“La historia no la hacen solamente los grandes hombres y mujeres”

Foto: Joseph de Brettes (1861-1934)

ARCADIA conversó con Efraín Sánchez Cabra, asesor de la Biblioteca Luis Ángel Arango y coordinador del proyecto “Bicentenario de una nación en el mundo”, sobre su Colección Bicentenario y su papel en la producción de nuevas narrativas en torno a la historia independentista de Colombia.

Por. Julián Santamaría

Revista Arcadia

Para conmemorar los doscientos años de la Independencia, el Banco de la República está liderando el proyecto “Bicentenario de una nación en el mundo”. Además de las más de 200 actividades —exposiciones, ciclos de conferencias, talleres, conciertos, publicaciones impresas, proyectos digitales y colecciones itinerantes— que se llevarán a cabo en 29 ciudades del país, la institución publicó y ha presentado en los últimos meses su Colección Bicentenario, seis libros coeditados junto a universidades colombianas e instituciones internacionales que revisan distintos episodios históricos antes, durante y después del proceso de independencia.

El objetivo es promover la reflexión sobre la complejidad y la diversidad que caracterizó este proceso, así como resaltar el papel y la incidencia que las mujeres, los grupos étnicos, los extranjeros y cada región del país tuvieron en él. ARCADIA conversó con Efraín Sánchez Cabra, asesor de la Biblioteca Luis Ángel Arango y coordinador del proyecto, sobre esta colección y su lugar en la creación de nuevas narrativas de la historia del país y de la historia como disciplina en Colombia.

¿Cómo seleccionaron los títulos que conforman la colección?

Aquí a la biblioteca llegan propuestas de publicaciones y las recibimos de distintas fuentes: editoriales, autores, universidades, etc. En la medida que el Bicentenario se fue aproximando, se fueron publicando una serie de títulos que tienen relación directa con él, especialmente con lo que nosotros queremos destacar y es que fue un proceso complejo. Primero, porque no es una sola fecha. No es el 7 de agosto o el 20 de julio: es un proceso que abarca, por lo menos, desde 1810 hasta 1823 o 1824 y aún más allá. Fue el periodo en el que se dieron los procesos del grito de independencia, luego la reconquista y luego la independencia definitiva. Segundo, porque este proceso no fue uniforme para todo el país, sino que fue por regiones. La Batalla de Boyacá liberó el centro del país y parte de la zona andina, pero todavía quedaban en manos de los españoles la Costa Caribe —Santa Marta, Riohacha, Cartagena— y el sur del país —Popayán, Pasto, etc. —.

La Independencia fue, además, un proceso del que no solo participaron los héroes que corrientemente conocemos, como Bolívar, Santander o Nariño, sino también grupos étnicos, muchas veces en procesos de conflicto. Por ejemplo, en varias ocasiones los indígenas y los negros estaban del lado realista. Los pastusos estuvieron del lado realista. Esto demuestra lo convulso que fue el proceso de formación inicial de la nación.

También nos quisimos preguntar por el papel de las mujeres, más allá de las heroínas que conocemos, como Policarpa Salavarrieta o Manuelita Sáenz. Nuestra idea es revisar realmente cómo participó la mujer en la Independencia. Hemos descubierto muchas cosas al respecto tanto en las conferencias que hemos tenido aquí como en los libros que hemos publicado.

Dos títulos de la colección, Esclavos e  indígenas realistas en la Era de la Revolución de Marcela Echeverri y ¡Nunca más esclavos! De Aline Helg son ejemplos de cómo los procesos históricos de estos actores no coinciden con esa visión de que fueron pasivos y que sirvieron utilitariamente a la causa de los criollos. Hay muchos más matices…

Claro, claro. En el libro de Aline Helg se muestran esos matices. Que en Colombia, y en varios países de la región no hubo una rebelión esclava como tal. Pero si hubo manifestaciones de rechazo a la institución de la esclavitud muy fuertes. Así como procesos de integración en la lucha de independencia. Y claro está, en fenómenos como los palenques, en que los negros que se se escapaban formaban sus propias comunidades para romper su relación con los españoles y con los criollos.

Ha habido cuestiones sociales, culturales que han marginado la participación en la historia de diferentes grupos étnicos. Pero, ¿Qué papel ha jugado la historiografía en esto?

Así es. Hay una visión de la historiografía tradicional que empezó a forjarse en el momento mismo de la independencia con el culto a Simón Bolívar. Y después, durante el siglo XIX, especialmente a los finales en lo que se conoce como la regeneración, fue un culto que se reforzó (aún más cuando se cumplió el primer centenario de la Independencia). En 1919 nos dedicamos fue al culto a los héroes. Además, esto creó cierta animadversión de los historiadores más jóvenes hacia el proceso de la independencia, les causaba aversión total y casi nadie se dedicaba a estudiar este fenómeno. De hecho, casi no hay gente joven que se haya dedicado a investigar sobre la Batalla de Boyacá.

Sin embargo, recientemente, parte de la nueva historiografía, -la historiografía no-tradicional, está buscando y encontrando nuevos temas en lo que fue este periodo de la historia en el país. Por ejemplo, el libro de de Aline Helg y el de Marcela Echeverri demuestran que hay muchos de estos temas y actores que se pueden explorar seriamente por parte de la historiografía colombiana e internacional.

¿Por qué cree que se dio ese rechazo? ¿Quizás una saturación de esos discursos?

Yo no creo que haya sido la saturación. Más bien era una aversión a la visión establecida, a la visión tradicional de los hechos históricos. Yo soy sociólogo, y como sociólogo recuerdo en mis épocas estudiante que le teníamos aversión a estos temas de los grandes héroes, porque dentro de la nueva concepción historiográfica, de la historia social y la historia política, sabemos que la historia no la hacen solamente los grandes hombres y mujeres, sino que la hacen las sociedades. Ellas son quienes determinan su propio devenir.

Cómo encargado de la colección y de los diferentes procesos que se llevan a cabo para revisitar la historia del bicentenario, ¿qué visión le ha abierto estos proyectos?

No solo esta colección, sino muchos otros libros, proyectos de investigación y tesis de grado que he leído me han dado una nueva visión de los historiadores colombianos. Tenemos una nueva generación de historiadores que están haciendo trabajos muy serios. Gente que está haciendo doctorados en el exterior o aquí en Colombia que trabajan con nuevas visiones y temas. Por ejemplo, ahora hay interés por la microhistoria. Es decir, ya no solo en investigar los grandes procesos nacionales sino también lo que sucede en las regiones. Hay una obra que vamos a publicar en el futuro sobre el tabaco en los Montes de María durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Esta es una visión completamente nueva de lo que son los procesos históricos regionales cuando uno los vincula con el movimiento internacional —lo que estaba sucediendo en Europa, en Estados Unidos, etc. —. También alcanzó a percibir un interés por la historia comparativa entre las regiones y entre los países sobre distintos aspectos de la vida colombiana en el siglo XIX y el siglo XX. Algo que abre lecturas e interpretaciones con las que no contábamos antes. En general, esta colección muestra la variedad de aspectos que aún tenemos por investigar y  la vez la ignorancia que tenemos sobre un tema tan trajinado como la independencia. Cuando pensábamos que ya lo sabíamos todo, miramos más detenidamente y nos damos cuenta que sabemos muy poco.

Así como los contenidos y temas a tratar son variados, la colección de cuenta de una las diferentes metodologías que se están usando para abordar la historia de Colombia. ¿Qué ha reconocido usted en este hecho?

Indudablemente, hay nuevos sistemas teóricos para examinar los eventos históricos. Por ejemplo, todas las teorías poscoloniales y posmodernas que han introducido nuevos aires a la investigación histórica. También hay un interés mucho mayor por examinar de manera sistemática las fuentes primaria. Ya no es solo el documento que por casualidad les pasaba un pariente o algún amigo, como hacían los historiadores tradicionales, sino que ya los historiadores se meten a los archivos y se meten a investigar seriamente.

En libros de la colección como La Gran Colombia y la Gran Holanda 1815-1830 de Sytze van der Veen y El mundo atlántico español durante el siglo XVIII de Allan J. Kuethe y Kenneth J. Andrien, denota una nueva cercanía de los historiadores del país con archivos que se encuentran en otras latitudes…

Claro. En ese caso que menciona del libro de El mundo atlántico español durante el siglo XVIII, uno de los problemas que ellos enfrentaron fue el un incendio a mediados del siglo XVII, creo que en 1734, del Palacio Real de Madrid en el que se quemó el archivo. No había información sobre la primera parte de las Reformas Borbónicas, de lo que va de 1750 hacia atrás. Pero ellos encontraron en Francia otros archivos y con eso de donde pudieron reconstruir la historia de España en ese periodo de tiempo que se creía perdido. Este es un gran ejemplo de esas nuevas y alternativas maneras de encontrar la información más allá de los desastres y problemas.

La colección se seguirá ampliando ¿Qué tipo de títulos se espera que vayan a  ampliarla?

Vamos a seguir publicando temas del proceso de independendencia, por lo menos, hasta el 2023. Nos están llegando nuevos títulos, nuevas ideas con las que queremos trabajar. Entre esos, hay muchos libros en inglés que se están traduciendo. Un ejemplo muy interesantes que va a salir es sobre la compra de la blancura de pardos y mulatos en la búsqueda de la movilidad social en las indias españolas. También uno sobre la geografías de navegantes y otro sobre el mundo del Gran Caribe transimperial de la Nueva Granada. Ese último es una maravilla y ya se le está haciendo el proceso con el editor y la traducción.


Tomado del portal de la Revista Arcadia