‘La casa de papel’ derrocha poderío en su regreso

Foto: Fotograma La casa de papel

La serie vuelve el próximo viernes aprovechando su nueva condición de fenómeno mundial y disipa las posibles dudas sobre la pertinencia de su continuación

Por: Natalia Marcos

EL PAÍS (ES)

Mientras prepara un nuevo golpe con la banda de atracadores, El Profesor les muestra fotos de personas en diferentes lugares del mundo luciendo mono rojo y careta de Dalí como símbolo de resistencia, de lucha contra la indignación. Fotos de pancartas enormes en estadios de fútbol con sus máscaras. “Hemos inspirado a mucha gente en su lucha. Toda esta gente ya son de los nuestros. No lo olvidéis”, les dice El Profesor. La resonancia internacional que ha tenido La casa de papel tiene así su reflejo en el arranque de una nueva temporada que Netflix estrena el próximo día 19 y que llega como un golpe en la mesa de la ficción televisiva española que retumbará en todo el mundo.

Porque cuando hay recursos, tiempo y talento (y, siempre, un poco de suerte), se consiguen productos llamados a convertirse en éxitos. A juzgar por los dos primeros episodios de los ocho que componen la nueva entrega, La casa de papel tiene muchas papeletas para repetir el bombazo mundial que fueron las dos primeras tandas de capítulos. Entonces contaron con menos recursos y tiempo, pero el talento ya estaba, y ese poco de suerte que siempre se necesita apareció después de su paso por Antena 3, con su salto a Netflix. La potentísima iconografía y la buena adaptación al maratón televisivo que facilitan las plataformas online hicieron el resto.

Reabrir una historia ya cerrada siempre genera dudas. La casa de papel las disipa rápidamente en un primer episodio que derrocha poderío. En apenas 50 minutos pasan por pantalla localizaciones de Panamá, Tailandia, Italia y diferentes puntos de España. También recupera a todos los personajes centrales, que se reúnen para tratar de rescatar a Río, que ha sido capturado, y justifica perfectamente la participación en los nuevos episodios de Berlín. Es todo más grande, pero no pierde la esencia de La casa de papel y su fuerte sustento en los personajes. Por eso este capítulo, aunque tiene acción, tiene más emoción. Y por eso logra lo que busca: que te quedes con ganas de más.

Si en algunos casos el paso de los 70 minutos de la televisión española en abierto a los 50 del formato internacional ha llevado a algunos desajustes (un excesivo agobio en Vis a vis o la pérdida de identidad y foco en Velvet colección), en esta ocasión la menor duración le sienta muy bien a una historia que, con unos minutos de reubicación, pronto va al grano y en el segundo episodio ya está en marcha el plan para el robo del Banco de España. Lo adelantaba su creador, Álex Pina, en una proyección del primer capítulo ante un reducido grupo de prensa: “Contaremos lo que tengamos que contar y lo haremos en el menor tiempo posible”.

En cuanto a las incorporaciones, en los dos primeros episodios ya se puede ver en acción a Palermo, interpretado por el argentino Rodrigo de la Serna, una especie de nuevo Berlín en cuanto a carisma y actitud. También se asoma la policía chunga y embarazadísima a la que interpreta Najwa Nimri. Los dos encajan muy bien en el cuadro pintado sobre un guion montado sobre cinco líneas temporales que se superponen y obliga a estar atento a la pantalla.

La casa de papel vuelve a lo grande, manteniendo la bandera del entretenimiento en lo más alto, fiel a sí misma y asentada en sus virtudes para tratar de satisfacer a los millones de ojos de todo el mundo que están ahora pendientes de ella. Que siga la jarana.


Tomado del portal del diario EL PAÍS (ES)