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jueves, octubre 10, 2024

Evangelio del día: lunes 1 de agosto

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: «Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
Jesús se conmueve al encontrarse con un gentío que lo espera y cura a sus enfermos; una muchedumbre “cansaba y abatida como ovejas sin pastor“ le hace pedazos el corazón y mueve a los discípulos al compromiso porque es necesario darle de comer a la multitud.

Están al despoblado, lejos de las aldeas y de las ciudades, y Jesús no puede ser indiferente ante la necesidad material de la multitud; los discípulos le presentan los límites humanos y Jesús responde con el signo del pan haciéndolos partícipes de la solución, enseñándoles el valor del compartir. En el milagro de la multiplicación de los panes y los peces resuenan mensajes que nos enseñan el corazón del Evangelio. La búsqueda ansiosa del Señor se ve colmada con la experiencia del encuentro con su compasión, esa fuerza del amor que vence la indiferencia y desata el poder de la comunión y de la fraternidad.

“Así era Jesús: siempre con la compasión, siempre pensando en los demás. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío. Jesús es capaz de conmoverse. .. También aquel día, el Maestro se dedicó a la gente. Su compasión no es un vago sentimiento; en cambio muestra toda la fuerza de su voluntad por estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama tanto. Tanto nos ama, Jesús. Y quiere estar cerca de nosotros”, comenta el Papa Francisco.

Y todos quedaron saciados. Busquemos a Jesús porque solo él llena nuestro corazón y nuestra vida con su ternura y compasión. Él se detiene ante nuestra fragilidad para redimirla, nos sostiene cuando pasamos por el desierto y nos encontramos con nuestra vulnerabilidad humana. Él nos sacia con su Palabra, con su presencia real, con el don del pan Eucarístico. Él inquieta nuestro corazón para asumir sus sentimientos porque quien ha experimentado la compasión de Dios no puede permanecer indiferente cuando se encuentra con la necesidad de los hermanos. Dice el Papa Francisco que “nos disgregamos cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos para ocupar los primeros puestos, cuando no encontramos la valentía de testimoniar la caridad, cuando no somos capaces de ofrecer esperanza. La Eucaristía nos permite no disgregarnos porque es vínculo de comunión, es cumplimiento de la Alianza, signo viviente del amor de Cristo que se ha humillado e inmolado para que nosotros permaneciéramos unidos. Participando en la Eucaristía y nutriéndonos de ella, estamos dentro de un camino que no admite divisiones”.

P. John Jaime Ramírez Feria

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