El Papa en la audiencia: “Dios misericordioso es el único que puede liberar del pecado’

Su amor es más grande que nuestro pecado,  “él nunca nos abandona”, así inició la catequesis de este día el Papa Francisco.

 

“Quien ora con este Salmo busca el perdón, confiesa su propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y luego pide todavía gracia y misericordia”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del último miércoles de marzo, la importancia de la misericordia en el Antiguo Testamento.

 

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma meditó el Salmo 51, llamado Miserere. “Se trata de una oración penitencial en la cual la súplica de perdón es precedida por la confesión de la culpa – afirmó el Pontífice – y en la cual el orante, dejándose purificar por el amor del Señor, se convierte en una nueva creatura, capaz de obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera”.

Recordando los hechos de la historia del rey David y su pecado con Betsabé, precisó el Papa que es el profeta Natán quien le revela su culpa y lo ayuda a reconocerlo. Por ello, “quien ora con este Salmo – señaló el Santo Padre – está invitado a tener los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David cuando se arrepintió, y se humilló si tener temor de confesar su culpa y mostrar su propia miseria al Señor, pero convencido de la certeza de su misericordia”.

Este salmo, dijo el Obispo de Roma, es una invocación dirigida al Dios de misericordia. Es un llamado a Dios, el único que puede liberar del pecado. En esta oración, agregó el Papa, se manifiesta la verdadera necesidad del hombre: “la única cosa de la cual tenemos verdaderamente necesidad en nuestra vida es aquella de ser perdonados, liberados del mal y de sus consecuencias de muerte”.

“En este sentido, precisa el Sucesor de Pedro, quien ora con este Salmo busca el perdón, confiesa su propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y luego pide todavía gracia y misericordia. El salmista confía en la bondad de Dios, sabe que el perdón divino es sumamente eficaz, porque crea lo que dice. No esconde el pecado, sino lo destruye y lo borra. Por eso el penitente se hace puro, toda mancha es eliminada y él ahora es más blanco que la nieve incontaminada”.

 

(Radio Vaticano – News.va)