Evangelio del día: viernes 26 de agosto de 2022

Imagen: Pixabay

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditación:
Prudencia, vigilancia y disponibilidad. El pasaje del Evangelio de hoy es una invitación a estar siempre atentos, con las lámparas encendidas y con las alcuzas llenas, para poder responder al llamado de Dios y así ponernos en camino cumpliendo la misión que se nos confía. La Parábola de las diez vírgenes que aguardaban la llegada del novio nos ponen de frente a la necesidad de practicar algunas virtudes fundamentales: la prudencia, la vigilancia y la disponibilidad.
La prudencia es la madre y el fundamento de las restantes virtudes cardinales: justicia fortaleza y templanza, es decir, sólo la prudencia perfecciona el obrar de la persona y le da conocimiento de la realidad, conciencia de la situación y ordena el querer y el obrar. En este sentido, la persona imprudente se lanza a la acción sin deliberación, es decir, a ciegas, es inconstante y no da una respuesta a las situaciones que debe asumir. Es lo que vemos reflejado en la parábola; no bastaba con ponerse en camino para llevar las lámparas, era necesario ser precavido para ver las situaciones con mayor amplitud; era necesaria la preparación para responder a cualquier eventualidad. Las vírgenes necias se llevaron sólo las lámparas, sin pensar en llevarse un poco de aceite de reserva.
En muchas ocasiones de la vida nos podemos “dormir” y la vigilancia que nos exige la existencia viene descuidada. No vigilamos en la familia y vemos que se debilita el aceite de la unidad, del perdón, de la entrega sincera, de la búsqueda del bien del otro; lo mas delicado es pensar que el “aceite es suficiente”. No vigilamos y nuestra vida espiritual se acomoda, se relaja, cayendo en la rutina y perdiendo el sentido de lo sagrado. La oración se debilita, la práctica de la vida cristiana se estanca y no ejercitamos la fe, la caridad y la esperanza. Sin prudencia no hay vigilancia, sin vigilancia no hay disponibilidad para el compromiso.
Ante el llamado del Señor a entrar a la fiesta de la salvación sintámonos corresponsables, asumiendo una actitud permanente de disponibilidad, de tal manera que nuestro querer y obrar nos conduzcan a no excluirnos de la experiencia de la cercanía y la plenitud de la vida en el Señor.

P. John Jaime Ramírez Feria