Papa Francisco alentó a prepararnos para el encuentro final con Dios

En el Ángeluz del primer domingo del mes, desde la Plaza de San Pedro ante miles de fieles el Papa Francisco predicó el Evangelio de (Lc 12, 32-48).

En esta reflexión el Papa Francisco alentó a prepararnos para el encuentro final  con el Señor, y la importancia de prepararse en la vida con buenas obras.

Hace una invitación a dar valor a la limosna como obra de misericordia, a desapego de lo material, dejar de un lado el egoísmo, pero siguiendo las enseñanzas de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor.

“Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla” (v.33).

El Santo Padre complementó esta lectura refiriéndose a qué es lo que tenemos al momento de dejar la tierra: “Nosotros podemos ser muy dependientes del dinero, tener muchas cosas, pero al final no podemos llevárnoslas con nosotros”. Recuerden que “el sudario no tiene bolsillos”.

En la primera parábola Francisco reflexiona en el servir, en la fe de Dios.

Para poder participar se necesita estar preparados, despiertos y comprometidos en el servicio a los demás, en la consolante perspectiva que “desde allí”, no seremos nosotros los que sirvamos a Dios, sino que será Él mismo quien nos acogerá en su mesa. Pensándolo bien, esto sucede hoy, cada vez que encontramos al Señor en la oración, o también sirviendo a los pobres y sobre todo en la Eucaristía, donde Él prepara un banquete para nutrirnos de su Palabra y de su Cuerpo.

En la segunda parábola infirió: “Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Porque el discípulo es aquel que espera al Señor y a su Reino.

Concluyendo el Evangelio en la tercera parábola se refiere a todos como  siervos, pecadores e hijos: el administrador de una casa después de la partida del señor. En la primera imagen, el administrador sigue fielmente sus deberes y recibe su recompensa. En la segunda imagen, el administrador abusa de su autoridad y golpea a los siervos, por ello, al regreso imprevisto del señor, será castigado. Esta escena describe una situación que sucede frecuentemente también en nuestros días: tantas injusticias, violencias y maldades cotidianas que nacen de la idea de comportarse como señores en la vida de los demás. Tenemos un solo señor a quien no le gusta hacerse llamar “señor” sino Padre”. Él es el único Padre.

Finaliza haciendo una invitación: ser más justos y más habitable el mundo, trabajar  para mejorar las condiciones de vida inclusive ayudando al más necesitado.


Redacción: Paola Andrea Galindo González