Vargas Llosa regresa con un curso de escritura, política e Historia

Foto: Kiko Huesca / EFE

Mirada a Tiempos Recios, la nueva novela del nobel peruano, por uno de sus estudiosos.

Por: Jorge Iván Parra

EL TIEMPO

Muy socorrida en “tiempos tan recios” es la más reciente obra del nobel peruano, que a sus 83 años mantiene bien afilada su pluma.

En esta novela que por la época en que transcurren los hechos y por el protagonismo de Trujillo, el dictador dominicano en ellos, bien podría ser intercalada en La fiesta del chivo, Vargas Llosa exhibe gran virtuosismo en dos aspectos: En primer lugar, por la consistencia con la que muestra el polvorín que era Centroamérica a mediados del siglo pasado en plena Guerra Fría y, en segundo lugar, por la técnica narrativa que utiliza.

De esto último resalta lo que en su momento fue característica principal de los escritores del boom (movimiento del cual él es el último bastión), y de la que hiciera gala en novelas como ‘La ciudad y los perros’ y ‘Pantaleón y las visitadoras’, a saber, el entrecruzamiento de escenas y el manejo indiscriminado del tiempo.

Los treinta y dos capítulos (más un apéndice) están presentados en forma pendular, comportan una espiral que requiere toda la atención del lector para no perder la secuencia lógica de los hechos. Así, por ejemplo, en un capítulo ocurre un atentado, pero en otros posteriores, apenas se está fraguando. Puede ocurrir también, que se narre cómo un mismo personaje sostiene dos diálogos, cada uno con distinto interlocutor en diferente tiempo: Trujillo con Castillo Armas (conchabándose para dar golpe de Estado en Guatemala) y Trujillo con Abbes García (fraguando el atentado contra Castillo de Armas).

Vargas Llosa sigue siendo fiel a su principio estético de no hermosear nada a punta de prosa poética o figuras literarias; escasamente se aviene con adjetivaciones y una que otra comparación para caracterizar (e incluso caricaturizar) a algunos personajes: “Una lucecita risueña iluminaba sus ojos de ratón.”; “Era un hombre flaco y alargado, de piel bastante oscura y una boca enorme de cocodrilo”.

Ya más puestos con el tema de la novela, es ella un registro de los tiempos más convulsos en los países centroamericanos por cuenta de las dictaduras, de las intrigas urdidas por la United Fruit Company, y del intervencionismo norteamericano, para evitar una cabeza de playa del comunismo en sus patios traseros, como creían los gringos que estaba ocurriendo en Guatemala.

Lo más irónico del asunto es que lo que pretendió el derrocado Árbens fue convertir al país en una democracia liberal y capitalista; pero claro, llevar a cabo una reforma agraria, así como mejorar la vida de pobres, indios y campesinos, era a los ojos de los latifundistas (siempre apoyados por la Iglesia católica) convertirse en satélite de la U.R.S.S.

De esta manera, “El anticomunismo que se había apoderado del país se parecía a una de esas plagas que enloquecían de pavor a las ciudades europeas en la Edad Media”, dice el narrador, interpretando a un personaje que a su vez se pregunta si no se restablecerá pronto la esclavitud. Y lo que se vino fue una especie de estalinismo o maoísmo a la guatemalteca, auspiciados por la ignorancia y estupidez del mismo pueblo, la bellaquería de un puñado de ricos apoyados por curas y obispos y la crueldad de los gobernantes militares.

La novela, entre tantas cosas buenas que trae, nos pone de presente lo que de sainete tiene la Historia de nuestros pueblos; para el caso Guatemala, dividida entre los seguidores de la esposa del presidente y los simpatizantes de la querida del mismo:
“Había una guerra civil por aquello en Guatemala entre los partidarios de la esposa, Odilia Palomo, y los partidarios de Martita Borrero, la amante. ¿Quién ganaría? Ahora que Miss Guatemala se puso seria: claro que ella. Se miró las uñas. Le hubiera gustado clavárselas en la garganta a su rival”.

De todo hay en esta novela como en botica, pero lo que más salta a la vista, es que es un gran curso de escritura, de política y de Historia, muy propicio para “tiempos tan recios”.

Jorge Iván Parra*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

* Crítico literario, autor del blog ‘De libros y autores’ de EL TIEMPO y profesor de la maestría de Literatura de la Universidad Santo Tomás.


Tomado del diario EL TIEMPO