Evangelio del día: sábado 24 de septiembre de 2022

Lectura del Santo Evangelio según Lucas 9, 43b-45
Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
Los discípulos no entienden las palabras de Jesús que les habla de la cruz. No entienden ni aceptan la idea de un Mesías sufriente, siervo de los hermanos; siguen soñando un mesías glorioso. La admiración que se despierta por las obras que hace el Señor parece confirmar el mesías triunfalista.
Jesús no alimenta falsas expectativas; de camino hace el anuncio de la cruz. Él ha asumido la misión que le ha encomendado el Padre. Al hablar de su pasión, muerte y resurrección Jesús les habla del camino de la entrega. Abraza la misión y desea que sus discípulos caminen con él.
El camino de la cruz que el Señor recorre es camino de plenitud, de donación y de vida. Camino de plenitud que lo lleva a decir: “Todo está consumado”, el grito de plenitud de aquel viernes santo. Camino de donación porque “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo Único para que todo el que crea en él se salve y tenga vida eterna”. Camino de vida porque “Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”. Jesús no renuncia a la cruz, la abraza diciendo: “¡He aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh Dios, tu voluntad!”
Dice el Papa Francisco que “La Cruz nos da miedo también en la obra de evangelización, pero está la regla que el discípulo no es más grande del Maestro. Está la regla que no hay redención sin la efusión de la sangre, no hay obra apostólica fecunda sin la Cruz”.
También hoy se da una resistencia a la cruz aunque se luzca en bellos pendientes. En muchos escenarios la cruz va desapareciendo porque incomoda. San Pablo advierte esto diciendo: “Porque son muchos y ahora os lo digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 3, 18). Contemplar al Crucificado siempre inquieta porque rompe todo argumento de soberbia y orgullo. Dice un autor: “Satanás el orgulloso y soberbio odia la cruz porque Jesucristo, humilde y obediente, lo venció en ella “humillándose a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”, y así transformo la cruz en victoria: “…por lo cual Dios le ensalzó y le dio un nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2, 8-9)”.
Entonces, no se trata de llevar cruces de lujo o ponerlas como bellos adornos; es necesario contemplar el poder del Crucificado y encontrar en él la verdad de Dios y del hombre. La verdad de Dios porque la cruz revela el amor personal e incondicional de Dios, amor que salva. Encontramos la verdad del hombre porque por la Muerte y la resurrección de Jesucristo se nos da la Salvación y la vida verdadera.

P. John Jaime Ramírez Feria