Evangelio del día: jueves 23 de junio

Lectura de Santo Evangelio según San Lucas 22, 14-20
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
Celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y al acoger el testimonio del Evangelio agradecemos la voluntad divina de instituir el sacerdocio y la Eucaristía como expresión del amor donado a plenitud para nuestra vida y salvación. Al despedirse, Jesús promete su presencia viva en la Eucaristía y encomienda a sus apóstoles: “haced esto en conmemoración mía”. La Eucaristía y el sacerdocio son regalos del amor de Cristo a la humanidad.
Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote, “quiso elegir a algunos en particular, para que, ejerciendo públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal en favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de maestro, sacerdote y pastor. Él mismo, enviado por el Padre, envió a su vez a los Apóstoles por el mundo, para continuar sin interrupción su obra de Maestro, Sacerdote y Pastor por medio de ellos y de los Obispos, sus sucesores. Y los presbíteros son colaboradores de los Obispos, con quienes en unidad de sacerdocio, son llamados al servicio del Pueblo de Dios”, enseña el Papa Francisco.
Al celebrar esta fiesta estamos invitados a dar gracias por el don del sacerdocio. ¿Qué es un sacerdote? Es un hombre escogido entre sus hermanos; “Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad…” (Hbr. 5. 1-4).
El sacerdocio de la Nueva Alianza es elegido para anunciar el Evangelio, apacentar al Pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el sacrificio del Señor. Participando del sacerdocio de Cristo, los sacerdotes están llamados a transmitir la Palabra de Dios con alegría para confirmar el don de la fe. En el rito de ordenación el obispo le dice al nuevo sacerdote: “Procurad creer lo que leéis, enseñar lo que creéis y practicar lo que enseñáis”.
El sacerdocio es un don del amor de Dios que quiere que todos los hombres se salven. Por esta razón el sacerdote recibe la función de santificar en nombre de Cristo. En una ordenación sacerdotal el Papa Francisco decía: “Por medio de vuestro ministerio alcanzará su plenitud el sacrificio espiritual de los fieles, que por vuestras manos, junto con ellos, será ofrecido sobre el altar, unido al sacrificio de Cristo… Introduciréis a los hombres en el Pueblo de Dios por el Bautismo. Perdonaréis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el sacramento de la Penitencia. Y hoy os pido en nombre de Cristo y de la Iglesia: Por favor, no os canséis de ser misericordiosos. A los enfermos les daréis el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: no sintáis vergüenza de mostrar ternura con los ancianos. Al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la oración de alabanza y de súplica, os haréis voz del Pueblo de Dios y de toda la humanidad”.
Siguiendo el mandato del Señor, roguemos al Buen Pastor que conceda a la Iglesia y a la humanidad sacerdotes según su corazón; que no falten hombres generosos, dispuestos a responder al llamado del Señor. Pidamos el don de la perseverancia para los seminaristas y santificación de los sacerdotes. No dejemos de sostener a los sacerdotes con nuestra oración.

P. John Jaime Ramírez Feria