El nuevo mapa de la edición en español

Los recientes cambios en la dirección de las editoriales Anagrama, Penguin Random House y Fondo de Cultura Económica invitan  a dibujar un nuevo mapa de la circulación de la literatura en nuestra lengua.

Por: Jorge Carrión

The New York Times (Es)

Los recientes cambios en la dirección de las editoriales Anagrama, Penguin Random House y Fondo de Cultura Económica invitan a dibujar un nuevo mapa de la circulación de la literatura en nuestra lengua. A juzgar por los últimos estudios, en Iberoamérica se publican más de 250.000 nuevos títulos al año. En el núcleo de esa importante industria (un 20 por ciento del total) se encuentran los libros de literatura, ese lugar de encuentro entre, al menos, un lector y un escritor a través de un editor.

Si Un día en la vida de un editor, la crónica autobiográfica que da título al volumen que acaba de publicar Jorge Herralde, hubiera sido escrita a la manera de Un día en la vida, ese texto increíble en que Ricardo Piglia resume toda su existencia en una única jornada infinita, la mañana del editor español hubiera transcurrido en la sede de Anagrama en Barcelona, la tarde en diversas ferias literarias europeas, como la de Fráncfort o la de Londres, y la noche en Ciudad de México, Guadalajara, Buenos Aires o Santiago de Chile.

En esas tres zonas —España, Europa y América Latina— se ubican los artículos, discursos, correspondencia y entrevistas que conforman ese libro obligatorio para cualquier lector interesado en la historia de la edición en nuestra lengua. La apuesta de Anagrama por la publicación de libros de los tres ámbitos, no obstante, no siempre ha sido equilibrado en sus cincuenta años exactos de historia. Mientras que la literatura inglesa o italiana han sido protagonistas constantes del catálogo, la española y la latinoamericana en cambio han ido alterando sus porcentajes y sus pesos específicos.

Cuando en 1983 creó su prestigioso premio de novela, Herralde ya tenía claro que se estaba convirtiendo en una leyenda: le puso su propio apellido. El primer ganador fue el español Álvaro Pombo (por El héroe de las mansardas de Mansard); el segundo fue el mexicano Sergio Pitol (por Vals de Mefisto); pero durante las trece siguientes convocatorias los ganadores fueron invariablemente españoles. En el cómputo total, de hecho, ese exceso pesa de un modo determinante: trece premiados de América Latina contra veintidós de España.

De los últimos nueve libros publicados en Narrativas Hispánicas en lo que va del año, ocho son de autores españoles y solo uno de una escritora latinoamericana (Opus Gelber. Retrato de un pianista, de Leila Guerriero). Hay que retroceder a 2006 para observar un desequilibrio parecido en el catálogo de Anagrama. Como para señalar ese flashback o retrospectiva, El pasado, de Alan Pauls, Premio Herralde 2003, se acaba de publicar en Literatura Random House Argentina.

Los autores españoles son también mayoría en la colección Nuevos Cuadernos Anagrama, uno de los sellos de identidad de la nueva etapa, con Silvia Sesé como directora editorial.

Le pregunto por esa cuestión y me responde que los libros de Alejandra Costamagna, Álvaro Enrigue y María Gainza que publicaron a finales del año pasado siguen muy vivos y que durante este 2019 aparecerán, entre otros títulos de autores latinoamericanos, los nuevos de Juan Villoro, Alejandro Zambra, Ariana Harwicz, Pedro Juan Gutiérrez, Roger Bartra y Martín Caparrós. En la próxima FIL de Guadalajara se dará a conocer, además, el ganador del primer premio de crónica Sergio González Rodríguez.

La transición entre Herralde y Sesé ha coincidido con la inesperada muerte de Claudio López Lamadrid, director editorial de la división en español del grupo Penguin Random House. Sus funciones han sido distribuidas entre dos editores del grupo, Pilar Reyes, del sello Alfaguara, y Miguel Aguilar, hasta hace unos meses responsable de Debate.

“No vamos a cambiar nuestras líneas, como grupo, y desde luego Alfaguara y Literatura Random House van a seguir siendo un espacio de diálogo de los grandes escritores internacionales con un papel fundamental para la lengua castellana”, me responden con una única voz en un correo electrónico en que les he preguntado sobre cuál va a ser su política a partir de ahora. Se puede resumir en una palabra: continuidad.

Desde hace cinco años el proyecto Mapa de las Lenguas impulsa que las diferentes sedes del grupo Penguin Random House publiquen, bajo las marcas Alfaguara y Literatura Random House, autores del catálogo provenientes de otros países de América Latina y de España.

“En Mapa de las Lenguas estamos publicando veinte títulos de autores americanos, diez por sello, aparte de los que salen en el sello mismo”, prosiguen Reyes y Aguilar. En estos momentos ambas editoriales están editando en España y en Colombia más autores latinoamericanos que españoles o colombianos, respectivamente; mientras que las sedes de México y, sobre todo, de Argentina se inclinan en cambio hacia los títulos locales.

A los cambios en la dirección editorial de Anagrama, Alfaguara y Literatura Random House se ha sumado el giro del Fondo de Cultura Económica, que desde hace dos meses dirige Paco Ignacio Taibo II. No es casual que la polémica carta de Andrés Manuel López Obrador, en la que a finales de marzo pidió que España se disculpara por la Conquista, coincidiera con la designación de Horacio González (director de la Biblioteca Nacional durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner) como máximo responsable de la rama de FCE en Argentina.

“Tenemos que ser una transnacional latinoamericana y de izquierda”, afirma Taibo desde Ciudad de México. “Yo vine aquí, al Fondo, a militar, no a ser funcionario, por eso hemos llevado a cabo un plan de choque, que ha consistido en ir a la calle, que es donde está la verdad, a ferias del libro chiquitas, a zonas de conflicto, a escuelas normales, a cubrir el territorio”, añade.

En un tiempo asombroso —poco más de setenta días— ya han visto la luz los primeros siete libros de la colección Vientos del Pueblo. Y se han puesto a la venta con grandes descuentos cientos de miles de libros que acumulaban polvo en los almacenes, reactivando de paso las librerías de la red. “Planeamos abrir una en Montevideo y otra en La Habana”, dice Taibo, al tiempo que los nuevos directores del FCE en Buenos Aires, Santiago de Chile o Bogotá deberán cumplir la misión de convertir las de esas ciudades en efervescentes centros culturales.

“España es el hueso más duro de roer, no va a ser nada fácil que vuelva a fluir la literatura entre las dos orillas, de momento hay que apostar por la presencia de nuevos autores españoles en las principales ferias de América Latina y por coediciones que abaraten el precio de sus libros aquí”, afirma el exdirector de la Semana Negra de Gijón. Taibo también ha llegado a acuerdos para lanzar ediciones mexicanas de libros de Akal, Alianza Editorial, Planeta, Random House, Océano, Anagrama y otros sellos, tanto de literatura en castellano como de traducciones.

En su imprescindible texto “Diez años sin Bolaño”, que se publica en Un día en la vida de un editor junto con la correspondencia que explica la recepción del escritor en Estados Unidos, Herralde concluye con una cita del escritor chileno: “El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y esa es nuestra suerte”.

Esas palabras no solo explican la realidad en general, sino también las complejas y extrañas dinámicas de la edición en nuestra lengua, que para bien o para mal siguen siendo principalmente locales y nacionales no solo en lo que respecta al continente, sino —tal vez sobre todo— a los contenidos.

Porque obras como la de Bolaño, expansiva e iberoamericana, con tramas y referencias y personajes que atraviesan el océano Atlántico, continúan siendo minoritarias al final de la segunda década del siglo XXI. Predominan las novelas que no salen de una ciudad, a lo sumo un país, de una tradición literaria nacional, como las editoriales que las ayudan a encontrar lectores.

El tiempo dirá si Silvia Sesé, Pilar Reyes, Miguel Aguilar y Paco Ignacio Taibo II lograrán reforzar las redes que ya existen. Y si quienes escriben sabrán acompañarlas y representarlas. Y si quienes leen se sentirán parte de ese espacio iberoamericano, textual, común.

Albinson Linares colaboró con este artículo desde Ciudad de México.


Tomado del portal del diario The New York Times (Es)