Hoy es fiesta de Santa Margarita de Alacoque, servidora del Sagrado Corazón de Jesús

“Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta los trabajos que requieren nuestra total atención pueden ser un testimonio de nuestro amor”, dijo alguna vez Santa Margarita de Alacoque (Francia, 1647-1690), religiosa católica que perteneció a la Orden de la Visitación de Santa María, y quien es conocida por haber sido testigo de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús.

Santa Margarita María nació en Hautecour, Borgoña, Francia, en 1647. Cuando tenía ocho años, en 1655, murió su padre e ingresó al internado de las hermanas clarisas, donde empezó a sentirse atraída por la vida de las religiosas. Recibió la primera comunión a los nueve años. Dos años después desarrolló una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama, por lo que tuvo que regresar a su casa. Buscó consuelo en la Virgen María, a quien prometió que si le devolvía la salud, se haría una de sus hijas. Después de casi cuatro años postrada, milagrosamente Margarita recobró la salud. Margarita siempre atribuyó su curación a la Madre de Dios.

La infancia de Margarita también estaría marcada por los problemas familiares. La muerte de su padre precipitó que su abuela paterna y dos de sus tías se muden a su casa. Sus familiares se apoderaron de todo y comenzaron a maltratar a su madre. A Margarita no la dejaban salir a la Iglesia a no ser para la misa del domingo, lo que se convirtió en fuente de gran tristeza. La mamá de Margarita y sus cinco hermanos quedaron como esclavizados. En medio de tales penas y maltratos le pareció que Nuestro Señor le pedía que lo imitara lo mejor posible en sobrellevar las penas y dolores, como las que Él sufrió en su pasión y muerte. En adelante, Margarita empezó a aceptar las penas y dolores con gran paciencia y amor, con el deseo de asemejarse a Cristo sufriente. Lo que más le atraí­a a la joven Margarita era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado. Ella relata cómo el Señor se le manifestaba en aquellos momentos de oración: “Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura”.

Margarita, entonces, decidió hacerse religiosa, aun cuando no contara con el apoyo de sus familiares. Así, en 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le-Monial. Allí pasó por momentos difíciles, algunos causados por la dureza de trato de sus superioras o por las personalidades conflictivas de algunas de sus hermanas.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento, en memoria de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní. De pronto se abrió el sagrario y se le apareció el Señor Jesús. Jesucristo tenía expuesto su Sagrado Corazón, con una llaga, rodeado de llamas y una corona de espinas encima. Jesús, señalando su corazón con la mano le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”. Dios le pedía de esta manera a Margarita que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús.

El Corazón de Jesús se le apareció a Margarita durante 18 meses, en los que le pidió repetidas veces que se celebre una fiesta dedicada a su Sagrado Corazón el viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi).

Además, el Corazón de Jesús le comunicó a Santa Margarita un conjunto de promesas para quienes se hiciesen devotos de su Corazón. Margarita lo relata así: “Bendecirá las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Dará paz a las familias. A los pecadores los volverá buenos y a los que ya son buenos los volverá santos. Asistirá en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes (del mes) para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen”.

Providencialmente, el sacerdote jesuita San Claudio de la Colombiere fue nombrado capellán del convento de Margarita. Gracias a ese vínculo, la Compañía de Jesús se hizo, a la larga, propagadora de la devoción al Corazón de Jesús por todo el mundo.

Al final de sus días, Margarita fue nombrada Maestra de novicias. El Corazón de Jesús le dijo: “Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí”.

El 17 de octubre de 1690, Margarita fue llevada a la Casa del Padre. Su muerte se produjo en paz porque la Santa llegó a ver cómo su comunidad se había transformado gracias al Sagrado Corazón, y mucho del rechazo que inicialmente se tuvo contra esta devoción había desaparecido. Santa Margarita murió llena de alegría, confiando en que podría estar para siempre al lado de su amadísimo Señor, cuyo Corazón había enseñado ella a amar en este mundo.

Entre los monasterios de las Visitandinas se empezó a propagar la devoción al Corazón de Jesús y en 1765 Clemente XIII introdujo la Fiesta del Sagrado Corazón en Roma. Para 1856 el Beato Pío IX la extendió a toda la Iglesia y finalmente, en 1920, Margarita fue proclamada Santa por Benedicto XV.

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