Viaje a la vida íntima de Andrés Caicedo a través de sus cartas

Foto: Andrés Caicedo nació en Cali en 1951. Se suicidó el 4 de marzo de 1977, el mismo día en que recibió la primera copia impresa de ‘¡Que viva la música!’. cortesía archivo personal de Rosario Caicedo

Sexo, homosexualidad, amigos, amor, drogas psiquiátricas y muerte: el escritor desnuda su realidad.

Por: Andrés Caicedo*

EL TIEMPO

A Carlos Alberto y Nellie. Bogotá, 21 de junio, 1976

Queridos Carlos Alberto y Nellie:

¿Cómo están ustedes? Yo estoy bien, ya un poco más paciente. El Dr. Durán me dijo que me quedaba todavía más o menos un mes. “Más menos que más”. Pero yo quiero salir a principios de julio. La única forma de salir de aquí, creo, es que los papás vengan por uno. Ayer se volaron dos internos y los pillaron cerca al hospital militar. Camilo Gaviria, de Cali, está aquí hace 5 meses. Y un viejito de la última pieza de Canarias está hace 15 años. Hay una señora venezolana que lleva dos años y medio. Yo estoy preocupado es por el costo de esta clínica. Y la comida no está tan buena como el día que vinieron ustedes.

Yo pensaba ponerles esta carta hoy con Patricia, pero ahora sé que viene Vickie mañana he decidido mandarles una razón telefónica de los libros que necesito, porque ya leí todos menos El Quijote. Ojalá que me manden el equipo de sonido, que me hace mucha falta.

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Varios internos de aquí tienen grabadora y no les corre ningún peligro. Papitos, ¿por qué no me sacan en los primeros días de julio? Vengan y dicen que Isaac León llegó ya. Hace dos días vino el papá de un muchacho Murra y dijo que lo necesitaba para un trabajo y el Dr. Durán lo dejó salir. ¿Ustedes no han pensado que los médicos lo pueden dejar a uno más por el dinero? El Dr. Durán es el subdirector, no el director. Es muy buena persona pero me da un poco de inquietud. Ya me quitaron el Mayectil (la droga más agüevadora de todas las que he probado) y me siento mejor. A cambio me están poniendo una inyección cuyo efecto dura 20 días. También me está aplicando Insulina para el apetito, Aquinetone para contrarrestar el efecto del Mayectil y Fenergán para dormir.

Duermo bien, aunque me levanto muy temprano y el desayuno es apenas a las 8 A. M. Yo tengo ganas de sacar cuanto antes el N. 5 de Ojo al Cine. Mándenle, por favor, muchas saludes a don Eduardo Agudelo y pídanle los dos legajadores de cartas que ellos me tienen, porque los necesito. Y también necesito mi diccionario inglés-español que se me olvidó recomendárselo a Patricia. Ella me quiere muchísimo, me llama todos los días (aunque casi nunca me dejan pasar) y me ha visitado dos veces. Fue una solemne tontería mi intento de suicidio, aunque yo no me acuerdo de nada. Ya Patty me contó cómo fue toda la cosa. Me tomé 125 pastillas de Valium. Eso fue lo que me produjo la amnesia retrógrada. ¿Cómo va el cine club? Quién es que viene con Vicky, Carlos Tofiño?

Porque ya debe haber aparecido, ¿cierto? Ah, otra cosa: necesito dos ejemplares de El atravesado, uno para dárselo al psiquiatra, que lee con interés todo lo que yo escribo. Ay, papacitos, yo ya quisiera estar afuera. Me da físico terror la posibilidad de estar aquí un mes más.

Ustedes no me dejen. Vengan en los primeros días de julio y sáquenme, por favor. Yo ya he aprovechado todo este tiempo de cura y ya estoy bien. Los tests dieron por resultado una parte de personalidad paranoica, y tal vez por eso fue que el médico se asustó y decidió dejarme un mes más. Mentiras, yo no sé si habrá sido por eso. ¿Me mandaron discos, junto al equipo de sonido? Me hacen mucha falta. ¿Y cassettes? Una de las fallas, hoy por hoy, es que hace una semana que no tenemos agua caliente aquí en Canarias. Bueno, papitos, espero que se pongan de mi parte y que hagan como les digo. De todos modos Isaac León llega a mediados de julio. Un abrazo de su hijo que los quiere y los extraña mucho.

Andrés

El doctor me volvió mierda todos mis artículos en Ojo al Cine. No quiero estar ni un día más aquí. Por favor, vengan por mí. No les cuesta ningún trabajo y pueden ahorrar mínimo diez mil pesos más. A primeros de julio vengan por mí; ya es suficiente, ya no más. Yo se los suplico, por favor, sáquenme. Ya estoy bien, ya me voy a integrar al trabajo y tengo mucha ilusión en ello. Quiero estar libre, quiero estar de nuevo en la sociedad. Digan que ha venido Isaac León o que me necesitan en la casa. Pero, por favor, no me dejen más.

Carta a Hernando Guerrero. Bogotá, junio 22, 1976

Querido Hernando:

Esta te la escribo desde la Clínica Santo Tomás, de Reposo y Desintoxicación. Ya era hora, pues desde el 69 estoy metiendo droga, y yo no tengo el coco tan duro como vos o como Poncho o como Mayolo. Además en mayo cometí dos intentos de suicidio: el primero con 25 Valium y cortada de venas y el segundo con 125 de las mismas pepas. El primero se me frustró por cicatrizada a tiempo y el segundo por mi hermana María Victoria que viajó a tiempo de Cali a Bogotá para llevarme de la casa de Patricia (mi novia hace un año) a un hospital, pues estaba ya sin pulso mientras la pobre Paty creía que yo reposaba después de que vomité algo de la droga ingerida cuando en realidad estaba era en estado de coma.

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Te imaginarás todos los problemas que he tenido que afrontar con el noviazgo, uno que yo no busqué y que me llegó en una noche de rumba, cuando Patricia acompañaba a Mayolo en su periquera y yo acompañaba a Patricia y el cortejo se llegó hasta la casa de Pardo Llada y yo me negué a entrar allá y Patricia se fue conmigo a un apartaco que tenía en San Antonio (ah, viejos tiempos) y ella me sedujo y allí comenzamos todo. Primera vez que me enamoro de verdad, hermano, he tenido que aguantar varias situaciones pesadas, esperar a que Paty se terminara de desenamorar de Mayolo (el hombre nunca nos perdonó nuestro enamoramiento y Patricia tiene un genio tenaz, le gana a uno todas las peleas), aguantarle un momento de locura por los hombres que le dio después de terminar definitivamente su matrimonio, inclusive tuvo su affaire con Luis Ospina y yo nunca se los perdoné y ahora estoy un poco distanciado de él y a Patricia le dije mucho tiempo que no la quería y eso la golpeó mucho.

Pero ahora está muy juiciosa: me llama todos los días y me ha visitado dos veces y está trabajando y haciendo planes para vivir juntos. Porque yo creo que me mudo definitivamente a Bogotá, en donde hay mucho más cine. A Cali ya no llega nada. Cali es una ciudad buena solamente para ir al campo, para salir de campamento.

Hace ya cerca de un mes que estoy aquí y creo que a mediados de julio me dan de alta. Ni para qué te cuento cómo me aburro. Y para colmo de males le pido libros a mi mamá y me manda otros que no me interesan o que ya he leído. Hoy está María Victoria aquí, ella fue la que me trajo tu carta escrita al reverso de las fotos, pero venía tan emborronada, como que si le hubiera caído agua, y casi no la puedo leer. Me asombra en cantidades el grado de liberación sexual a que ha llegado Hernandito, y por lo que veo seguís metiendo barilla en cantidades. Yo espero dejar todo para cuando salga de aquí. Estaba súper intoxicado, y las 125 pepas me dejaron en estado de coma como 5 días, y me produjeron amnesia retrógrada, así que no me acuerdo nada de mi intento de suicidio ni de sus motivos. Me guío por lo que me cuenta Patricita y por lo que me cuentan mis familiares.

Yo también tuve un periodo homosexual, Hernando, tuve un romance con Guillermito Lemos cuando ya me parecía que empezaba a detestar definitivamente a las mujeres, pero llegó Patricia y se acabó todo. Además en mi casa me prohibieron la junta con los Lemos, pues los acusan de ser los culpables de mi drogomanía. Ahora mis padres viven en Ciudad Jardín, en una casa de lo más bonita.

Hernando, ¿cuándo vas a volver a Cali? A mí me hacés falta, la pura verdad. Lo cierto es que en Cali no hay mucho por hacer, pero nos emborracharíamos juntos y hablaríamos en canti. ¿O tenés pensado quedarte para siempre en las Europas? Regresá, hombre, antes de que yo cumpla 26 años (en septiembre cumplo 25): esa también fue una de las causas de mi suicidio: el atroz horror de la vida adulta. Acabo de releer tu carta (que me llegó apenas hoy) y ya entendí mejor las circunstancias de tu accidente. Te has podido quebrar el coco, hombre, por andar tan chaborro. Yo te mandé El atravesado a tu antigua dirección y no sé si te llegó o no. Con esta te mandaré un ejemplar de Ojo al Cine n.º 3/4; nos escribió una pelada suiza que habla como 22 idiomas y tiene 16 años y vive con un colombiano y conoció nuestra revista por intermedio de un amigo: he olvidado su nombre: ¿sabés de quién hablo?
Te cuento que Colcultura compró (por $ 10.000) mi novela ¡Que viva la música!, y lo mismo Crisis, una editorial argentina, pero ahora ninguna de las dos la publica. ¿Será que yo tengo una maldición con las editoriales? Mi librito fue bien recibido por la prensa, pero quedó tan mal editado (Hugo) que ha vendido poco y dio pérdidas. La última de Ojo al Cine estuvo financiada por un paisa, el dueño de la Editorial Latinoamérica (costó $ 40.000) y el hombre quiere que yo trabaje de fijo con él, así que tenemos la oportunidad de publicar libros y sacar con más regularidad la revista. Todo depende de mi estado mental, que estuvo muy delicado en lo que va del año.

Vení por acá, Hernando, a ver si trabajamos juntos. Creo que Ospina se va para París en septiembre, cansado de Macondo. Así entonces creo que te quedarás más tiempo allá, ¿no es cierto? Suspendo un momento para escribirle a mi hermana una lista de las cosas que necesito. Ya está. Viejo Hernando, yo estuve muy mal antes de entrar aquí, y ahora estoy gordo (en lo posible dentro de mi constitución), de buen apetito, de pensamiento mejor. En la barilla no me daba más, y todos los que sigan metiendo van a acabar mal. Estuvimos en el último Cartagena y entrevistamos a Mauricio Walerstein y a Barbara Steele y le tiramos indiferencia a la Gwen Welles de Robert Altman.

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Desgraciadamente me corté mi pelo la víspera de mi suicidio: dos años perdidos, pero creo lucir más joven y transcurrir sin incomodidades. Bueno, Hernandito, esto es todo por ahora y además tengo que escribir mis cartas para dárselas a mi hermana. Me podés contestar al A. A. de Cali, que de ahora en adelante me van a seguir mandando todo el correo. Un abrazo, y perdoná lo caballa que puede resultar esta carta. Te quiere y te recuerda,

Andrés

*Cortesía Editorial Planeta


Tomado del portal del diairo EL TIEMPO