Seamos de los imprescindibles

Foto: La periodista y gestora cultura Camila Melo habla de su reacción a la novela “Aunque me muera a la izquierda" de Fernando Araújo Vélez.

La periodista Camila Melo comparte con Arcadia su reacción a la última novela de Fernando Araújo Vélez, “Aunque me muera a la izquierda.” Ésta lleva al lector a conocer las luchas y esperanzas de algunos movimientos sociales de los 60 y 70 en Colombia.

Por: Camila Melo Parra

Revista Arcadia

Heredamos la historia a cuenta gotas. Leímos páginas que durante años han sido escritas, validadas y reproducidas como un acto único e inequívoco. Memorizamos datos, cifras, nombres de conquistadores. Reconocimos el poder en todo aquello que fue dominado y poseído. Aprendimos a recorrer territorios con una hoja de papel calcante, trazando líneas y geografías emanadas por otros. Algunas veces nos preguntamos qué había más allá de sus fronteras. Copiamos ideologías, seguimos esa infinita línea recta y aprobamos la hegemonía con un dejo cordial, sintiéndonos parte de un todo, de una comunidad que muchas veces es solo una masa que no se escucha. Remedamos las formas de amar, de luchar, de existir.

Entonces fue un poema, una canción, una película la que hizo eco y fue pólvora para abrir los caminos, que son tantos tan variopintos, tan legítimos para cada quien mientras lo anda. Fue el arte el que se instaló en alguna habitación desolada en la memoria de Verónica para refugiarla a ella y a todas sus perplejidades. Tomar una hoja en blanco y parir una línea, una frase, un discurso también es el primer paso a una revolución.

Revertir, revelar, inquirir. No dar todo por hecho. Preguntarnos por nuestros orígenes que están permeados por necesidades, hambrunas, por canciones de cuna y también por gritos desgarradores llorando a algún familiar muerto en manos de la guerra. Esa guerra que leemos en la prensa o en múltiples comentarios en nuestras redes sociales, esa guerra que no magulla nuestra piel, ni la salpica de sangre y a la que hacemos caso omiso cambiando de tema.

Y vuelve el arte a recordarnos lo levemente humanos que somos y las veces que fueron otros los que murieron en trincheras por defender una utopía, un ideal de libertad o de igualdad. Las ocasiones en que fueron otros los desaparecidos, los desterrados y los ejecutados y que, aunque ya nada redimirá sus vidas, tal vez sí lo puedan ser sus luchas. Entonces nace Emilia. Nace como acto de voluntad. Por eso, la voluntad y ese primer paso, esa primera línea escrita es el primer paso para andar y luego hacer camino.

Vivir en estado de escribir. Narrarlo todo, retar a la fragilidad y al automatismo con nuestra voz. Así lo hace Emilia, juguetea con su candidez, con su sensibilidad y con su picardía. Va al corazón de los hechos y nos rompe la cabeza. Nos acerca a ver el nacimiento de algunos grupos de izquierda en nuestro país. Esos movimientos sociales de los 60 y 70 de los que solo nos mencionan un par de datos y estigmas mientras cursamos la academia.

No vamos a detonar todo para desafiar el poder. Los grandes cambios no solo se dan embistiendo al sistema o a las grandes estructuras. Hay cambios significativos como poder devolverle la esperanza a alguien con una lectura, con un canto o con un trazo. Y eso no es romantizar la vida, porque sí, eso tal vez no genere un efecto económico ni mejore las “condiciones vitales” de alguien; pero es que no somos robots y también somos la suma todo aquello que da alimento al espíritu, al intelecto o al ocio.

“Aunque me muera a la izquierda” reivindica la autenticidad y ese hacer camino al andar, un trasegar muchas veces subversivo y lleno de derrotas. No solo nos habla de nuestra historia, sino que nos pregunta sobre nuestro proceder en ella. Nos acerca a personajes como don Martín, el Malandro, Mabel, Hortensia y nos conmueve con su narrativa muchas veces nostálgica. Nos acerca a sus ilusiones, a sus esperanzas y sus desvelos muchas veces acompañados por Miguel Hernández, Octavio Paz, Anna Ajmátova, el Ché Guevara, Pablo Neruda y Silvio Rodríguez.

No importa que nuestra revolución sea silenciosa, como lo manifiesta su autor Fernando Araújo Vélez, importa la convicción y como lo cita un par de veces en su novela en palabras de Bertolt Brecht:  “Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.


Tomado del portal de la Revista Arcadia