El feliz regreso a librerías de J.M. Coetzee y Alice Munro

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Comentario de sus libros ‘La muerte de Jesús’ y ‘¿Quién te crees que eres?’ llegan a las librerías.

Por: Jorge Iván Parra

EL TIEMPO

Con ‘La muerte de Jesús’, J. M. Coetzee, el nobel de literatura del 2003, no solo cierra la que bien podría ser la gran trilogía literaria (y, a la vez, saga) de la última década, sino que muestra lo vigente que está a sus casi ochenta años de edad.

En la novela anterior, ‘Los días de Jesús en la escuela’, David, el niño protagonista (insufrible, arrogante y pedante a más no poder), aparece en una llamada Academia de Danza regentada por una pareja de habladores de cháchara, que ofrece, a guisa de pseudoeducación, una combinación de astrología, baile y una suerte de filosofía de puros ‘hippies’.

En el relato con el que ahora regresa el genio surafricano, el mismo niño, ya más crecidito, pero más exasperante, haciendo gala de absoluta ingratitud y falta de consideración con sus padres adoptivos, decide proclamarse huérfano para seguirle la corriente a otro embaucador con ínfulas mesiánicas que con maña lo sonsaca:

“David nos ha dicho que quiere irse de casa. Ha decidido que su lugar está entre los huérfanos: la palabra huérfano siempre le fascinó. Es una tontería romántica espoleada por un tal Dr. Julio Fabricante, que se dice educador y dirige un orfanato en la zona este de la ciudad”.

Dado que en conjunto la obra de Coetzee es un catálogo de desgracias, la tragedia se cierne, no solo sobre David, sino también sobre sus padrastros y sobre todo el entorno del niño; desgracia anunciada de manera inquietante por otro personaje que también repite novela, el asesino Dimitri, paradójicamente el más cercano al niño.

La novela contiene una fuerte carga axiológica, que pone en aprietos la moral del lector y, de paso, plantea grandes interrogantes sobre la pedagogía, la ética médica y el orden jurídico.

Del universo de Munro

Otro afortunado regreso a las librerías es el de Alice Munro, la nobel de literatura de 2013, con ‘¿Quién te crees que eres?’.

El atractivo técnico de esta obra es su tenor de novela y, al mismo tiempo, de relatos independientes pero con los mismos personajes, que a la hora de sumas y restas son solo dos: Flo, una mujer de temple que regenta una tienducha en un pueblo perdido de la geografía canadiense, y Rose, su hijastra que lucha a brazo partido contra el provincianismo y la pobreza que le tocaron en suerte.

Uno de los relatos que lleva la voz cantante del libro es ‘Privilegio’, formidable retablo de la vida pueblerina en un micro mundo llamado Hanratty Oeste, Ontario, en cuyo interior hay otro micro mundo (la escuela), una especie de muestrario de todos los tipos humanos (con especial énfasis en un empoderado sexo femenino) en el que se cuece de todo:

“Las peleas y el sexo y los hurtos eran los asuntos importantes del día a día (…) Había tres chicas mayores en la clase de ingreso. Una se llamaba Donna, otra Cora, la otra Berenice. Ellas tres eran la clase de ingreso; no había nadie más. Tres reinas. Aunque cuando te fijabas bien, una reina y dos princesas. Así las veía Rose. Caminaban del brazo por el patio de la escuela, o agarradas de la cintura”.

Pero es el relato o capítulo ‘La mendiga’ en donde Munro pone más el dedo en la llaga respecto a dos asuntos muy reiterativos en toda su narrativa: el primero, que, como dijo Oscar Wilde, lo único peor que un matrimonio sin amor es un matrimonio con amor solo por parte de uno (y si no, miren, es decir, lean lo que le pasó al esposo de la intratable Rose). El otro, nada más viendo como cunde el chisme y la mala entraña entre los habitantes de Hanratty, que pueblo chiquito equivale a infierno grande.

Jorge Iván Parra*
Especial para EL TIEMPO


Tomado del portal del diario EL TIEMPO