La muerte siempre, aún sin nombre

Foto: Cortesía Daniel Mordzinski.

Hage escapó de la guerra, fue taxista y posteriomente se convirtió en escritor. El libro De Niro’s Game le mereció el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín.

Por: Valeria Murcia Valdés

El Colombiano

Es posible que en la muerte haya bandos, como en las guerras. Y aún hoy, si no son bandos, entonces son orientaciones sexuales, creencias o cualquier expresión de la personalidad que desate desencuentros, que no hallan límites ni hasta después de la vida. Eso es lo que plantea el escritor libanés Rawi Hage, quien desde finales de los años ochenta huyó de la guerra que devoraba a su país.

Fue testigo de ese vástago de bombazos, odios y pensamientos diferentes que principalmente se basaron en la diferencia entre dos credos. Hage ahora vive en Canadá, un país donde está lejos de esa clase de violencia, pero todavía la carga encima y a veces la plasma en sus páginas. Es la inspiración para varias de sus historias.

En Beirut Hellfire Society, su más reciente libro, se inventa un grupo de personas que se preocupa por darle sepultura a los cuerpos anónimos en medio de la guerra, o a los que se les niega la posibilidad de ser enterrados por cualquier clase de razón.

La historia sucede en Beirut, precisamente, en medio de aquella guerra civil que llegó en la década de los años setenta, una afrenta en la que la religión jugó un papel fundamental. ¿Ser cristiano o ser musulmán?, eso definía cómo se dividía el campo de batalla.

Aunque el escritor le ha dedicado campo a la guerra en su literatura, en este libro quiso tratarlo como un motivo en la distancia más que como un protagonista.

“Quería mostrar la guerra en el fondo, porque el libro es un comentario sobre la sociedad –cuenta–. Creo que lo que la guerra provee es una premisa continua y exagerada de la muerte y quería explorarla al máximo en todas sus formas humanas y grotescas”.

La historia se cuenta desde la perspectiva de un joven llamado Pavlov, cuyo padre dedica su vida a encontrar cadáveres abandonados de los que se encarga para darles sepultura. La admiración que tiene por su papá lo conduce a adoptar ese oficio y despojarse de todas las taras que se han levantado en el ambiente hostil de la guerra.

“Creé una sociedad en el Líbano en la que las personas escogieran vivir su vida fuera del credo religioso, donde no tuvieran que pertenecer a ningún partido, una oposición entre esa asociación entre estado y religión. Eso es algo que vemos que sucede más y más a menudo”, dice.

Este trabajo de ficción, sin embargo, tiene rasgos de su pasado. “Veo el resultado de cómo la guerra cambió a la gente”, dice el autor que regresa al Líbano de tanto en tanto. Cuando vuelve se le agolpan muchas memorias, ve los cambios que han sufrido los lugares y se repite que hay dolor y fallas en la vida, pero que es algo que su pueblo tiene que aprender a digerir y superar de a poco.

Repasar otras vidas

Su primera novela fue De Niro’s Game (2006) y, para su sorpresa, fue un éxito. Con ella comenzó a tocar pinceladas de esos rezagos que dejó la guerra en su cabeza y sin pensarlo consiguió ganarse el Premio Internacional Literario de Dublin con ese acercamiento a la escritura.

Antes de convertirse en escritor, Hage fue taxista en Nueva York. Mientras más recorría la Gran Manzana, se topaba con toda clase de historias, pero había algo ya cimentado en su historia que lo llamaba a plasmarlo en el papel.

Con Cockroach (2008), su segundo libro, fue que habló abiertamente de la migración y plasmó un poco de su experiencia allí, de la crudeza de tener que vivir otra vida a la fuerza porque en su hogar no fue posible seguir viviendo.

De vez en cuando, pasa por colegios en los que sabe que hay niños que han leído sus libros. Se topa con algunos de los jóvenes lectores y quizá eso es lo que más lo reconforta de este nuevo trabajo, que le digan que fue el primero que leyeron o el que los condujo a querer la lectura. “Así solo sean uno o dos”, dice.

Piensa que esa es, de alguna forma, su contribución a la humanidad a través de las letras. “Creo que la literatura tiene una función y no necesita cambiar el mundo, pero expone al lector a una noción de las posibilidades, porque esos lectores ya no ven el mundo en blanco y negro y valoran la contradicción en nosotros y nuestras debilidades”.

Contexto de la noticia

Antecedentes

Irse y Transformar la identidad

Cockroach (2008), su segundo libro, es un relato que hablaba de la migración y de las dificultades que enfrentan a diario personas que tuvieron que salir de su país y se enfrentan a una nueva vida. “Es una historia de una nueva llegada, lo cual siempre es difícil. Es una historia de pobreza, enfermedades mentales y una separación abrupta entre la tierra natal y el encuentro con este lugar donde todo es nuevo y extraño”, señala. Como cada vez son más los refugiados que comparten esa eterna historia, cree que todos deberían tener la posibilidad de recibir una oportunidad para salir adelante.


Tomado del diario El Colombiano