Evangelio del día: Miércoles 8 de junio

Lectura del santo evangelio según San Mateo 5,17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».
Palabra del Señor, Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación
En el evangelio de hoy, Jesús se presenta como plenitud de la Ley y los profetas. Como lo testifica el autor sagrado, “muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo” (Hb. 1,1-2). Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra Eterna que puso su morada entre nosotros; es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, es el Emmanuel, el Dios con nosotros que ha venido para dar vida y vida en abundancia.
En el Antiguo Testamento Dios fue guiando al pueblo que Él eligió y por medio del cumplimiento de la Ley el pueblo manifestaba su fidelidad a Yahvé; “Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11) (Catecismo de la Iglesia 64).
Y en la plenitud de los tiempos, Dios estableció la alianza nueva y definitiva enviando al Salvador del Pueblo y por Él y a través de Él, manifiesta esta realidad: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. Jesús pone la plenitud de la ley en la realización del Reino de Dios en la historia y con su resurrección manifiesta el amor pleno de Dios que debe animar y hacerse vida en los creyentes.
El seguimiento al Señor no se limita a la observancia ritualista de un código de normas sino que el amor, como respuesta a Aquel que ha amado hasta el extremo, debe ser la experiencia viva de la plenitud de la nueva vida en el Espíritu del Resucitado.
Así lo enseña San Pablo cuando invita a los creyentes a vivir la verdadera liberación que trae el Evangelio de Jesús; liberación que es profunda, total y definitiva. La verdadera vida y libertad del creyente consiste en conformarse a Cristo, dejándose guiar por el Espíritu para expresar en su vida el núcleo profundo de la Ley: el amor a Dios y al prójimo.
Una aplicación de este mensaje del Señor es el reconocimiento que “la ética cristiana debe ser elaborada a partir de Jesucristo. Él, como Hijo del Padre, realizó en el mundo toda la voluntad de Dios (todo lo que es debido) y lo hizo «por nosotros». Así nosotros recibimos de Él que es la norma concreta y plena de toda actividad moral, la libertad de cumplir la voluntad de Dios y de vivir nuestro destino de hijos libres del Padre”. (H.U. Von Balthasar).

P. John Jaime Ramírez Feria