¿A nosotras quién nos cuida?, se preguntan las enfermeras en su día

Foto: Archivo particular

Auxiliares y enfermeras son las más afectadas por la covid-19 entre los trabajadores de la salud. 

Entre los trabajadores de la salud afectados por el nuevo coronavirus, el grupo de enfermería es el que presenta las peores cifras. De acuerdo con el registro regular que hace el Instituto Nacional de Salud, a la fecha, del total de comprometidos, cifra que se eleva a 678, 227 casos son auxiliares de enfermería, seguidos, en las primeras 5 posiciones, de médicos (146), enfermeros (100), administrativos (35) y técnicos en farmacia (24) (ver infografía).

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Más aún en tiempos de pandemia, en Colombia y en el mundo, enfermeras y auxiliares de enfermería han sido pieza clave para afrontar el virus. Sin embargo, por ser primera línea de batalla para atender los pacientes contagiados, su salud también ha sido afectada.

El preocupante panorama ha sido retratado por Consuelo Alvarado, jefe de enfermería del servicio de urgencias de la Subred Norte ESE, en Bogotá. El miedo y la incertidumbre invaden a esta enfermera que ha dedicado más de 30 años de su vida a su profesión, ya que se encuentra aislada en su casa luego de que la prueba de una de sus compañeras de trabajo resultara positiva para coronavirus.

“No es fácil manejar esta situación , porque tú das cuidado pero a ti quién te cuida”, se cuestiona Consuelo, mientras reflexiona sobre los protocolos actuales y la capacidad de respuesta del sistema de salud. (Lea también: ¿Cuál es el protocolo para hacer ensayos clínicos en humanos?)

“Observamos que los protocolos en Colombia llegaron tarde, desde noviembre o diciembre otros países ya hablaban de esto y tuvimos la oportunidad de poder ajustarlos a nuestro país, mirar qué nos estaba faltando, capacitar y proteger al personal y eso no lo tuvimos. Efectivamente, ese error lo tuvimos que afrontar nosotras las enfermeras que somos las que ponemos el frente siempre que llega un paciente a los servicios de urgencias. Uno no puede aquí aprender del error, porque el error arriesga a que el personal muera”, dice.

Según sus estimaciones, el déficit de personal que hoy en día tienen los hospitales llevan a que una enfermera tenga a su cuidado al menos 25 pacientes. Y es que según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), para el 2018 Colombia tenía apenas 1,3 enfermeras por cada 1.000 habitantes.

¿Y las normas de bioseguridad?

Adicional a esto, las normas de bioseguridad no se cumplen y los profesionales de la salud atienden con miedo, pues es aún más preocupante que los profesionales de este gremio se están infectando por no tener los elementos de protección necesarios.

“Hoy en día se brindan los elementos de bioseguridad, como es una careta, pero la careta es para un servicio que lo utilizan los 4 turnos, la utilizo yo y todos mis demás compañeros, tampoco es que nos hayan proporcionado las medidas completas”, aclara Consuelo.

Las administradoras de riesgos laborales (ARL) se comprometieron a entregar los elementos de protección necesarios para que el personal de salud pudiera desarrollar su labor, pero según relata Consuelo, las caretas individuales, así como los vestidos antifluidos, los compraron ellos mismos. (Le puede interesar: Cuarentena ha reducido 45 % la transmisión del coronavirus en Europa)

“La profesión de enfermería siempre ha estado muy descuidada, agradecemos a quienes nos han apoyado y han valorado nuestro trabajo, pero es muy triste que faltó una pandemia para que en el país se dieran cuenta de todas las falencias que tenemos en el sector de la salud. Todo ese descuido ha sido gobierno tras gobierno, en cada administración que pasa el presupuesto para salud baja y baja”, afirma la enfermera jefe de la Subred Norte ESE. .

Esta es la hora en la que Consuelo y 25 compañeros de trabajo están esperando los resultados de las pruebas que les realizaron por estar en contacto con una compañera cuya prueba dio positivo para coronavirus. Afortunadamente, actualmente ella se encuentra recuperándose y recibiendo todo el apoyo de sus compañeros. “Nos tocó someternos a una angustia tenaz, a unas pruebas que solo vive el que lo siente”, dice

Un reconocimiento a su labor

En honor a Florence Nightingale, considerada la creadora de la enfermería moderna, el 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Enfermera como un reconocimiento a la trascendental labor que realizan día a día estos profesionales de la salud.
De hecho, la Asamblea Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidirá si dedica el año 2020 a las enfermeras y matronas de todo el mundo por su “importantísima contribución” a la salud de las personas. Tedros Adhanom, director de la OMS, ha recordado “el papel vital que, en las últimas décadas, han desempeñado y desempeñan las enfermeras y las matronas en todos los logros y desafíos conseguidos para mejorar la salud para todos habitantes del mundo”.

“Yo soy enfermera jefe y siempre le digo a mi equipo que todo va a salir bien, que las pruebas van a salir negativas, pero por dentro también hay un ser que siente y que sufre y que está a la expectativa. Uno trata a su equipo como si fueran sus hijas, pasamos más tiempo juntas que con nuestras propias familias”, resalta Consuelo y termina reflexionando “da tristeza encontrar colegas completamente desmotivadas porque tenían una expectativa diferente cuando escogieron esta profesión. Hoy les deseo un feliz día de la enfermera y no me queda más que decirles que no importa las situaciones en las que estemos, esa condición que nos dio Dios, solo la tenemos nosotras, las enfermeras”.

El miedo

El gremio de enfermeras tiene miedos comunes. Así lo relata Mónica Camacho, una de las auxiliares de enfermería que trabaja con Consuelo en el servicio de urgencias de la Norte ESE. Todas tienen miedo de llevar el virus a su casa y contagiar a sus seres queridos. Pero hay un miedo que parece menos evidente y es la inconsciencia sobre la gravedad de la pandemia que vivimos, pues “hasta que un familiar no esté enfermo la gente no va a entender la magnitud de las medidas de bioseguridad, de quedarse en casa y tener las precauciones suficientes”, asegura Mónica.

A pesar de que no ha sufrido ningún episodio de discriminación, antes de la pandemia se iba y regresaba a su casa con el uniforme puesto, no obstante, ya no lo hace por miedo a que, como en otros casos que han ocurrido en el país, la gente tome represalias contra ella o su familia porque en medio de la ignorancia piensan que están infectados. “A pesar de que se ha dicho que somos unos héroes y heroínas y nos aplauden por televisión lo que uno ve y escucha en la realidad es gente que ha sido golpeada e insultada”, dice Mónica.

“Alguna vez iba en transmilenio y coloque mi bolso en la silla de al lado, en ese momento no había tanta gente en la calle y menos movilizándose en transmilenio y las sillas aún no estaban separadas por las cintas amarillas. Yo quise guardar la distancia pero una señora se me sentó al lado, yo le dije que era necesario guardar distancia y me respondió diciendo “si quiere irse sola coja taxi”, cuenta Mónica con angustia.

Por otra parte, en el entorno laboral la principal incertidumbre que se vive es que los pacientes que llegan por otras patologías diferentes no mencionen que tienen los síntomas de coronavirus por su mismo miedo a ser discriminados por ellos y con esta omisión de información puedan causarles el contagio. (Lea también: Reactivación en Bogotá: protocolos en empresas y desacato en calles)

Además del cuidado de los pacientes, Mónica enfatiza que se hace necesario que los protocolos y diagramas de flujo de las instituciones de salud deberían incluir la voz y la experiencia tanto de las auxiliares de enfermería como las enfermeras al ser ellas y ellos los que conocen de frente la situación.

Maritza Castillo, es auxiliar de enfermería desde hace casi 20 años. Tras una amarga lucha por que la entidad en la que trabaja le proporcionara un tapabocas N95 y estar en contacto con los pacientes con covid-19, el resultado de su prueba salió positivo.
“Me duele, me negaron un tapabocas que necesitaba. Habían en farmacia y se los dieron a otras personas que no estaban tan expuestas. Yo me sentí muy triste y más cuando me dijeron que la prueba para covid-19 era positiva. Solo Dios sabe lo que uno siente, el trauma que uno tiene que vivir, ese dolor solo uno lo siente”, relata con angustia.

Después de conocer que estaba infectada con el virus, Maritza cumplió con el aislamiento y la cuarentena previsto para una persona contagiada. Luego de varios días de cuidados logró recuperarse y sobrevivir al virus. En días pasados, los exámenes dieron negativo y regresó a su trabajo. No obstante, se encontró con una sorpresa pues “ esta es la hora que no me han dado un tapabocas N95. Yo creo que todo el personal que estamos en urgencias lo requerimos. La gente se sigue muriendo, siguen llegando pacientes y nadie le ha dado gran importancia, eso es un dolor para uno”, asegura.

Nubia Montaño, también auxiliar de enfermería, por su parte destaca que a pesar de tener los protocolos y elementos de protección durante la pandemia, es necesario que estos sean garantizados siempre.
A pesar de todo, existe la posibilidad de contagio, es por eso que antes de llegar a su casa siempre está pensando y repasando el paso a paso para que ningún día tenga que decir que llegó y no se lavó las manos.

“Me siento asustada y cada día le pido a Dios que me de mucha fortaleza. Como ser humano que soy también lloro, a veces no concibo que la gente sea egoísta y no se dan cuenta de que están afectando al resto de personas y que nosotros somos los que los vamos a cuidar”, asegura. Asimismo, concluye diciendo que “nosotras también merecemos respeto y que también nos cuiden, porque si no nos cuidan a nosotras quién los va a cuidar a ellos”. (Le puede interesar: Coronavirus y reapertura de colegios, una decisión compleja)

En medio de la selva

Diana Michel Gacha es una estudiante de enfermería de la Universidad del Área Andina que lleva 11 meses de año rural en La Chorrera, Amazonas. A pesar de que sus prácticas terminarían en junio, le informaron que por la pandemia no será así.

En la mitad de la selva, ella y los 3 profesionales de la salud que trabajan en el centro de salud que atiende a unos 3.400 habitantes se encuentran bastante preocupados porque el lugar no estaría preparado para atender a los pacientes en caso de que el virus llegue a ese territorio. “Estamos en la frontera con Perú y con el departamento de Caquetá, aquí en Colombia, y tenemos mucho miedo de que entre el virus y no tenemos nada, no tendríamos cómo afrontarlo”.

Aún no se sabe si hay algún caso, pero la preocupación cada día crece y crece pues han llegado vuelos y botes desde Perú.

“Como la única enfermera del centro de salud, digo que son días difíciles, no todos son iguales, unos días amaneces con toda la actitud de seguir adelante y otros de salir corriendo a tu casa con tu familia”, dice Diana. Y es que en Bogotá la espera su hijo de 4 años, quien está al cuidado del padre. “Lo extraño horriblemente, pero todo es muy contradictorio, pues poder llegar a Bogotá es demasiado difícil desde donde estoy”.

Su mayor motivación es ayudar a la comunidad que la ha acogido todo este tiempo. “Siento que no puedo hacerme la de la vista gorda y no ayudar o irme y dejarlos, son 11 meses donde logras cogerles mucho cariño”.

Diana recalca que la gente no sabe la magnitud del asunto si un caso se llega a presentar, pues además de estar en un centro de salud que no está preparado, es muy difícil el acceso y si llegara a presentar algún caso terminaría con más de la mitad de la población. “Solo presentamos servicios de planificación familiar, control prenatal y urgencias vitales, pero el centro de salud no está apto para aislar ningún paciente”, dice.

A diferencia de las grandes ciudades, este es un lugar donde todos viven agradecidos con los profesionales de la salud por el servicio que les brindan, es por eso que no hay lugar a la discriminación o los malos tratos, pues el personal de salud son lo único que ellos tienen.

Diana Pérez
UNIDAD DE SALUD


Tomado del diario EL TIEMPO