Afianzados en la justicia y respeto de la dignidad del trabajo, al servicio del bien común, nunca la ganancia económica por encima del hombre
El Papa Francisco recibió, el sábado de la segunda semana de Cuaresma, a más de siete mil representantes de la Confindustria, que es la confederación italiana que desde hace más de cien años reúne a más de 150 mil empresas.
El Obispo de Roma destacó, con su cordial bienvenida, el compromiso que se proponen cumplir los miembros de esta asociación, que por primera vez encuentra al Santo Padre, y subrayó el lema que han elegido para su encuentro jubilar: “Hacer juntos”.
Lema que conlleva “trabajar juntos”, involucrando a los sujetos a menudo olvidados o descuidados. Como las familias, los ancianos, los jóvenes, recordó el Papa, alentando a que el centro de cada empresa sea el hombre, sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas.
Con su Exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Santo Padre hizo hincapié en que ante tantas barreras de injusticia, soledad y desconfianza el mundo del trabajo «está llamado a dar pasos valientes, para que ‘encontrarse y hacer juntos’ no sea solo un lema, sino un programa para el presente y el futuro».
El Santo Padre concluyó alentándolos a ser constructores del bien común y artífices de un nuevo “humanismo del trabajo”:
“Queridos amigos, ustedes tienen “una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos” (Carta encíclica Laudato si’, 129); por tanto, están llamados a ser constructores del bien común y artífices de un nuevo “
Están llamados a tutelar la profesionalidad y, al mismo tiempo, a prestar atención a las condiciones en las que el trabajo se realiza, para que no se verifiquen incidentes y situaciones de malestar. Que su camino a seguir sea siempre la justicia, que rechaza los atajos de las recomendaciones y de los favoritismos, y las desviaciones peligrosas de la deshonestidad y de los fáciles acuerdos.
Que la ley suprema sea en todo la atención a la dignidad del otro, valor absoluto e indisponible. Que este horizonte de altruismo caracterice su compromiso que los llevará a rechazar categóricamente que la dignidad de la persona sea pisoteada en nombre de exigencias productivas, que enmascaran miopías individualistas, tristes egoísmos y sed de ganancia.
En cambio, que la empresa que ustedes representan esté siempre abierta a aquel “significado más amplio de la vida”, que le permitirá “servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo” (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 203).
Que el bien común sea, precisamente, la brújula que oriente la actividad productiva, para que crezca una economía de todos y para todos, que no sea “insensible a la mirada de los necesitados” (Si 4,1). Esto es verdaderamente posible, con la condición de que la simple proclamación de la libertad económica no prevalezca sobre la concreta libertad del hombre y sobre sus derechos, que el mercado no sea absoluto, sino que honre las exigencias de la justicia y, en último análisis, de la dignidad de la persona. Porque no hay libertad sin justicia y no hay justicia sin el respeto de la dignidad de cada uno.
Les agradezco su empeño y todo el bien que hacen y que podrán hacer. Que el Señor los bendiga. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí”.
(Tomado de Radio Vaticano)