Evangelio del día: jueves 5 de mayo de 2022

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 6,44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: – «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ese ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
“El que cree tiene vida eterna”. El discurso del Pan de Vida sigue avanzando; de la búsqueda de Jesús al paso de la fe, del creer en él al acoger su Palabra hasta encontrar en la Eucaristía el verdadero alimento que da vida eterna.
Un signo de la presencia de Dios que se conservaba en la memoria del pueblo judío era el maná caído del cielo con el que se alimentó al pasar por el desierto. Ahora Jesús se presenta como el verdadero Pan que da vida y eternidad; es él la presencia viva de Dios que acompaña a su nuevo pueblo que ha sido adquirido a precio de su Sangre derramada, del sacrificio del Cordero de Dios que quita el Pecado del mundo. Entonces esta verdad revelada por el mismo Jesucristo nos pone en la dinámica del Amor que se entrega totalmente.
Aparece en el discurso una promesa que se cumpliría en la Última Cena y que la Iglesia continúa celebrando en conmemoración del Señor: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Somos invitados a comer el nuevo Pan, el nuevo Cordero Pascual que es Jesús mismo; él nos da fuerza y vida para el camino hasta llegar al cielo.
“Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros, comenta el Papa Francisco; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho o hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar. Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. A través de la Eucaristía, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida. Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna”.
Finalicemos recordando lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia: “En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: “Tomó pan…”, “tomó el cáliz lleno de vino…”. Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación” (CEC 1333).

P. John Jaime Ramírez Feria