La Navidad a través de la historia. Diez aspectos y costumbres de una celebración milenaria

Foto: Ok Diario

Cada 24 de diciembre nos juntamos en familia a celebrar la Nochebuena y esperamos con ansias la medianoche para brindar, abrazarnos y desearnos mutuamente una muy feliz Navidad. Y claro, los niños esperan ansiosos abrir sus regalos.

Pocas semanas atrás armamos el arbolito con sus tradicionales adornos, colocamos el belén a un costado, decoramos las puertas de nuestros hogares y comenzamos el Adviento, preparándonos espiritualmente para celebrar el nacimiento de nuestro Salvador. Cada una de estas cosas — y muchas otras— forman parte de una celebración navideña que nos va impregnando con ese característico ánimo de alegría, agradecimiento y humildad con el que esperamos encontrarnos con Jesús recién nacido.

La Navidad es una celebración que tiene al menos 1600 años. Como toda fiesta de tamaña antigüedad, ha tenido un largo desarrollo, siendo permeable a costumbres y prácticas de la piedad popular de diferentes épocas; todas las cuales, como milenaria herencia cultural, le fueron dando el matiz con el que la recreamos hoy día.

En este post queremos acercarte un breve recorrido histórico de los principales elementos que se integraron a la celebración navideña, que nos ayude a vivir esta festividad en la plenitud de nuestra tradición y, lo más importante, a alimentar la vida de Dios en nosotros. ¡Muy feliz Navidad!

Si deseas conocer con más profundidad la historia de la Navidad, puedes consultar la obra «Breve historia de la Navidad» de Francisco José Gómez, que me servido de referencia.

  1. La fecha, un tema de discusión

El calendario litúrgico ubica la celebración del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. ¿Por qué se ha elegido ese día y no cualquier otro? La respuesta tiene dos versiones que no necesariamente se excluyen. La primera de ellas enfatiza que la Navidad se ubicó en este día y mes del año debido a que en esa misma fecha los romanos celebraban la solemnidad del Sol Invictus, una deidad pagana de origen oriental. De este modo, la Iglesia habría utilizado el carácter sagrado de ese día cambiando su sentido religioso por el credo cristiano.

La segunda versión sostiene que tal elección responde a que antiguamente se creía que Jesús se había encarnado un 25 de marzo, de allí que al sumar los 9 meses del embarazo de la Virgen María, se obtuviese la fecha del 25 de diciembre como el día del nacimiento.

  1. La antigua práctica de la vigilia

La costumbre de permanecer en vela, en un ambiente de recogimiento y oración esperando la solemnidad del nacimiento de Cristo, es una antigua práctica que ya se rastrea en el siglo IV. En aquel momento, los fieles se reunían en la gruta de Belén para adorar el lugar donde según la tradición había nacido Jesús. Desde allí, emprendían una procesión entonando cantos y plegarias hasta Jerusalén, lugar al que arribaban al amanecer para participar en una segunda celebración.

  1. El Adviento

Este período de intensificación de la vida espiritual y preparación para vivir la llegada del Señor que se inicia el domingo más cercano al 30 de noviembre y finaliza el 24 de diciembre, tiene su pleno desarrollo en la Edad Media. Al parecer, el origen del Adviento se remonta a los ayunos que realizaban los catecúmenos las semanas anteriores a recibir el bautismo, sacramento que se practicaba cada 6 de enero en ocasión de la fiesta de la Epifanía. Paulatinamente, la celebración de la Navidad cobró más importancia que el bautismo de Jesús pero el período de expiación y renuncia se mantuvo.

Finalmente, el Papa Gregorio I (590-604) estableció este tiempo en cuatro semanas de duración, instituyendo una misa dominical cada uno de los cuatro domingo anteriores a la Navidad.

  1. El Pesebre, una humilde cuna

La bella costumbre de adorar una cuna que simboliza el lecho que acogió al Niño Jesús después de su nacimiento, se remonta al siglo VII. Las referencias de los Evangelios a este pesebre incentivó un fervor por recuperar como reliquias los elementos originales, tan así que el Papa Teodoro I (642-649) hizo traer de Belén los restos que allí quedaban y los ubicó en la Iglesia de Santa María la Mayor de Roma. A partir de allí, no hubo iglesia, abadía o catedral que no tuviera un pesebre en el tiempo de Navidad, y la cuna se convirtió en el primer elemento navideño que tuvo representación en las casas y templos de la cristiandad y fue el origen de los belenes.

  1. La Misa del Gallo

La noche del 24 de diciembre, después de una cena austera que coronaba el período de preparación del Adviento, se generalizó la práctica de acudir a la iglesia, entre cantos, flautas, tambores y silbatos para celebrar la misa que se realizaba a la medianoche, preciso momento en que se creía que había nacido Jesús.

La celebración combinaba momentos de recogimiento y oración, y otros de regocijo en que se intercalaban representaciones teatrales del nacimiento e infancia de Jesús. El momento de mayor expectación lo constituía la adoración del Niño Jesús, situación en la cual la gente hacía sonar los instrumentos que había llevado y se liberaban pequeños pájaros capturados para soltar en esa ocasión.

A este oficio litúrgico se le llamó «del gallo» por diversas razones. Por entonces era popular una leyenda según la cual al momento de nacer el Salvador, un gallo habría sido el primer animal en anunciar el salvífico acontecimiento. Además, durante el Medioevo esta ave era símbolo de renacimiento y fecundidad. Sin embargo, otros especialistas afirman que la caracterización correspondió a la hora en que se celebraba la misa, momento al que los romanos llamaban «canto del Gallo».

  1. El Belén y San Francisco

La historia que se esconde detrás de nuestros belenes hunde sus raíces en la Edad Media y tiene como personaje destacado a San Francisco de Asís. En vísperas de una Navidad de 1223, Francisco le pidió a un noble con el que tenía buena relación que se encargara de organizar una representación del nacimiento de Jesús. Así se armó un establo en una gruta, un pesebre con paja y se confeccionó un niño de madera mientras José, María, los pastores, los ángeles y los Reyes Magos eran representados por campesinos.

Según la tradición, San Francisco, conmovido con la situación, tomó al niño de madera, lo puso en alto y este cobró vida y naturaleza humana por un instante. El suceso se divulgó por las poblaciones vecinas, concluyendo que Dios había manifestado su deseo de ser adorado también a través de la representación de imágenes. Así, a partir del siglo XIII y con la especial promoción de franciscanos y hermanas clarisas, comenzaron a elaborarse figuras de la Navidad que ocuparon un lugar privilegiado en todos los hogares y parroquias.

  1. San Nicolás, la chimenea y los regalos

Este célebre santo tan asociado a los festejos navideños, vivió en el siglo III y fue muy conocido por sus obras de caridad y auxilio a familias pobres y niños, a los que obsequiaba juguetes que él mismo fabricaba.

A la figura de San Nicolás se asoció prontamente una leyenda que terminó por dar sustento a la imagen navideña. En Patara, ciudad de nacimiento del santo, ubicada en la actual Turquía, había una familia pobre con tres hijas. Como el padre no tenía dinero para pagar la dote matrimonial de cada una de ellas, a las mujeres no les esperaba otro futuro que prostituirse a su mayoría de edad. Enterado de esta triste situación, San Nicolás, sin develar su identidad, ayudó a cada una de ellas arrojando por la noche y a través de una ventana, una bolsa de monedas equivalente a la dote, con tal puntería que en cada ocasión las bolsas cayeron en unos calcetines que se estaban secando en la chimenea.

Durante la Edad Media, sufrió un proceso de metamorfosis al unirse a la figura de San Nicolás, leyendas locales y cualidades de figuras paganas tales como el Padre Invierno de los escandinavos o los gnomos de la naturaleza de los celtas. Estos personajes de la mitología pagana no solo tenían una función simbólica en sus culturas, sino que también eran conocidos por hacer regalos a los niños con la llegada del invierno. Alguna de las versiones nacionales de este santo fueron Kolya en Rusia, Sinter Klaas en los Países Bajos y Father Christmas en Gran Bretaña.

Desde mediados del siglo XIII, se hizo común entregar regalos a los niños la noche del 5 al 6 de diciembre. En el siglo XVII, esta costumbre se trasladó al 25 de diciembre, haciendo coincidir la práctica con la Navidad.

  1. El árbol de Navidad

Las antiguas culturas europeas tenían a los árboles como objetos de culto y los consideraban proveedores de buena suerte y de protección para sus familias, ganados y cosechas. Al parecer, cuenta que la historia que san Bonifacio (680-754), el evangelizador de las regiones de la actual Alemania, al percatarse de la devoción que los pueblos del norte de Europa tenían por los árboles, tomó un hacha y cortó uno en particular. Acto seguido, plantó en aquel lugar un pino y lo adornó con manzanas y velas que representaban el pecado original y la redención de Cristo, respectivamente.

En el Medioevo, el 24 de diciembre se celebraba el día de Adán y Eva, y en las recreaciones del jardín del Edén se representaba el Árbol del Paraíso. Esta práctica se fue generalizando y se hizo común adornar el árbol con manzanas que simbolizaban el fruto que Eva ofreció a Adán. Llegada la medianoche e iniciada la Navidad, el árbol del pecado se convertía en el árbol de la salvación, las ramas se iluminaban con velas y en la punta se colocaba la estrella de Belén.

Hacia el siglo VIII, siguiendo la iniciativa que trazara San Bonifacio, en Alemania se utilizó el primer abeto al que se llamó «Árbol del Niño Jesús» para celebrar la Navidad y este uso se hizo extensivo en otras regiones apareciendo plenamente definido hacia el siglo XIV.

  1. Los bellos villancicos

El nacimiento de esta composición musical es un aporte original del Siglo de Oro español, es decir, de los siglos XVI y XVII.  Si bien sus orígenes no están claros, sí es conocido que en un comienzo no se trataba de canciones navideñas, sino de poemas amorosos musicalizados. Su nombre procedería de «villano», es decir, de las canciones propias de quienes vivían en las villas porque no eran hidalgos o nobles.

Gracias al éxito de esta modalidad de canto y su difusión popular, la Iglesia se dio cuenta que debidamente modificados, los villancicos podían ser un medio eficaz de evangelización. Su extensión se produjo paralela a la adopción de los belenes y con la colaboración de los frailes franciscanos y las hermanas clarisas. Paulatinamente, los villancicos desplazaron al canto gregoriano como parte de la liturgia y se asociaron especialmente a la Navidad ya en el siglo XVI.

  1. El acebo en las puertas del hogar

La utilización del acebo en las decoraciones de las puertas de las casas fue promovida por la Iglesia para reemplazar el muérdago, planta que los pueblos europeos utilizaban desde la Antigüedad como forma de protección para sus casas y para atraer la prosperidad. El acebo no tenía esas connotaciones paganas y las púas de sus hojas y los frutos rojos, evocaban la corona de espinas de Cristo y el derramamiento de su sangre.

Si bien, el intento de cristianizar el acebo se rastrea en los siglos VII y VIII en el contexto de la evangelización de las islas británicas, recién en el siglo XIX hizo su aparición en los mercadillos navideños.


Redacción Paz Estéreo. Con información del portal CatholicLink.