Niños, jóvenes y adolescentes en esta Pandemia

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Durante esta crisis mundial a causa de la pandemia, niños, adolescentes y jóvenes han tenido que confinarse, junto a sus padres, hermanos, adultos mayores y sus mascotas.

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez 

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Este encerramiento ha despertado en ellos, diversas emociones y una mezcla de sentimientos que los ha conducido a vivir en medio de la ansiedad, cuadros depresivos, al vaivén de la soledad, la incomprensión de los mayores, las desconfianzas y preguntas existenciales como: ¿Qué va a ser de mi vida? ¿Por qué este encerramiento? ¿Y mis sueños, metas e ideales? Algunos jóvenes se resisten a este aislamiento porque trae consigo frustraciones y dificultades para interactuar, incluso a muchos les cuesta estudiar, a través de la internet, lo que les ha llevado a desistir del estudio por considerar que la virtualidad los bloquea e impide el libre desarrollo de sus ideales.

¿Cómo ayudar a esta generación de los milenials y los centenials? ¿Cómo comprender sus sueños y animarles a vivir con pasión, sin desfallecer, entendiendo que aún pueden cumplir sus ideales? ¿Cómo estimularles a no dejar apagar en ellos su fe, su esperanza, su amor a Dios? ¿Cómo ayudarles a entender que Dios los ama y que esta crisis es una prueba? Tarea nada fácil, que exige de todos, compromiso, testimonio de vida y aprender a escucharles. Deberíamos entonces preocuparnos por los niños, traviesos por naturaleza, hiper activos y sensibles a los cambios, aunque terminan adaptándose, mejor que los adultos, muchas veces sin entender lo que ocurre. Preocuparnos por los adolescentes, que atraviesan por esta hermosa etapa de la vida, buscando afianzar su identidad, intensificando sus interacciones con sus pares y amigos, soñando la vida y discerniendo sobre el qué hacer. Es la edad de las relaciones en la que se forjan amistades, incluidas las redes sociales; hay una búsqueda de aprobación y deseo de participar en diversos colectivos. Y qué decir de la juventud, la edad de las decisiones, de las elecciones y de los riesgos. Todos estos valores, pueden llegar a congelarse en el tiempo y en el espacio, y traer consigo posibilidades de estancamiento, vidas que se pueden atrofiar y sueños que se pueden desmoronar. En muchos de ellos, se quebranta la alegría, se rompen los hilos de la confianza y la serenidad, se fracturan las relaciones, se esfuman los ideales.

Y mientras esto ocurre en el corazón de muchos jóvenes, nuestra sociedad sigue impávida, preocupada por la reactivación económica, tan válido como la atención a los más desfavorecidos, pero debería también ser una ocasión para pensar la manera de acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes. Desde la Iglesia, debemos pensar igualmente en los desafíos para la nueva evangelización, pues en estos tiempos muchos chicos, seguro se han ido enfriando espiritualmente, a pesar que en los hogares cristianos han intentado mantener viva la llama de la esperanza y el amor de Dios.

La mejor manera de ayudarles es sin duda, con el buen ejemplo, escuchándoles, aconsejándoles, mostrándoles la verdad de la vida y el rostro misericordioso de Jesús. Como lo expresaba San Juan Bosco, es preciso aguantar y no enojarse; persuadir al niño en vez de amenazarlo, corregir al joven mejor que castigarle. De ahí la necesidad de “mantener un espíritu sereno, evitando las palabras hirientes, actuando con comprensión en el presente y esperanza en el futuro”. Decirle a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, las palabras de Jesús que les llama: “no tengáis miedo” e invitarles a correr el riesgo por Jesús, modelo auténtico del joven, que todo lo puede e instarles a mantener vivo en sus mentes y en sus corazones, los sueños que desean y pueden alcanzar.

Carlos Arturo Quintero Gómez
Obispo de Armenia


Tomado del portal de la Conferencia Episcopal de Colombia