Falta aval del Europarlamento, que es un hecho, y del Legislativo británico, que se teme lo rechace.
Los 27 dirigentes de la Unión Europea (UE) dieron este domingo su aprobación definitiva al acuerdo que permitirá que el Reino Unido salga del bloque de forma ordenada y a la declaración política que adelanta las líneas de la futura relación entre Londres y Bruselas.
Tras una corta reunión, con el gusto amargo del divorcio y la satisfacción por haber mantenido la unidad de los 27 frente a un gobierno británico que intentó dividirlos en la negociación, los europeos sienten que, paradójicamente, la salida británica los refuerza porque aunque hace al bloque más pequeño y débil, también lo hace más sólido y coherente.
Los gobiernos europeos están divididos en muchos asuntos, desde la política migratoria o económica hasta la forma de luchar contra el auge ultra cuando los ultras ya están presentes en varios ejecutivos, pero mantuvieron la unidad frente a Londres, incluso apoyando a Irlanda en el diferendo de Irlanda del Norte y a España en el de Gibraltar, un asunto que hasta el sábado estuvo a punto de descarrilar el pacto.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dijo este domingo tras la reunión que era “un día triste para Europa” y que no había nada que celebrar.
El jefe del brazo ejecutivo de la UE añadió que “este es el mejor acuerdo posible. Invito a quienes tienen que ratificarlo en la Cámara de los Comunes a que lo hagan. Es el mejor acuerdo para el Reino Unido y el mejor acuerdo para la UE. Es el único acuerdo posible”.
Ahora queda el gran obstáculo, la ratificación parlamentaria. Si el voto favorable (en febrero o marzo) del Parlamento Europeo es casi seguro, hay fuertes dudas de que la Cámara de los Comunes británica apruebe un acuerdo que rechazan toda la oposición y parte de los conservadores en el gobierno.
La primera ministra británica, Theresa May, reconoció en sus reuniones en Bruselas, según una fuente diplomática, que su gobierno no cuenta con la mayoría suficiente para aprobar el acuerdo.
Ante la prensa, May dijo que había obtenido “el mejor acuerdo disponible” y advirtió a su Parlamento que rechazarlo sería provocar “más división e incertidumbre”.
May añadió que el acuerdo “protege la integridad del país” y cumple con el mandato de los ciudadanos británicos expresado en el referendo del 23 de junio de 2016. Un referendo que se celebró tras una campaña cargada de mentiras.
Incertidumbre
Si el Parlamento británico lo rechaza, se abre un periodo de incertidumbre que difícilmente tenga solución en Bruselas porque la UE repite que el acuerdo es el mejor posible que podía dar a Londres y que no piensa cambiarlo. Europa les dice a los británicos (y May repite ese discurso) que tienen pocas opciones: o este acuerdo, o ningún acuerdo y destrozar su economía o paralizar el brexit.
Un hipotético voto negativo de los diputados británicos podría provocar la caída de May y la celebración de elecciones anticipadas. Ese proceso, de meses, llevaría indefectiblemente a May a revocar el brexit porque difícilmente habría gobierno en Londres antes de la fecha oficial de salida, el próximo 30 de marzo. La amenaza de elecciones sirve a May para ‘vender’ el acuerdo entre los eurófobos de su partido porque en caso de comicios anticipados muchos de ellos perderían su escaño en los Comunes.
El acuerdo aprobado este domingo es un ladrillo de casi 600 páginas, con 185 artículos y varios anexos que solo cierra la membresía británica en la UE y que adelanta la futura relación.
Pero es solo un comienzo. Si se produce su ratificación, empezará otro proceso negociador que debe acabar en diciembre de 2020 (o en diciembre de 2022 si Londres pide una extensión y la UE la concede) para poner por escrito cómo vivirá en el futuro el Reino Unido junto a Europa. Es un largo periodo de transición que arranca el 29 de marzo del año entrante.
Los británicos necesitan a Europa mucho más de lo que el continente necesita a las islas al otro lado del canal de la Mancha, pero en Bruselas todos repetían este domingo que el Reino Unido no será un país tercero como cualquier otro.
Geografía, comercio, finanzas, seguridad, geopolítica y casi 45 años de membresía harán que el Reino Unido quede para siempre con un pie dentro. O, en caso de descarrilar el brexit, que Europa debe estrujarse el cerebro para recibir de vuelta al Reino Unido cuando Londres encuentre la fórmula de revocar la salida.
- La factura
El Reino Unido deberá pagar una factura de salida de unos 50.000 millones de euros. Además, durante el periodo transitorio, de un mínimo de dos años, pero que podría irse a cuatro, deberá pagar unos 7.000 millones de euros más anuales. Londres será también responsable del 13 por ciento del gasto de las instituciones europeas en pensiones de su personal y del 13 por ciento de los compromisos de pago de la UE firmados mientras el Reino Unido fue miembro del bloque y todavía por entregar.
- Derechos de los ciudadanos
Los casi cuatro millones de ciudadanos europeos residentes en el Reino Unido (el mayor grupo es el de los polacos con poco más de un millón) y el casi millón de británicos residentes en los demás países del bloque conservarán todos los derechos de los que gozan actualmente: educación, sanidad, residencia, trabajo, pensiones y otros. Londres no podrá legislar de ninguna manera que suponga una discriminación de estas personas con respecto a los británicos. Esas condiciones también las tendrán los europeos que lleguen al Reino Unido hasta el fin del periodo transitorio.
- Irlanda del Norte
Ni Bruselas ni Londres querían levantar de nuevo una frontera física que partiera la isla de Irlanda y que se derribó cuando se firmaron en 1999 los Acuerdos del Viernes Santo, que acabaron con el terrorismo norirlandés. Con ese fin, el acuerdo mantiene a todo el Reino Unido en la unión aduanera europea hasta que se consiga firmar un futuro acuerdo comercial. Irlanda del Norte mantendrá, además, ciertos beneficios europeos que no serán extensibles al resto del territorio británico.
- Gibraltar
El acuerdo estuvo a punto de capotar por la pequeña colonia británica. Al final España consiguió doblar el brazo a Londres. El acuerdo asegura que futuros tratados euro-británicos no serán de aplicación en Gibraltar. Para extenderlos a ese territorio habrá que firmar acuerdos paralelos –aunque sean idénticos– que deberán recibir previamente el visto bueno de Madrid. El Gobierno español consigue así un derecho de veto que influirá en el día a día de la economía gibraltareña.
- La declaración política
El acuerdo se acompaña de un texto jurídicamente no vinculante, pero de fuerte peso político, que será la guía para las futuras negociaciones entre Londres y Bruselas, que deben arrancar, si el Parlamento británico ratifica el acuerdo, a partir de la fecha oficial del brexit, el 30 de marzo próximo.
Esa declaración política adelanta ya que la relación será lo más próxima posible de forma que el Reino Unido no será tratado como un país tercero cualquiera. No solo se tratará de libre comercio, sino que se incluirán aspectos como servicios financieros –clave para Londres–, pesca, seguridad, cooperación policial y judicial, antiterrorismo o lucha contra el cambio climático.
El trasfondo de esa declaración muestra que los europeos quieren mantener al Reino Unido lo más cerca posible. A Londres le interesa porque al mercado europeo va el 49 por ciento de sus exportaciones y porque sin acceso a los mercados financieros de la eurozona, la City londinense sufriría un duro golpe.
Redacción Paz Estéreo. Con información del diario El Tiempo.