Nord Stream II, la clave de las tensiones Moscú-Berlín

Foto: Alemania presiona a Rusia para adelantar una investigación y esclarezca qué fue lo que pasó con el opositor Alexéi Navalni. EFE

Tras el envenenamiento de un opositor del Kremlin, Alemania no descartó frenar este oleoducto.

Por: Idafe  Martín Pérez

EL TIEMPO

El envenenamiento del opositor ruso Alexéi Navalnique este lunes salió del coma inducido, puede frenar el principal proyecto en marcha entre Alemania y Rusia, el gasoducto Nordstream II.

La obra es geopolíticamente sensible pero una prioridad para Alemania, que cree que a largo plazo es mejor tener a Rusia atada a Europa que aislada. Washington está contra el acuerdo y amenaza con sancionar a las empresas que participan en su construcción.

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Las repetidas crisis entre Rusia y Ucrania provocaron varios inviernos el corte del suministro de gas ruso a Europa. Europa medió y consiguió que no se repitieran los cortes de gas en los últimos inviernos. A corto plazo no había más solución y a largo plazo los europeos llevan años diciendo que la idea es diversificar proveedores para no depender de Rusia.

Alemania se movió por su cuenta. Berlín y Moscú pactaron la construcción de un gasoducto doble por el fondo del Mar Báltico que une territorio ruso y alemán directamente sin pasar por los países de Europa del este. La industria del gas no está afectada por las sanciones que Europa mantiene contra Rusia desde su intervención en Ucrania en 2014.

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Desde 2012 funciona el gasoducto ‘Nordstream’ que une las costas rusa y alemana por el fondo del Báltico. Con una capacidad de 27.500 millones de metros cúbicos al año, ‘Nordstream’ no podía competir con los gasoductos que atraviesan el este de Europa.

Se decidió doblar su capacidad construyéndole un hermano mayor. Los dos ‘Nordstream’ combinados serán capaces de enviar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente de Rusia a Alemania, aproximadamente la mitad del consumo anual germano.

Rusia, hipotéticamente, podrá cortar el suministro a los países de Europa del este que un día formaron parte de la órbita de influencia de la Unión Soviética y seguir vendiendo gas a sus grandes clientes de Europa occidental. Tendrá así un arma política sin perder sus ingresos por exportación de gas.

Moscú gana así una forma de presión a gobiernos como el polaco o los bálticos, muy críticos con la política exterior rusa de los últimos años, principalmente desde la anexión de la provincia ucraniana de Crimea y el apoyo ruso a los separatistas armados del sureste ucraniano.

El gas ruso llega hoy en día a Europa principalmente por tres gasoductos. El ‘Yamal’, que atraviesa Bielorrusia y Polonia para llegar a Europa. El ‘Brotherhood’, que entra a la UE por Eslovaquia tras recorrer territorio ucraniano. Y el ‘Nordstream 1’, que circula por el fondo del Mar Báltico.

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Rusia presiona para sacar adelante otro gasoducto -‘Southstream’- que también evitaría Ucrania y que desde el puerto ruso de Novorossiisk en el Mar Negro pasaría a Bulgaria –tradicional aliado ruso- y de ahí se desdoblaría con una línea camino de Grecia e Italia y otra hacia los Balcanes hasta Austria.

La UE por su parte impulsó hace años la construcción del gasoducto ‘Nabucco’, que debía llevar gas desde Irán al corazón de Europa pasando por Turquía y los Balcanes, pero que ahora parece aparcado. Israel, Chipre, Grecia e Italia firmaron en abril de 2017 un contrato para la construcción de otro gasoducto para llevar a Europa occidental parte de lo que produzcan los nuevos yacimientos de gas encontrados en aguas israelíes y chipriotas.

Europa apuesta por los ‘Nordstream’ porque asegura que ni a corto ni a medio plazo puede evitar comprar gas a Rusia. La producción de Noruega, Holanda y el Reino Unido es cada vez menor y Europa necesita aún más gas del que consume actualmente para poder ir reemplazando el carbón que todavía usa como fuente de energía de la producción de electricidad.

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Ampliar la producción con energía nuclear no es una opción en muchos países –Alemania entre ellos- por motivos políticos después de los accidentes nucleares de Chernóbil y Fukushima, más allá de las dudas sobre sus residuos y el coste económico que tienen los reactores de última generación.

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Igual que Europa depende del gas ruso, Rusia depende del mercado europeo. A pesar de haber firmado en 2014 un enorme contrato con China de 368.000 millones de dólares para enviarle durante 30 años 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año, el mercado europeo asegura más de la mitad de los ingresos de Rusia por la exportación de gas.

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IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
BRUSELAS


Tomado del portal del diairo EL TIEMPO