Evangelio del día: viernes 5 de agosto

Lectura del santo Evangelio según Mateo 16,24-28
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.»

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Meditación
El Evangelio que hoy compartimos nos presenta a Jesús que habla sobre el significado del discipulado; quien quiera seguirlo asumirá en libertad la cruz, es decir, el camino de obediencia a la voluntad del Padre.

Escribe un autor, refiriéndose al anuncio del Señor: “La Cruz es consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús: revelar la Buena Nueva de que Dios es Padre y que, por tanto, todos y todas deben ser aceptados y tratados como hermanos y hermanas. A causa de este anuncio revolucionario, Jesús fue perseguido y no tuvo miedo a dar su vida. No hay prueba de amor más grande que dar la vida por los hermanos (Jn 15,13)”. El camino propuesto por Jesús no es el de un cristianismo aplaudido y de honores humanos, tampoco el cristianismo amoldado al querer y gusto de cada uno; el camino de la cruz indica la opción por el amor entregado, el amor que encuentra su plenitud en la docilidad a Dios; el alcance de la opción por la cruz viene testimoniado por san Pablo cuando escribe: “Por mí, no quiero sentirme orgulloso de nada, sino de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo, para el mundo (Gal 6,14)”.

Qué tentación vivimos los cristianos cuando queremos renunciar a la Cruz. Qué vacía es la fe cuando queremos a un Cristo sin la cruz. no hay cristianismo sin cruz, no hay gloria sin el poder del Madero. También hoy el Señor nos dice: “sígueme” y nos indica el camino: “abraza la cruz y entrega tu vida”.

Este es el testimonio de tantos cristianos de a pie; el testimonio de tantas madres que abrazan la vida de sus hijos y se entregan a sus familias sin reservas. Es el testimonio que tantos cristianos comprometidos con la trasformación de la realidad, que se comprometen con los vulnerables, que evangelizan con su vida, que viven con alegría y compromiso su condición de discípulos del Señor. Y en todos ellos se encuentra una motivación trascendental que brota de una vida tocada por la fuerza del Evangelio.

Como lo dice el Papa Francisco: «No se trata de una cruz ornamental, o de una cruz ideológica, sino que es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor —por los padres, los hijos, la familia, los amigos, también por los enemigos—, la cruz de la disponibilidad para ser solidarios con los pobres, para comprometerse por la justicia y la paz. Asumiendo esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. No debemos olvidar jamás que “quien perderá la propia vida [por Cristo], la salvará”. Es un perder para ganar.»

P. John Jaime Ramírez Feria