‘La Iglesia debe hacer que brille Dios y no ella misma’

La Iglesia debe “apartarse” para que en su anuncio brille siempre el rostro de Dios y no ella misma. Esta es la indicación el padre Ermes Ronchi en la cuarta meditación de los ejercicios espirituales que el religioso está predicando al papa Francisco y a la Curia romana, en la casa Divin Maestro en Ariccia. La reflexión del martes por la mañana ha sido tomada del pasaje del Evangelio en el que Pedro hace su profesión de fe a Cristo.

La pregunta que Jesús dirige a sus discípulos resuena al refugio del “lugar apartado” donde les llevó el Maestro. Por algunos momentos solo “silencio, soledad, oración”. Solo un momento de intimidad “entre ellos y entre ellos y Dios”. Y en ese silencio, esa pregunta de Jesús que parece un “sondeo de opinión”: ¿la gente quién dice que soy yo?

El padre Ermes, puso al papa Francisco y a sus colaboradores de la Curia frente a este misma situación. Y sobre todo a ese “pero” que Jesús añade, que excava en el alma: ¿pero vosotros quién decís que soy yo? El predicador explicó que es una forma de decir a los suyos que no se conformen con lo que dice la gente porque “la fe no avanza de oídas”. “La respuesta que Jesús busca no son palabras. Él busca personas. No definiciones sino implicaciones: ¿qué te ha sucedido cuando me has encontrado? Jesús es el maestro del corazón, Jesús no da lecciones, no sugiere respuestas, te conduce con delicadeza y buscando dentro de ti. Y yo quisiera responder: ¡encontrarte ha sido la mejor cosa de mi vida! Tú eres lo mejor que me ha pasado”.

El predicador de los ejercicios recordó que “¿quién soy yo para ti?” es una pregunta de “enamorados”. Y lo que conmueve es que Jesús “no adoctrina a nadie”. Los discípulos no deben temer dar respuestas preconfeccionadas a esa pregunta, “no hay ningún Credo para componer”, afirmó el padre Ronchi.

A Jesús le interesa saber si los suyos tienen abierto el corazón. Afirmar, como hace Pedro, que Cristo es “el hijo de Dios Viviente” es una verdad que tiene sentido si Cristo “está vivo dentro de nosotros”. Así, subrayó Ronchi, “nuestro corazón puede ser la cuna o la tumba de Dios”.

 

(Tomado de: zenit.org)