Los 50 años de ‘Conversación en La Catedral’

Foto: Kiko Huesca / EFE

¿De qué trata esta legendaria novela que este año cumple medio siglo de haber sido publicada?

Por: Santiago Andrés Gómez* – Razón Pública

Cuando Mario Vargas Llosa recibió el premio Nobel de Literatura en 2010, la Academia Sueca señaló que el reconocimiento se debía a “su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota del individuo”.

En efecto, desde ‘Los jefes’, su primer libro de cuentos, el novelista peruano mostró un interés obsesivo y una capacidad admirable para representar las diversas formas que toma el poder en nuestras sociedades.

Para los latinoamericanos sería oportuno volver a leer esas representaciones del poder de Vargas Llosa en estos momentos críticos de “resistencia, revuelta y derrota del individuo”, cuando varias de sus novelas parecen haberse vuelto clarividentes. Este año, justamente, se llevarán a cabo diversas celebraciones por los cincuenta años de ‘Conversación en La Catedral’, pues para todo el Perú este libro es un retrato profundo de una odisea nacional.

Además de ser una obra colosal, de más de setecientas páginas en las ediciones más breves, ‘Conversación en La Catedral’ puede aturdir al lector porque presenta un sinnúmero de atrevimientos narrativos entre los que sobresalen los diálogos cruzados y los saltos en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, al familiarizarse con el estilo, inspirado en escritores como William Faulkner y Virginia Woolf, la experiencia de leer esta novela se vuelve inolvidable.

La trama

El libro narra las historias paralelas y entreveradas de seis personajes durante el gobierno del general Manuel Arturo Odría, conocido como ‘Ochenio’ en Perú. Tres hombres y tres mujeres bastan para examinar el destino de todo el país en ese trance. Cada uno de ellos vive una situación dramática que captura de inmediato la atención del lector, pero detrás de ellas se esconde un asesinato que refleja la pudrición moral de la nación.

Un detalle que suele pasarse por alto es que Vargas Llosa escribió sus obras cumbres cuando era un reconocido intelectual de izquierda, apoyaba a la Revolución cubana y era fiel a la idea de una literatura comprometida con el cambio político.

‘Conversación en La Catedral’, sin embargo, es un relato tan escéptico que marca un giro hacia posturas más conformistas. No es gratuito que el protagonista sea un joven de clases altas, Santiago Zavala, que muchos interpretan como una proyección del Vargas Llosa juvenil.

La sensibilidad de Santiago sobre los problemas sociales que aquejan a Perú lo llevan a discutir con su familia y a ingresar al perseguido partido comunista, tal como hizo Vargas Llosa en sus años mozos. Sin embargo, el joven se ve obligado a renunciar a sus planes de lucha porque su posición social le impide vivir en la clandestinidad. Las maquinaciones del director de Gobierno, el antagonista del relato, dañan los planes del protagonista. Es importante señalar que ese personaje está basado en Alejandro Esparza Zañartu, un funcionario que era central para el régimen de Odría. En el libro se llama Cayo Bermúdez, y es el polo opuesto de lo que representa Santiago. Bermúdez es la pieza clave de un ‘statu quo’ que se mantiene incólume.

Entre tanto, las historias de varios personajes de la servidumbre de Bermúdez y los Zavala van esbozando la situación de un pueblo inerme que se mueve casi al margen de esas luchas, como víctimas colaterales.

En el momento decisivo, Santiago decide irse de su casa, renunciar a su herencia y trabajar como reportero improvisado en un importante periódico. Sin embargo, en ese cargo tampoco logra desenmascarar los mecanismos de la dominación porque en la novela, la prensa es un organismo fiel al poder que, además de hacerle propaganda, oculta sus fechorías. De hecho, los hilos que comunican a Cayo Bermúdez y a los círculos selectos con los raseros reporteros son expuestos con claridad a lo largo de la narración.

En realidad, el diagnóstico de este libro es de un marxismo tan pronunciado que ni los propios marxistas se salvan de él: los rebeldes son representados como entusiastas teóricos embebidos en un dogmatismo vulgar que los aleja de la praxis que procura el marxismo. La sumisión de la prensa sumada a la incongruencia de los rebeldes presenta un cuadro verdaderamente estremecedor.

Un interrogante sin resolver

Como es de conocimiento público, de todos los libros que ha escrito Vargas Llosa, ‘Conversación en La Catedral’ es su favorito. De acuerdo con el autor, la escritura de esta novela le costó muchos sudores, y se cuenta que el primer borrador llegó a tener más de mil páginas. En cualquier caso, después de publicarla y recibir elogios del mundo entero, Vargas Llosa optó por escribir novelas mucho más sencillas y directas.

A mi juicio, ‘Conversación en La Catedral’ no solo es la novela más auténtica de Vargas Llosa, sino la que mejor encarna sus virtudes narrativas.

Óscar López, reconocido profesor de Lenguas Clásicas y Modernas en Saint-Louis University, considera que Vargas Llosa es ante todo un narrador efectivo, y no tanto un escritor depurado o un estilista. Esta observación contaría, seguramente, con la aprobación del propio escritor peruano. Vargas Llosa es un armador de estructuras que dosifican de manera vertiginosa una información detonante de abismos emocionales. Desde el principio de cada libro suyo se aprecia un universo en tensión, y hay algo que comienza a desmoronarse.

Además de ser un relato apasionante, ‘Conversación en La Catedral’ es un retrato profundo del Perú en el que los personajes respiran la fuerza de un espíritu popular convincente, casi alucinante.

Cabe preguntarse cómo logró Vargas Llosa conocer tan a fondo la realidad peruana a una edad tan temprana. Es difícil de creer que un hombre así de joven escribiera un retrato tan vasto del Perú como el que él logró en sus primeras novelas, especialmente en ‘Conversación en La Catedral’, donde presenta una radiografía perfecta de la sociedad peruana.

En la misma línea, la pregunta escandalosa que habría que hacerle a él es por la posible relación de su familia arequipeña con el régimen de Odría, y si él en una situación similar a la de Santiago Zavala habría renunciado a una herencia corrupta. Pero tal vez, como suele pasar, la obra le plantearía exigencias superiores a su acomodado autor. Al menos, eso es lo que el tiempo ha demostrado. Conversación en La Catedral señala un camino de dignidad en la derrota que, de hecho, todos preferiríamos rechazar.

Mural de la sociedad peruana

“¿En qué momento se había jodido Perú?”. Es la pregunta que se hace Vargas Llosa al comienzo de ‘Conversación en La Catedral’. La novela fue publicada cuando tenía 33 años. A esa edad ya había escrito dos novelas que le abrieron las puertas para pertenecer al gran boom latinoamericano: ‘La ciudad y los perros’ (de 1963) y ‘La casa verde’ (1966). Sin embargo, tanto la crítica como los lectores, e incluso el mismo autor, reconocieron la superioridad de ‘Conversación en La Catedral’ (1969).

Esa historia hipnótica y perfecta me enseñó que la mejor y más rompedora literatura del momento se estaba haciendo en mi lengua. ¡Qué emoción y qué impulso me dio eso!”, dijo la escritora Rosa Montero en un especial del medio español ‘El Cultural’, precisamente dedicado a celebrar el medio siglo de esta obra latinoamericana.

“Lo que quería era mostrar una sociedad viviendo bajo la experiencia de una dictadura como la del general Odría. No contar la historia de la dictadura, sino mostrar los efectos que una dictadura como esa tenía en todos los ámbitos de la vida; la familia, la vida profesional, desde luego la política, la vida intelectual. Y eso es más o menos lo que yo intenté hacer con ‘Conversación en La Catedral’ ”, comentó años atrás Vargas Llosa en una entrevista con el periodista Luis Felipe Gamarra, y publicada en el programa ‘La ventana indiscreta’. Lo que hizo, en efecto, fue una especie de mural de la realidad peruana.

Santiago Andrés Gómez
Razón Pública* Crítico de cine, realizador audiovisual y escritor. Ha publicado varios libros de crítica de cine, novela y cuento. Premio Nacional de Video Documental de Colcultura 1996.


Tomado del diario EL TIEMPO