«Sontag», retrato íntimo de la «niña insegura» que anticipó la pandemia

Foto: Benjamin Moser, fotografiado en Barcelona – Efe

Benjamin Moser explora luces y sombras de la gran pensadora estadounidense en una monumental biografía

Por: David Morán

ABC

Después de medirse con la leyenda de Clarice Lispector y vivir para contarlo en «Por qué este mundo», el escritor y editor Benjamin Moser (Houston, 1976) juró y perjuró que lo suyo con las biografías era, nunca mejor dicho, historia. Nunca más. C’est fini. Una promesa que, sin embargo, no tuvo más remedio que tragarse palabra por palabra cuando David Rieff le propuso ocuparse de la biografía de su madre. No es para menos: la posibilidad de ahondar en las luces y sombras de Susan Sontag (1933-2004), «la última gran estrella literaria de Estados Unidos», era demasiado suculenta como para dejarla escapar. «Durante toda su vida, Susan insistió en la diferencia entre la persona y la imagen de la persona. Está la

 Susan Sontag súper intelectual y con el mechón blanco que todos los americanos conocíamos y, por otro lado, la chica Sue, una niña insegura que se hizo excepcional de una manera muy deslumbrante y también muy espantosa», explica Moser.

Sólo con eso ya bastaría para lanzarse de cabeza a las aguas a ratos turbulentas de la autora de «Sobre la fotografía», pero hay más. Mucho más. Infinidad de capas y pliegues que se van superponiendo hasta crear un envoltorio único e irrepetible que Moser ha intentado retratar desde todos los ángulos imaginables en «Sontag. Vida y obra» (Anagrama), monumental semblanza (más de 800 páginas, sumando notas y bibliografía, así como medio millar largo de entrevistas) que le valió el premio Pulitzer de Biografía. «La fama que tuvo fue un misterio. Nadie la había tenido antes ni la tuvo después. Esa representación del intelectual era algo muy francés. No existía en nuestra cultura y ella lo inventó», apunta Moser, para quien lidiar con los diarios de Sontag y desovillar toda su vida fue una lección magistral en el sentido más literal del término. «Yo tengo un doctorado, pero este libro son como ocho más. Aprendes sobre teatro, baile, fotografía, guerra, cultura…», destaca.

«La mayor decepción que me llevé es que nadie la ha leído. Hay un conocimiento muy superficial de su obra»Benjamin Moser

Y no sólo eso ya que, además de seguir los pasos de Sontag por las universidades de Chicago y Columbia y de buscarla en las páginas del «New York Review of Books» o entre las ruinas de Sarajevo; además de, en fin, subrayar en rojo episodios capitales como el nacimiento de su hijo David, su matrimonio fallido con Philip Rieff, la publicación en 1964 de «Notas sobre «Camp»», sus encuentros y encontronazos con María Irene Fornés y Annie Leibovitz o su nada memorable adicción a las anfetaminas, Benjamin Moser hace todo lo posible por reivindicar y celebrar el legado de la ensayista y pensadora neoyorquina. «La mayor decepción que me llevé es que nadie la ha leído. Hay un conocimiento muy superficial de su obra», lamenta.

Obra visionaria

El consuelo, añade, es comprobar hasta qué punto sus temas «han vuelto a ser actuales» con el paso del tiempo. «El feminismo estaba muerto y ahora es una evidencia», señala. Además, añade, Sontag también predijo «toda esta pandemia» en los escritos sobre la enfermedad con los que intentó ajustar cuentas con el cáncer. «No por el hecho biológico, que sabemos que de vez en cuando nos toca a los humanos, sino por el lenguaje que se usa», relata Moser.

Otro de los puntos que aborda «Sontag. Vida y obra» es la ambigüedad casi patológica en la que se movía la escritora neoyorquina («con Susan siempre era sí y no al mismo tiempo», subraya) y su más que compleja relación con su propia sexualidad. «He descubierto que todo el mundo miente sobre ciertas cosas. Clarice Lispector, por ejemplo, lo hacía sobre su edad. Y sobre lo que Susan mentía en público era sobre su sexualidad», asegura.

Ahí está, por ejemplo, su relación nunca reconocida pero tampoco escondida con la fotógrafa Annie Leibovitz («sus peleas y explosiones dramáticas en público eran legendarias», ilustra) o el trueque que Moser intuye tras la publicación de «Freud: La mente del moralista», ensayo firmado por Philip Rieff que, sin embargo, el escritor atribuye a Sontag. «Ella, lesbiana intentando no serlo, se casó con Rieff, que era su profesor, a los 17 años -recuerda el biógrafo-. Y cuando se estaban divorciando… Bueno, en aquel momento en Estados Unidos se le podía quitar la custodia de un hijo a un padre o una madre homosexual, así que ella le dio el libro a cambio del hijo, que es una cosa grotesca. Pero todo el mundo sabía que ella había escrito ese ensayo».


Tomado del portal español ABC