Galería: Las guerras civiles de Centroamérica en los conflictos de hoy

Foto: Scott Wallace

El fotógrafo estadounidense Scott Wallace recuerda sus viajes por la región entre 1983 y 1990 para retratar los conflictos civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, cuyos ecos son visibles en los problemas actuales de violencia y migración.

Por: David González

The New York Times (Es)

El enfrentamiento de Estados Unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría se desarrolló en los años ochenta, con resultados mortíferos, en ciudades llenas y caseríos en América Central. Cientos de miles de personas murieron, ya fueran de guerrillas de izquierda en El Salvador y Guatemala o contras de derecha enfrentados al gobierno revolucionario sandinista en Nicaragua, y muchos otros huyeron hacia Estados Unidos.

Scott Wallace pasó buena parte de esa época en América Central, donde cubrió las guerras indirectas, cuyos efectos aún se sienten hoy en los debates sobre la migración desde esa zona, la violencia pandillera y hasta las discusiones de una posible intervención en Venezuela.

Debido a que la región centroamericana está apenas a unas horas en avión de Estados Unidos, es curioso que estas dos zonas parezcan estar tan desconectadas. Wallace, quien se interesó profundamente en América Latina en sus años universitarios, pensó que podría ayudar a actuar como un puente entre las zonas.

“Ejercimos una mano dura en América Latina, pero sin querer entender a la gente a la que estamos impactando”, dijo Wallace sobre los estadounidenses. El fotógrafo, que vivió en El Salvador, Nicaragua y Guatemala, agregó: “Hay cierta arrogancia cultural que debía atenderse”.

Las fotografías de Wallace de ese tiempo son parte de la exhibición In the Crosshairs: Dispatches from Central America, 1983-90, que estará hasta el 15 de marzo en la Universidad de Connecticut en Storrs, donde Wallace es profesor asociado de periodismo.

Wallace, de 64 años, se interesó en la fotografía desde su infancia gracias a la colección de libros fotográficos de su padre. Cuando estudiaba en la Universidad de Yale tomó un año sabático para aprender español en México y después viajó a Perú, donde participó en un proyecto de alfabetización en comunidades indígenas. Cuando regresó a la universidad reforzó sus estudios tanto del español como de América Latina.

Cuando terminó su maestría en la Universidad de Misuri, después de quedarle clara la brecha entre las realidades de los conflictos centroamericanos y lo poco que se entendían sus causas fuera de la región, decidió dedicarse a cubrir América Central. También lo motivaron sus memorias de la infancia en los años sesenta, cuando la guerra de Vietnam se transmitía por televisión en los hogares de estadounidenses.

“Parecía que iba a haber otro Vietnam en El Salvador y pensé que como periodista podría tener una influencia en la gente” en Estados Unidos, dijo Wallace, quien también es colaborador de National Geographic.

Cuando llegó a El Salvador en 1983 se encontró con un país en medio de un sangriento conflicto entre fuerzas insurgentes y un gobierno de derecha que usaba el terror y las ejecuciones extrajudiciales para mantenerse en el poder. Apenas dos años antes un batallón entrenado por estadounidenses había masacrado a cientos de personas en El Mozote y en 1980 un escuadrón de la muerte asesinó al arzobispo Óscar Romero —quien recientemente fue canonizado— mientras celebraba misa.

Como en otras partes de la región, el conflicto fue avivado por la brutal desigualdad social y económica entre la mayoría del pueblo y una pequeña élite enriquecida e influyente, con vínculos a Estados Unidos.

“El Salvador daba miedo, sobre todo la capital”, dijo Wallace. “Se sentía como que había gente terrible con intenciones malévolas moviéndose por las sombras y que te estaban vigilando. A la gente la mataban diario y tiraban los cuerpos en las calles. Pero había una parte de la sociedad salvadoreña que estaba en negación o a la que no le importaba. Eran circunstancias discordantes”.

Era fácil toparse con instantáneas del conflicto en las ciudades, ya que los soldados insurgentes del FMLN tenían presencia combativa ahí. Pero Wallace dijo que prefería moverse por el campo, mentir para que lo dejaran pasar por puntos de revisión militares en los caminos y entrar en contacto directo con los guerrilleros.

“Cubrir las conferencias de prensa e informes de las embajadas en San Salvador era deprimente”, aseguró. “La situación en la capital no era de tranquilidad, pero el campo era fascinante. Era increíblemente bello y al mismo tiempo estaba este conflicto guerrillero frente a un paisaje hermoso”.

La dinámica era al revés en Nicaragua, donde Wallace vivió entre 1985 y 1988, pues el gobierno estadounidense de Ronald Reagan enviaba dinero y armas a los contras enfrentados a los revolucionarios sandinistas, quienes habían derrocado al dictador Anastasio Somoza. Mientras que en El Salvador el conflicto era notorio hasta en la puerta de donde vivía Wallace, en Nicaragua los enfrentamientos eran en lo profundo del campo, así como en Honduras, donde las contras tenían bases (aunque los funcionarios hondureños negaban que fuera así).

Los sandinistas prevalecieron, aunque su actual liderazgo político —con el exlíder guerrillero vuelto presidente Daniel Ortega— ha sido acusado de ser igual de autoritario y corrupto que el del dictador al que derrocaron. Ha habido varias manifestaciones en contra del gobierno en el último año, con dura represión de las fuerzas de seguridad.

“Las semillas de todo esto se sembraron hace tiempo”, dijo Wallace. “Daniel Ortega claramente ya tenía las señas de un posible déspota. Ahora tiene la oportunidad de cumplir sus fantasías de ser un dictador pleno”.

La política exterior estadounidense en los años ochenta también sentó las bases para el flujo masivo de emigrantes y solicitantes de refugio hacia Estados Unidos que se han asentado en ciudades grandes de Texas, Florida y California. Los centroamericanos jóvenes asilados en Los Ángeles terminaron inmiscuidos en otro conflicto con las pandillas locales formadas ahí. Para los jóvenes que se unieron a las bandas y cometieron delitos, la consecuencia fue la deportación a un país que apenas conocían, lo cual llevó también al crecimiento explosivo de las pandillas que ahora aterrorizan vecindarios enteros.

La crisis en Venezuela de nuevo ha sacado a relucir las memorias de las intervenciones estadounidenses en América Latina, ahora que el presidente Nicolás Maduro y el líder opositor Juan Guaidó, quien se juramentó presidente encargado en enero, se disputan el poder. Guaidó, con el respaldo de otros líderes latinoamericanos, se reunió con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, el lunes 25 de febrero en Colombia para discutir los siguientes pasos para ejercer poder contra Maduro. El encuentro fue criticado por la Unión Europea y algunos otros por rumores de que no se ha descartado una posible acción militar con intervención estadounidense.

“Creo que la historia ha mostrado en los últimos años que lo que viene después del cambio de un régimen suele ser hasta peor”, dijo Wallace. “Una de las cosas que quiero destacar con la exhibición es la memoria de un momento tan importante en nuestra historia [estadounidense] y en la historia de América Central. El camino de Vietnam a Bagdad pasó por Centroamérica”.

 


 

Tomado del portal del diario The New York Times (Es)