Visita de honor, Federer juega este viernes en Bogotá

Foto: IMLA

Crónica de la llegada del tenista suizo al país, para su juego de exhibición contra Zverev.

Por: Felipe Villamizar

EL TIEMPO

Atento, con una enorme sonrisa, mira cómo uno a uno los meseros del restaurante Gaira, en el norte de Bogotá, van sirviendo los diferentes platos típicos de la comida colombiana. De repente, rompe el protocolo y pregunta: “¿Qué es esa comida circular de allí?”. Y uno de los organizadores del evento le responde: “Es una arepa ’e huevo”.

Levanta su mirada, mueve sus ojos para un lado, para el otro y vuelve a dudar. “¿Y eso cómo se come?”. A lo que le responden: “Le echa un poco de suero costeño”. Ni corto ni perezoso, el mejor tenista del planeta, quizá de toda la historia del tenis, Roger Federer, coge una, hace caso a las recomendaciones, la prueba mientras todos lo miraban… de un momento a otro bajó y subió su cabeza en muestra de aprobación y dijo: “Deliciosa”.

Llegada triunfal

Sobre las 8:30 de la noche del miércoles subió a su avión privado en Buenos Aires y llamó al organizador del magno evento, Manuel Maté. “Todo está en orden y dentro de cinco horas estaremos en Bogotá”. Cada hora del vuelo llamaba a Maté a avisarle que cada vez se acercaban más y no veía la hora de aterrizar.

En medio de un gran protocolo llegó al aeropuerto El Dorado, a una pista privada, sobre las 2:30 de la mañana de este jueves. Allí descendió junto con su amigo Alexander Zverev, el tenista alemán con quien jugará hoy su partido de exhibición en el Movistar Arena. En el hangar lo esperaba un grupo de trabajadores que le pidieron un saludo. El famoso no parecía Federer, sino ellos, porque la fraternidad del suizo los hacía sentir extasiados.

Federer y Zverev subieron a una de las ocho camionetas blindadas que tenían para él, sus acompañantes y todo el equipaje. Fue allí cuando comenzó la caravana de Su Majestad mientras los bogotanos dormían y no sabían de su presencia.

En el hotel, ubicado en pleno parque de la 93, fue recibido por un grupo de 10 personas, quienes se pegaron la trasnochada para poder sacarse una foto, estrechar su mano y recibir una autógrafo.

Día tranquilo

Sobre las 10:30 de la mañana se despertó, alistó y subió a la terraza del hotel, en donde desayunó junto con Zverev. Estuvo cerca de una hora, tomó café, comió fruta y algunos croissants. Luego llamaron a Maté para saber qué seguía en la agenda. Federer estuvo muy enterado del paro nacional que vivía el país y no puso ningún problema. “Sé de la situación que se vive, era lo mismo que en Chile. No me meto en la política y solo quiero estar con mis fans, compartirles una parte de mí y ser feliz a su lado”, aseguró cuando le hablaron de ir a un restaurante cerca del hotel.

El tenista suizo tenía un grupo de seguridad que vigilaba cada paso para que no fuera a tener ningún inconveniente.

En el restaurante, a la hora del almuerzo, comieron empanadas, arepas, como entrada, y carne ropa vieja, de plato fuerte. Todo le gustó. Es más, habló con las personas colombianas sobre su preparación. Allí volvió a posar con las personas de este restaurante; ellas lo miraban llenos de ilusión por conocer a una leyenda.

A su llegada al hotel, un grupo de 100 personas lo esperaban a las afueras. “Roger, una foto… Roger, mírame… Roger, salúdame”. El suizo tomó los celulares de la mitad de los aficionados y se tomó todas las selfis que fueron posibles. Firmó autógrafos y en español les agradecía por su cariño.

En la tarde decidió junto a Zverev estar en el cuarto del hotel. Hablaron, dejaron que pasaran las horas mientras miraban cómo de a poco llegaban aficionados a las afueras del hotel para saludarlo.

Ya en horas de la noche llegó a la rueda de prensa, en medio de diez mil flashes que disparaban para retratarlo y dijo: “Voy a dar un gran espectáculo para todos mis aficionados, se los prometo”.


Tomado del diario EL TIEMPO