Yo tenía un poco de complejo. Todo el tiempo Cortázar y De Castro hablaban sobre cosas que yo no entendía… y, como no podía intervenir en la conversación, pues pedía una ración de papas fritas… (ríe) La historia del entierro del paraguas también es cierta”.

“Yo era una chica inocente y simple, alta y con la cintura delgada, como en la novela, y con los ojos bonitos (eso me decían)… y sí, fumaba Gitanes… pero no llevaba los zapatos rotos, ni iba despeinada. Una vez le dije que no sabía cocinar bien…”, agregó la fallecida escritora.

Pero Rocamadour, por ejemplo, nunca existió. “No, yo no tenía ningún hijo. Él dijo que se trataba del amor por la Maga y, cuando se acaba, el niño muere”.

Surrealismo, Rayuela y traición

“Hay que poner poesía en la vida de la gente”, le decía Cortázar a Aron. “Y escribió esa frase en algunos papeles que fue colocando en las puertas de las casas… Y, cuando nos encontrábamos por casualidad, me explicaba que los surrealistas le daban mucha importancia a esos encuentros, al azar…”, dijo la escritora a Clarín en 2013.

Un concepto que el escritor plasmó en Rayuela, acaso su novela más reconocida. Lo único que Cortázar había adelantado a Edith, era que quería escribir “un libro mágico”. Años después, le envió un ejemplar con una dedicatoria.

“Me molestó mucho y la arranqué… decía algo así como que yo era un fantasma que lo perseguía por la Argentina… La lectura me causó mucha impresión”, expresó Aron sobre el regalo. Y confirma al periódico trasandino que siempre tuvo una relación de amor-odio con Rayuela.

“Cortázar me traicionó. Me causó mucho daño. Yo traducía sus cuentos al alemán y de repente me dejaron de encargar sus traducciones. Muchos años después, al editarse las cartas entre él y su editor Paco Porrúa, entendí qué había pasado”.

Aron descubrió que Cortázar la vetó como traductora de sus novelas. Según él, ella no estaba preparada. “Me perjudicó mucho profesionalmente. Yo no soy ‘La Maga’. He escrito dos libros, he trabajado muchos años de traductora y de profesora. Hablo español, francés, alemán e inglés… Me confundió, al final, con el personaje. Aún me duele al recordarlo. No lo entiendo…”, concluyó.


Tomado del portal del diario La Tercera (Ch) / Culto