James Baldwin: El sonido más suave y agresor

Foto: James Arthur Baldwin inició su carrera como escritor a los 17 años tras mudarse a Greenwich Village, en donde logró desarrollar su voz literaria. AP

“El Blues de Beale Street” (1974) fue una de sus últimas novelas publicadas. En 2020 se cumplen 46 años de su aparición.

Por: Santiago Díaz Benavides

EL ESPECTADOR

Fonny ha sido arrestado por la policía porque, supuestamente, ha violado a una mujer. Tish y su familia están seguros de que él no lo hizo. Harán lo posible para sacarlo de la cárcel y demostrar su inocencia, pero todo se complica cuando se enteran de que el hombre que se ha encargado de difamar el nombre de Fonny es un oficial que ya ha tenido problemas en el pasado por su poca tolerancia ante la gente de color. Fonny pasa los días en prisión a la espera de su liberación, mientras piensa en Tish y el hijo que viene en camino, a pesar de que el peso de la injusticia se hará sentir y su esperanza comenzará a tambalear.

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El Blues de Beale Street (1974) es una de las últimas novelas publicadas por James Baldwin y, probablemente, una de las mejor logradas, después de Ve y dilo en la montaña (1953) y La habitación de Giovanny (1956). Desde muy joven, el escritor afroamericano se preocupó por retratar la sociedad que lo rodeaba y fue por ello que, hacia 1957, comenzó a participar en diferentes escenarios de la vida cultural norteamericana como defensor de los derechos civiles de los ciudadanos de color.

Nacido en Harlem en 1924, James Arthur Baldwin inició su carrera como escritor a los 17 años, tras mudarse a Greenwich Village, en donde, gracias al apoyo de Richard Wright, logró desarrollar su voz literaria. En 1948 se mudó a París con tan solo US$40 en su bolsillo y con el deseo de dejar atrás la crudeza de la sociedad norteamericana. En la ciudad luz pasaría varios años y allí se daría a conocer como autor. Su primera novela (Ve y dilo en la montaña, 1953) está basada en su infancia en Harlem. En 1950 conoció a Maya Angelou (1928-2014), quien se convertiría después en una de las artistas afroamericanas más importantes del siglo XX, y ella sería su gran amiga durante varios años. Ambos influirían mutuamente en sus respectivas obras.

En 1957 regresó a Estados Unidos y trabajó de la mano con Martin Luther King, Malcolm X y Medgar Evers. Su activismo quedó registrado en libros como Notas de un hijo nativo (1955), Nadie sabe mi nombre (1961) y La próxima vez el fuego (1963). En esa misma época escribió dos novelas en las que, a partir de elementos autobiográficos, trataría temas considerados como tabú por su sociedad y se ubicaría como uno de los escritores más incisivos de Estados Unidos durante ese período. La habitación de Giovanny y Otro país (1962) proponen historias en las que se habla abiertamente sobre la raza, la homosexualidad y las relaciones amorosas entre blancos y negros.

En 1964 publicó Blues para Mr. Charlie, una obra de teatro que sirvió, después, para hacer propaganda de las ideas del poder negro que, por esos años, se encontraba en auge. La suya era una voz que le permitía a la gente entender y reflexionar sobre lo que estaban viviendo los negros en los barrios pobres de Nueva York y el lado sur del país. En 1979 publicó Sobre mi cabeza, una trágica historia de amor de un cantante de soul. En total, su obra comprende siete novelas, nueve libros de ensayo, dos piezas de teatro, un libro de cuentos, otro de poemas y cinco publicaciones en coautoría.

Baldwin pasó los últimos años de su vida en Saint-Paul-de-Vence, Francia. Allí escribiría sus últimas obras, entre ellas El Blues de Beale Street. Murió en este lugar a la edad de 63 años, en 1986, por un cáncer de estómago. Su obra es una de las más influyentes de la literatura afroamericana.

No por nada, señala Sofía Viramontes en un artículo publicado por Gatopardo, sus postulados y relatos se han utilizado para comprender, desde las políticas racistas de Donald Trump, hasta el movimiento Black Lives Matter. Él fue capaz de articular como ningún otro autor lo que significaba ser estadounidense y afroamericano en una época marcada por el racismo y la desigualdad. Y bien lo señala Paul Auster en una entrevista: “(Baldwin) es sin duda uno de los buenos, uno de los grandes escritores que Estados Unidos ha producido”.

If Beale Street Could Talk, título original de la obra en mención, es la historia de Tish y Fonny, una joven pareja que intenta llevar su vida sin complicaciones, a pesar de las injusticias que los amenazan. Viven juntos en un barrio pobre de Nueva York. Él trabaja con madera y ella lo hace en un centro comercial. Se conocen desde niños y planean una vida como esposos. Todo parece ideal hasta que, un día, sus planes se ven truncados por una acusación injusta que lleva a Fonny a ser encarcelado.

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Tish es el personaje que narra la historia y, a través de su voz, Baldwin teje una crítica intensa al sistema penitenciario estadounidense, tan hostil, desigual, racista y corrupto. Reflexiona, asimismo, acerca de temas como el ser mujer, madre, pobre y negra, permitiéndole al lector entender una realidad que se ha venido repitiendo por años y sigue latente en las zonas más desfavorecidas del territorio norteamericano.

“(…) Los niños vuelven de la escuela. Los hombres vuelven del trabajo. Podrías pensar que todos se alegran de estar juntos, pero no es así. Los niños se encuentran con los hombres. Los hombres se encuentran con los niños. Y esto casi enloquece a las mujeres, que están cocinando y limpiando y alisándose el pelo, y que ven lo que los hombres no ven. Lo notas en las calles, lo oyes en los gritos con que las mujeres llaman a sus hijos. Lo ves en la manera en que salen de sus casas, en estampida, como un relámpago, y abofetean a sus hijos y los arrastran escaleras arriba, lo oyes en los niños, lo ves en el modo en que los hombres, ignorando todo eso, se reúnen delante de alguna barandilla, se sientan en la peluquería, se pasan una botella de mano en mano, van juntos al bar de la esquina, hacen bromas a la muchacha que está detrás de la barra, se pelean entre ellos y después se ponen a beber en silencio”.

Esta novela, en mi opinión, una de las más sensuales de su autor en materia narrativa, es la muestra de la gran capacidad artística que Baldwin tenía para decir las cosas. Si esto no fuera literatura, sino música, bien podría cantarse con un piano o un saxo sonando al fondo. El título del libro no es una cuestión de azar, al menos en su versión en español. Si nos fijamos bien, la música se siente en cada capítulo y la prosa misma es la extensión de una letra compuesta para ser cantada como un blues. Y, entonces, mientras asistimos a las reflexiones de Tish, Fonny, Frank, Joseph, Shanon, Ernestine o Daniel, una banda sonora está dispuesta a ambientar cada escena: Louis Armstrong, Aretha Franklin, Billie Holiday, Ray Charles, Marvin Gaye, Clay Evans, los Rolling Stones, Les McCann y Eddie Harris. Hay fragmentos de la novela en los que las referencias musicales son directas, en otros apenas si se mencionan. Esto lo que termina por lograr es que la obra adquiera una mayor condición estética. Y es que, como lo mencioné en un artículo que escribí sobre Ralph Ellison, la música forma parte de la literatura afroamericana. ¿Por qué? Porque las primeras expresiones de esta cultura se dieron a través de los cantos en los campos de algodón durante la época de la esclavitud. Allí nacen géneros como el blues, el góspel o el R&B, y comienzan a sentarse las bases del jazz y el soul. Es aquí donde empieza a escribirse la gran literatura afro de Estados Unidos.

“Hoy, como ayer, la narrativa estadounidense no puede entenderse sin haber leído a Baldwin”, dice un artículo publicado por El País, y es cierto. La impotencia que se siente en los personajes, el dolor y la tristeza, el coraje y el miedo, la esperanza infranqueable y el anhelo de tener al fin un poco de paz hacen que la obra de este autor adquiera dimensiones humanas de gran calibre y termine por ser, al menos con este libro, el sonido más suave y agresor. No hay nada más intenso y desgarrador que un grito a viva voz.


Tomado del diario EL ESPECTADOR