Sombra aquí, sangre allá… en el Londres de los ochenta

Foto: Jeff Noon, en una imagen promocional - ©Writer Pictures _Graham_Jepson

Jeff Noon, gran renovador de la ciencia ficción en los noventa, se estrena en la novela negra con «El Rey Perdido»

Por: David Morán

ABC

Arde Brixton, botellas y cascotes vuelan sobre la policía («¡Matad a los cerdos! ¡Matad a los cerdos!, gritaban los alborotadores») y, no muy lejos de esa pared en la que David Bowie acabará canonizado años más tarde, la aguja de un tocadiscos tropieza una y otra vez con la misma frase. «…Nada que perder…». Clic. «…Nada que perder…». A su lado, un cadáver con el cuerpo retorcido «de forma aterradora» yace sobre la cama. Corte serrado en el cuello, múltiples heridas en la cara, estupenda colección de discos. Podría sonar el escalofriante «you’re not alone» de «Rock And Roll Suicide», pero lo que se oye es el fragmento en bucle de un viejo éxito de Lucas Bell, estrella glam de los setenta a la que el ahora finado se entregó, nunca mejor dicho, en cuerpo y alma. «…Nada que perder…». Clic. «…Nada que perder…».

Crimen, sangre y purpurina en el Londres de los ochenta y redoble de tambor para anunciar la primera novela de Jeff Noon (Droylsden, 1957) traducida al castellano en casi dos décadas. Sí, Jeff Noon. El mismo que a principios de los noventa revolucionó la ciencia ficción con la alucinada y demencial «Vurt», estuvo a punto de convertirse en el Philip K. Dick de la Generación X y, visto y no visto, se esfumó, al menos para los lectores de aquí, tras publicar «La aguja en el surco». «Me tomé un tiempo para intentar hacerme un hueco en la escritura de guiones, algo que ahora lamento. Pero volví a escribir novelas con gran alivio y una oleada de energía», explica ahora Noon desde algún lugar de Brighton, ciudad costera en la que reside y donde ha dado forma a «El Rey Perdido» (RBA), retorcido thriller en el que los disturbios raciales de 1981, la corrupción policial y el estrellato pop le acompañan en su estreno en la novela negra. «Nunca me rendiré con la ciencia ficción, pero ha sido divertido escribir algo diferente», dice.

En la novela, el inspector Hobbes intenta resolver el rompecabezas que conecta a Lucas Bell con Brendan Clarke, el cadáver del primer párrafo y una suerte de impersonator de Bell que recrea sobre el escenario el gran hallazgo de su héroe: una suerte de Ziggy Stardust enmascarado llamado El Rey Perdido. «Me gusta pensar en ese pequeño espacio entre la máscara y la cara: puedo expandir ese espacio en un mundo entero», explica.

Es precisamente ahí, en esa rendija, donde nace la Ciudad del Edén, paraíso imaginario que marca buena parte del rumbo de la novela. Una invención que, sin embargo, tiene una base muy real: esa ciudad imaginaria llamada Lypton Village con la que fantaseaban Bono, The Edge y compañía antes de convertirse en U2. «Me atrajo mucho la idea de que los músicos famosos pudiesen tener un comienzo creativo en mundos imaginarios, así que empecé a desarrollar la novela pensando en términos de narrativa criminal: un grupo de niños inventa una aldea imaginaria;afecta a sus vidas profundamente; algunos de ellos se vuelven locos por ello; uno se hace mundialmente famoso como estrella de rock; otro se convierte en un asesino… Y todo por el mismo pueblo imaginario», relata.

La máscara «de los sueños»

En realidad, Noon tampoco lo debió tener demasiado difícil. Le bastaba con recordar su adolescencia y dejar que el oficio se encargase del resto. «En muchos, muchos aspectos, mi vida como escritor comenzó cuando tenía 13 o 14 años. Mi creación principal fue una estrella de rock llamada Jonathan Two. Estaba muy inspirado en Ziggy Stardust, con un poco de la inocencia traviesa de Marc Bolan. Escribí canciones con el nombre de Jonathan Two, saqué álbumes (¡ocho!), dibujé las portadas… Todo esto sucedió solo en mi imaginación Me sentaba en la cama y tocaba ritmos y cantaba, o más bien cantaba, las canciones de Jonathan Two», relata.

Con «El Rey Perdido» y sus turbios tejemanejes Noon también se pregunta qué es lo que sucede «detrás de la máscara de los sueños» y concluye que, al menos en lo que a ensalmo pop se refiere, cualquier tiempo pasado fue mejor. «El misterio se ha ido. Ahora sabemos demasiado sobre las estrellas, ya sean actores, cantantes o deportistas. Sus vidas se viven en línea, no se guardan nada, mientras que en aquel entonces apenas sabíamos nada sobre David Bowie. La sensación de asombro y perplejidad era profunda y crecía libremente en nuestras cabezas. Recolectamos hasta la última pista que pudimos, desde entrevistas y fotografías, y las entretejimos en narraciones imaginarias. Fue muy intenso», relata.

A ese misterio se agarra también Noon para defender la vigencia de la ciencia ficción y su capacidad no de explicar el mundo, sino de remezclarlo y deformarlo. «En tiempos altamente políticos existe el peligro de pensar que la ciencia ficción necesita reflejar de alguna manera el mundo. A mí lo que me gusta es empujar a las personas a mundos imaginarios y luego ver cómo afecta su vida real». Y para eso, añade, no hay uno solo camino, sino posibilidades infinitas. «Me gusta pensar que no hay una ciencia ficción, sino muchas. El género es un objeto multidimensional extraño, con muchas formas y lados, esquinas y caras. Y la mayoría de esas formas aún están por descubrir», concluye.


Tomado del portal español ABC