Evangelio del lunes, 21 de junio de 2021

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 7, 1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Meditación
El evangelio de hoy sigue la meditación sobre el Sermón del Monte que se encuentra en los capítulos 5 y 6 de Mateo; una catequesis que San Mateo organizó para enseñar a los judíos convertidos cómo debía ser la nueva manera de vivir la Ley de Dios.

El capítulo 7 centra la atención sobre una condición esencial del seguimiento nuevo al Señor: La vivencia comunitaria del evangelio. Es aquí donde se clarifica la seriedad de la respuesta y se abordan temas que no se pueden obviar; hoy el “no juzgar, y no seréis juzgados” como primera condición para una buena y fraterna convivencia.

Qué tarea tan grande presenta el Señor. Cuánto daño hacen las actitudes de condena a una persona, los juicios inmisericordes, las sentencias lapidarias; en el mundo de los estereotipos, prejuicios y etiquetas solo cabe el descarte, solo caben dos categorías: “resulto siendo el bueno, los otros son los malos, los que se equivocan”.

El camino propuesto es otro: el hermano no está para ser condenado, juzgándolo sin misericordia, se está para ayudar a crecer. ¿Bajo que óptica viene visto el prójimo? ¿Qué conciencia se tiene para asumir la propia debilidad que lleva a amar en la aceptación mutua, sin fingimiento ni hipocresías?

Por esto el ideal que el Maestro propone es liberador: liberarse primero de la viga en el ojo para poder ver con claridad al otro, sentirse responsable del bien del hermano, tener en alerta el corazón y la mente para vivir en comunidad lo que san Pablo enseña: “revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección” (Colosenses 3, 12-15).

Entonces, al confrontar la vida con el evangelio de hoy se suscita una súplica: “Señor dame un corazón capaz de probar misericordia para ver con nuevos ojos mi propia realidad y la realidad del hermano sin prejuicios, señalamientos e hipocresías; porque qué fácil es descuidar el corazón, el pensamiento y los labios para juzgar y condenar”.

P. John Jaime Ramírez Feria