ONU advierte que matas de coca en los Llanos dan cinco cosechas al año

Foto: Raúl Arboleda / AFP

Informe explica por qué aunque bajaron los cultivos en 2018, subió la productividad de sembradíos.

Aunque en Meta y Guaviare bajaron las hectáreas con cultivos ilegales, esos departamentos son los que mayor productividad de droga registran en el país, de acuerdo a la más reciente medición realizada por las Naciones Unidas.

Según el informe presentado este lunes oficialmente en el Ministerio de Justicia, en Meta los cultivos de coca pasaron de 5.577 hectáreas en 2017 a 2.945 el año pasado, y en Guaviare, de 4.923 hectáreas en 2017 a 4.340 en el 2018.

A pesar de esa reducción, en esos dos departamentos las matas de coca dan 5,3 cosechas al año y el nivel de rendimiento de la hoja de la mata es el más alto del país, con 7,4 toneladas de coca por hectárea cada año. En otras regiones, como la Orinoquía, las matas de coca registran una producción de 3,9 cosechas al año.

En esas zonas de los Llanos es posible obtener cada vez más hojas de coca por hectárea, a lo que se suma que el valor de la hoja subió, pasando de $ 2.100 por kilogramo a $ 2.250 en las zonas de cultivo.

Solo las regiones Pacífico, Putumayo-Caquetá y Catatumbo aportan el 36 por ciento, el 27 por ciento y el 18 por ciento, respectivamente, del total nacional de la producción potencial de hoja de coca fresca.

El informe del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de la ONU señala que aunque esos niveles de productividad no llegan a los del año 2005, cuando se tuvo el pico más alto, sí es preocupante que existan lotes “cada vez más estables y productivos durante el año”.

Según el informe, en 2018 la producción potencial de clorhidrato de cocaína aumentó a nivel nacional el 5,9 por ciento, con respecto a 2017, pasando de 1.058 toneladas a 1.120. El rendimiento de hoja de coca fresca también aumentó, pasando de 5,6 toneladas por hectárea al año, a 5,7.

Advierte el documento que más de la mitad de los lotes de coca en el país están “en edad de 2 a 5 años, rango de edad en el que se reportan los rendimientos más altos”.

Igualmente explica otras de las razones por las cuales el país está viviendo un auge en la producción de la cocaína. En principio, se detectó que desde 2005 se sembraron variedades como la tingomaría, bolivianas, caucana, cuarentana, chipara y peruana, que se caracterizan por tener rendimientos mucho más altos.

A esto se suma que cada vez los cultivos ilegales están mas tecnificados: “Una evidencia de ello radica en que la siembra se realiza estableciendo distancias entre surcos y plantas claramente definidas, al parecer con base en asistencia técnica agrícola, optimizando así la competencia por nutrientes, lo que determinaría mayor productividad”.

Presión a economía local

La ONU señala que ese incremento de la productividad y de los precios de la hoja explicaría el comportamiento de la economía local en algunas regiones del país. Por ejemplo, estima el informe que el 55 por ciento de los cultivadores de coca no procesaron la droga y la vendieron por hojas, logrando ingresos de 1,2 billones de pesos el año pasado, luego de invertir alrededor de 282.000 millones en agroquímicos, personal para trabajar en el sostenimiento y la cosecha, entre otros.

En una segunda etapa del negocio, quienes compraron la hoja y que ya hacen parte de redes criminales habrían invertido alrededor de dos billones de pesos en insumos y servicios necesarios para su procesamiento. 

En total, este primer eslabón del narcotráfico habría representado el año pasado un 0,2 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país.

“Por lo anterior, los recursos que generan la coca y su transformación a pasta base de coca pueden activar la economía lícita de un centro poblado o, incluso, de un municipio”, se lee en el informe.

Igualmente, Naciones Unidas advierte que esta situación genera un reto para las autoridades nacionales y locales, que deben adoptar fórmulas para que en esas zonas se pueda dar el paso de las economías ilegales a las legales.

Así mismo, con el fin de proteger a la comunidad, que en esas regiones – por la presencia de grupos armados– está en permanente amenaza, para el desarrollo de sus derechos fundamentales.

‘Bajaron los cultivos pero no es suficiente’: UNODC Colombia

¿Por qué la coca se concentra en unas zonas?

Hay 10 municipios que suman el 44 % de la coca del país, y hay una profesionalización, hay una concentración más importante del cultivo porque utilizan técnicas agrícolas, cambian la mata de coca para poder mejorar y profesionalizar su trabajo. Aquí realmente son zonas donde el crimen organizado, los grupos criminales, están metidos e imponen a los campesinos este tipo de cosas.

Si bien los cultivos de coca bajaron, el potencial de producción de clorhidrato de cocaína subió…

Son cosas distintas. La mata de coca ha bajado 2.000 hectáreas, no es mucho, pero es la primera vez en 5 años que hay una reducción, aunque sigue siendo muy alto porque 169.000 hectáreas es mucho, entonces la cifra no es buena, pero se paró.  Al mismo tiempo, se profesionalizó, hay una producción de más hojas de coca porque hay más madurez y técnicamente hay una concentración más importante de clorhidrato de cocaína en la hoja, hay un aumento de 5,9 % en la producción potencial de clorhidrato de cocaína. Esas son las cifras, es una mala noticia, pero hay que ver los dos ángulos.

Hay unos departamentos que tuvieron una reducción grandísima, por ejemplo Arauca que pasó de 121 hectáreas a 7, pero también otros que si bien se redujeron, como Meta y Guaviare, tienen una cantidad de cosechas al año muy grande… ¿Qué están haciendo bien los departamentos que redujeron casi totalmente la coca y que está pasando en los otros departamentos?

Básicamente las cosas funcionan mejor cuando las comunidades están involucradas, entonces en los lugares donde este tipo de trabajos se hace con la comunidad se ve una diferencia positiva. Del otro lado en los departamentos donde hay poca presencia del Estado e históricamente ha habido territorios afectados por coca, el crimen organizado tiene más raíces,  tiene un impacto más fuerte en las comunidades y les imponen sembrar coca.

La Fuerza Pública tiene un papel muy importante,  hay que trabajar sobre erradicación forzosa pero igualmente hay que trabajar de la mano de la comunidad en el tema de la erradicación voluntaria. Las muestras que hacemos a lo largo del año demuestran que donde hay erradicación voluntaria la resiembra es de menos del 1 %, y donde hay erradicación forzosa, hay 30% de resiembra, esas cifras hablan por sí mismas.

¿Va bien la erradicación voluntaria y sustitución de cultivos, o hace falta más?

Las muestras que hemos hecho evidencian que donde se erradica de forma voluntaria la resiembra es de menos del 1 %, pero alrededor de esas zonas sigue habiendo mucha coca. Eso quiere decir que se debe focalizar sobre las veredas mucho más que solo sobre las familias. Además, donde alrededor hay grupos criminales, estos van a presionar a los que erradicaron y hay un riesgo de que esas personas regresen a la ilegalidad. Esto debe funcionar en ambos lados, focalizándose sobre el territorio y trabajando con las comunidades.

Muchos de los homicidios del país se concentran en las zonas que tienen coca, ¿cuál es la dinámica en ese caso?

La ilegalidad genera violencia, eso es clarísimo, entonces cuando hay gente que piensa ser el dueño del territorio va a pelearse con otros grupos criminales que tienen acceso a las armas, a matar a la gente que está en contra… La probabilidad de que una persona sea asesinada en municipios donde hay coca, el año pasado fue de 4.3 veces más que en los demás municipios. El Estado debe asegurarse de que esas personas sean protegidas.

Ante el panorama, el Gobierno ha insistido en usar glifosato ¿esta es la mejor opción o hay otras?

No es una buena o mala opción, es una herramienta que técnicamente funciona pero no es sostenible, como todas las formas de erradicación forzada, porque vamos a ver resiembra. El Estado puede decidir regresar o no a la fumigación, que funciona pero no es sostenible. Se necesita tanto erradicación forzada como voluntaria, porque tenemos una reducción en los cultivos, pero no es suficiente.

No hablamos solo de cifras, esas son importantes pero las cifras son los seres humanos, son los campesinos que erradicaron de forma voluntaria, son las familias que están sufriendo el crimen, es el choque con la Fuerza Pública…  Se necesita un trabajo equilibrado, focalizándose en la comunidad y en el ser humano.


Tomado del portal del diario EL TIEMPO