Evangelio del día: Miércoles 5 de mayo

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vida, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
Permanecer unidos al Señor. Esta es la invitación que el Evangelio de hoy nos presenta por medio de la alegoría de la vid. El Señor está sentado a la mesa con sus discípulos y en el discurso de despedida les desvela la profundidad de su corazón. Es la invitación a permanecer unidos a Él, teniendo como fundamento la entrega total de su amor.
Y, ¿cómo permanecer en el Señor? En primer lugar debemos señalar que es necesario reconocer que el creyente le pertenece al Señor, y esto comporta una conciencia de vivir en una relación íntima con Él. No es una relación teórica, imaginaria o circunstancial; es una relación vital que vincula toda la existencia.
Somos del Señor y sólo en comunión con Él, la vida de la gracia fluirá en nosotros y a través de nosotros. Gracia que se nos da a través de la vida de la Iglesia; por ella nos nutrimos con los sacramentos. La Eucaristía nos comunica la vida de Dios, la Confesión restaura la alianza que ha sido rota por el pecado. En la Iglesia permanecemos en la Palabra que viene custodiada y enseñada; en Ella estamos invitados a perseverar en la oración y en la caridad como el único Cuerpo de Cristo.
Así lo enseña el Papa Benedicto XVI: “Permanecer en Cristo significa, como ya hemos visto, permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos. En esta comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. Juntos resistimos a las tempestades y ofrecemos protección unos a otros. Nosotros no creemos solos, creemos con toda la Iglesia de todo lugar y de todo tiempo, con la Iglesia que está en el cielo y en la tierra”.
Y esta pertenencia al Señor incluye el dejarnos podar para producir un mayor fruto: “… a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto”. Esta acción de Dios nos llama a la disciplina para que podamos vivir en armonía con su Palabra; como dice la Carta a los Hebreos: “Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige…Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure. Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hb. 12, 7.14).
Finalmente, afirmamos que el propósito de vivir en comunión con el Señor es dar fruto abundante que glorifique a Dios. Y para alcanzarlo debemos permanecer unidos a Él, unidos a su Palabra, dejándonos nutrir por la savia de la Gracia. Por medio de la vida de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, confirmamos el sentido profundo de pertenecer al Señor y vivir para Él y con Él.

P. John Jaime Ramírez Feria