El Papa en Santa Marta: la fe vence al espíritu del mundo que divide

Foto: Vatican Media

Si no amas a tu hermano, no puedes amar a Dios. Lo recuerda el Papa esta mañana en la Misa en la Casa Santa Marta subrayando que es la fe la que da la fuerza para rezar por todos, incluso por los enemigos, para no dejar crecer los sentimientos de celos y envidia, y para no chismosear

Por: Debora Donnini – Ciudad del Vaticano

Vatican News

Para amar a Dios concretamente, hay que amar a los hermanos, es decir, rezar por ellos, simpáticos y no simpáticos, incluso por el “enemigo”, no dar espacio a sentimientos de celos y envidia, y no dar lugar a “habladurías “que destruyen a las personas.  Es una fuerte exhortación al amor, la que el Papa dirigió esta mañana, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta. Es la fe, que da la fuerza de amar así, la fe la que vence al espíritu del mundo, que miente y divide.

El espíritu del mundo es mentiroso

La reflexión de Francisco se desarrolla a partir de la Primera Carta de San Juan Apóstol (1 Jn 4, 19 – 5, 4) propuesta por la Liturgia de hoy. El apóstol Juan habla, en efecto, de “mundanidad”. Cuando dice: “Los que son generados por Dios son capaces de vencer al mundo”, habla de la “lucha de todos los días” contra el espíritu del mundo, que es “mentiroso”, es un “espíritu de apariencias, sin consistencia”, mientras que “el Espíritu de Dios es verdadero”. “El espíritu del mundo es el espíritu de la vanidad, de las cosas que no tienen fuerza, que no tienen fundamento y que caerán”, subraya Francisco. Como los dulces que se ofrecen en Carnaval, las crepes – llamadas en dialecto “las mentiras”- no son consistentes, sino “llenas de aire”, así es el espíritu del mundo: “lleno de aire” y engaña porque es “hijo del padre de la mentira”.

El espíritu del mundo siempre divide a la familia, a la comunidad y a la sociedad

El apóstol nos ofrece el camino hacia la concreción del Espíritu de Dios, que “no va por las fantasías”: el decir y el hacer son la misma cosa. “Si tienes el Espíritu de Dios” – recuerda el Papa – harás las cosas buenas. Y el apóstol Juan dice algo “cotidiano”: “El que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”. “Si no puedes amar algo que ves, ¿cómo es que vas a amar algo que no puedes ver? Esa es la fantasía”, enfatiza Francisco, exhortándo a amar “lo que ves, lo que puedes tocar, lo que es real”. Y no las fantasías que no ves”.

“Si no eres capaz de amar a Dios en la práctica, no es verdad que amas a Dios. Y el espíritu del mundo es un espíritu de división y cuando se mete en la familia, en la comunidad, en la sociedad, siempre crea divisiones: siempre. Y las divisiones crecen y vienen el odio y la guerra… Juan va más allá y dice: “Si uno dice: ‘Yo amo a Dios’ y odia a su hermano, es un mentiroso”, es decir, un hijo del espíritu del mundo, que es pura mentira, pura apariencia. Y esto es algo sobre lo que os hará bien pensar: ¿Yo amo a Dios? Vayamos a la piedra de comparación y veamos cómo tú amas al hermano: veamos cómo  tú lo amas”.

El Papa Francisco se detiene, por tanto, en los tres signos que indican que no se ama al hermano. Se puede sonreír de muchas maneras: incluso en el circo los payasos sonríen y muchas veces lloran en sus corazones. Ante todo, pues, el Papa nos exhorta a rezar por nuestro prójimo, incluso por aquella persona que “me está antipática” y que sé que “no me quiere”, incluso por aquel que “me odia”, incluso por “el enemigo”, como dijo Jesús. Si no rezo, es una señal de que no me amo:

“La primera señal, la pregunta que todos tenemos que hacernos es: ¿rezo por las personas? Por todas ellas, concretas, las que me están simpáticas y las que me están antipáticas, las que son amigas y las que no lo son. Primero. Segunda señal: cuando siento en mi interior sentimientos de celos, envidia y quiero desearle daño o no… es una señal de que no amas. Detente ahí. No dejes que estos sentimientos crezcan. Son peligrosos. No dejes que crezcan. Y entonces, la señal más diaria de que no amo a mi prójimo y por lo tanto no puedo decir que amo a Dios, son las habladurías. Pongámonos en el corazón y en la cabeza, claramente: si yo chismoseo, no amo a Dios porque el chisme estoy destruyendo a esa persona. Las habladurías son como un caramelo de miel, que también es bueno, uno al otro y al otro y luego el estómago se arruina, con muchos caramelos…. Porque es agradable, es “dulce” hablar, parece algo bueno; pero destruye. Y esa es la señal de que tú no amas”.

En la lucha contra el espíritu del mundo, es necesaria la fe

Si una persona deja de chismosear en su vida, “diría que está muy cerca de Dios”, porque -explica Francisco- no hablar “custodia al prójimo, custodia a Dios en su prójimo.

“Y el espíritu del mundo es vencido con este espíritu de fe: creer que Dios está en mi hermano, en mi hermana. La victoria que ha ganado en el mundo es nuestra fe. Sólo con tanta fe se puede recorrer este camino, no con pensamientos humanos de sentido común… no, no: son inútiles. Ayudan, pero no sirven para esta lucha. Sólo la fe nos dará la fuerza para no chismosear, para rezar por todos, incluso por nuestros enemigos, y para no dejar crecer los sentimientos de celos y envidia. Con este pasaje de la Primera Carta de San Juan Apóstol, el Señor nos pide concreción en el amor. Amar a Dios: pero si no amas a tu hermano, no puedes amar a Dios. Y si dices que amas a tu hermano pero no lo amas, lo odias, eres un mentiroso”.


Tomado del portal Vatican Media