El Papa Francisco se encuentra con los sacerdotes y religiosos de Macedonia

Foto: Vatican Media

El papa se encontró con los sacerdotes, sus familias y religiosos en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús y sede de la diócesis de Skopie, feliz de ver a la Iglesia respirando con sus dos pulmones, el de rito latino y bizantino

Por: Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

Vatican News

“Vuestro testimonio tiene ese “aroma evangélico” de las primeras comunidades. Recordemos «el Nuevo Testamento cuando se habla de “la iglesia que se reúne en la casa”. El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa. Es inolvidable la escena pintada en el Apocalipsis: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo”. Así se delinea una casa que lleva en su interior la presencia de Dios, la oración común y por lo tanto la bendición del Señor». Así testimonian vivamente cómo «la fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él». No desde lo que nos gustaría que fuese, no como “perfectos” o inmaculados, sino en la precariedad de nuestras vidas, de nuestras familias ungidas todos los días en la confianza del amor incondicional que Dios nos tiene”.

Es así como Francisco se dirigió a los religiosos y sus familias, recordando que la confianza nos lleva, como dijo uno de los testimonios, el padre Goce, a desarrollar unas dimensiones tan importantes como olvidadas en una sociedad consumida por las relaciones frenéticas y superficiales: las dimensiones de la ternura, la paciencia y la compasión hacia los otros. Me gusta siempre pensar en cada familia como «icono de la familia de Nazaret, dijo, con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas familias de prófugos miserables y hambrientos»; son capaces, por medio de la fe amasada en esas luchas cotidianas, de «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura».

La Iglesia respirando con sus dos pulmones

“Vivo con especial gratitud este momento en que puedo ver a la Iglesia respirando plenamente con sus dos pulmones —rito latino y rito bizantino— para llenarse del aire siempre nuevo y renovador del Espíritu Santo. Dos pulmones necesarios, complementarios, que nos ayudan a gustar mejor la belleza del Señor. Demos gracias por la posibilidad de respirar juntos, a pleno pulmón, lo bueno que el Señor ha sido con nosotros”.

Otro testimonio hablaba que son pocos y sobre el riesgo de ceder a cierto complejo de inferioridad, al respecto el Papa pensó en la imagen de María, qué tomando una libra de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. El evangelista termina describiéndonos la escena diciendo: «La casa se llenó de la fragancia del perfume». Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible.

Hacer números sólo para ser más solidarios

Y es que como dijo el Papa en muchas situaciones sentimos la necesidad de hacer números: comenzamos a mirar cuantos somos… y somos pocos, después vemos la cantidad de casas y obras que hay que sostener… y son muchas… Pero el “hacer números”, dijo, nos puede llevar a la tentación de mirarnos demasiado a nosotros mismos, y encorvados sobre nuestra realidad y miserias podemos terminar casi como los discípulos de Emaús, proclamando el kerigma con nuestros labios mientras nuestro corazón se encierra en un silencio marcado por una sutil frustración que le impide sentir a Aquel que camina a nuestro lado que es fuente de gozo y alegría.

“Hacer números” es necesario, dijo, siempre que nos ayude a descubrir y a ponernos en contacto con tantas vidas y situaciones que a diario tienen dificultad para hacer cuadrar los números: familias que no pueden salir adelante, personas ancianas y solas, enfermos postrados en cama, jóvenes entristecidos y sin futuro, pobres que nos recuerdan lo que somos; una Iglesia de mendicantes necesitados de la misericordia del Señor. Sólo es lícito “hacer números” si esto nos permite ponernos en movimiento para volvernos solidarios, atentos, comprensivos y solícitos para tocar los cansancios y la precariedad en la que están sumergidos tantos hermanos nuestros y necesitados de una Unción que los levante y los cure en su esperanza. Sólo es lícito hacer números para decir con fuerza e implorar con nuestro pueblo: “Ven, Señor Jesús”.

Madre Teresa nunca tuvo miedo de gastar su vida por amor

Madre Teresa, dijo el Papa, fue un signo concreto de cómo la precariedad de una persona, ungida por el Señor, fue capaz de impregnarlo todo cuando el perfume de las bienaventuranzas se derramó sobre los pies cansados de nuestra humanidad. Cuántos encontraron calma gracias a la ternura de su mirada, se sintieron confortados con sus caricias, aliviados con su esperanza y alimentados con la valentía de su fe capaz de hacer sentir a los más olvidados que Dios no los olvidaba. La historia la escriben esas personas que no tienen miedo a gastar su vida por amor: cada vez que lo habéis hecho con el más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho.

Tras hablar del testimonio de otro religioso, Davor, el Papa dijo, “fuiste muy claro: lo que te salvó del carrerismo fue volver a la vocación primera, y salir a buscar al Señor resucitado allí donde se le podía encontrar. Dejando seguridades, saliste para caminar las calles, las plazas de esta ciudad, ahí sentiste cómo se renovaba tu vocación y tu vida; bajando a la vida cotidiana de tus hermanos para compartir y ungir con el perfume del Espíritu, tu corazón sacerdotal comenzó a latir de nuevo con mayor intensidad”.

“Muchas veces gastamos nuestras energías y recursos, nuestras reuniones, discusiones y programaciones en conservar enfoques, ritmos, encuadres, que no sólo no entusiasman a nadie, sino que son incapaces de aportar un poco de ese aroma evangélico que conforte y abra caminos de esperanza, privándonos de ese encuentro personal con los otros. Qué justas las palabras de Madre Teresa: «Lo que no me sirve, me pesa»[1]. Dejemos todos los pesos que nos separan de la misión e impiden que el perfume de la misericordia llegue al rostro de nuestros hermanos. Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible”.


Tomado de portal Vatican News