"Ninguno está excluido del corazón de Cristo, de su oración y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de Padre, el Señor acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; sin despreciar a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos".
En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y Jornada de Santificación Sacerdotal, el Papa Francisco presidió la celebración de la Santa Misa en la Plaza de San Pedro con motivo del Jubileo de los Sacerdotes.
En su homilía el Santo Padre recordó que esta Solemnidad nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. De ahí su invitación a fijar la mirada en dos corazones: el del Buen Pastor y el de nuestro corazón de pastores.
Del corazón del Buen Pastor el Pontífice afirmó que no es sólo el que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Puesto que ahí resplandece el amor del Padre; ahí tenemos la seguridad de ser acogidos y comprendidos como somos; ahí, con todas nuestras limitaciones y pecados, es posible saborear la certeza de ser elegidos y amados.
El Obispo de Roma también recordó a los sacerdotes que al mirar al corazón de Jesús, deben renovar el primer amor: “el recuerdo – dijo – de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra”.
Entre los conceptos que expresó el Papa se destacan los términos “buscar”, “incluir” y “alegrarse”.
“Buscar”, puesto que es el corazón que busca: es un corazón que no privatiza los tiempos y espacios, no es celoso de su legítima tranquilidad, y nunca pretende que no lo molesten. El pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, sino que, por el contrario, sin temor a las críticas, está dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor.
“Incluir”, porque Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña. No es un jefe temido por las ovejas – afirmó Francisco – sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre para reunir a las que todavía no están con él.
“Alegrarse”, puesto que Dios – dijo el Papa – se pone “muy contento” y su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa.
El Santo Padre concluyó su homilía recordándoles a los queridos sacerdotes que en la celebración eucarística encuentran cada día su identidad de pastores. Y añadió que cada vez pueden hacer suyas las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes”. “Éste – terminó diciendo el Papa – es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación”. Y les agradeció su “sí” para dar la vida unidos a Jesús, “fuente pura de nuestra alegría”.
(Fuente: Radio Vaticana)