Carlos Ruiz Zafón: un músico secreto disfrazado de escritor

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El célebre español fallecido era un melómano de tiempo completo, como se lo contó a EL TIEMPO.

Por: Carlos Restrepo

EL TIEMPO

Uno de los mayores tesoros que el escritor catalán Carlos Ruiz Zafón guardaba con celo en su casa era una partitura de La guerra de las galaxias, que le regaló y dedicó el músico John Williams. “La tengo en mi casa colgada y cada vez que paso por enfrente tengo que hacer una reverencia”.

Ese dato se lo reveló a EL TIEMPO en la última charla que tuvo con este diario, en 2017, en un encuentro que tuvo como eje primordial su prolífica producción literaria.

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Al preguntarle por qué en su página web aparecían unos audios de corte cinematográfico acompañando sus libros, a Ruiz se le iluminaron sus ojos, como si se le tocara una de sus fibras más sensibles.

Fue como abrir la puerta de su jardín secreto. Ese que muchas veces no tiene nada que ver con nuestra vida cotidiana y profesional.

Esta es mi segunda vida. A mí la música es lo que más me gusta en este mundo, desde niño, y le dedico mucho. Para mí es una fuente de disfrute, de belleza. Y como a mí siempre me ha gustado la música para cine, entonces me pregunté: ‘¿y por qué no escribo la música para mis propias historias?’”, dijo.

Confesó que comenzó a componer como un juego, sin compartírselo a nadie, pero con los años, cuando les mostró sus creaciones a algunas personas, se dio cuenta de que eran muy aplaudidas. Fue entonces cuando decidió ponerlas en su página web. “La vida sin música no vale la pena –anotó–, es la luz que redime e ilumina todo este mundo terrible que vivimos”.

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Sus millones de lectores en todo el mundo lloran hoy la orfandad en que Ruiz Zafón los ha dejado, sin sus mágicas historias ni sus maravillosas composiciones musicales, al partir ayer a la eternidad, a los 55 años, por culpa de un despiadado cáncer.

De seguro, el querido escritor ya ingresó con honores a su Cementerio de los libros olvidados, ese mítico lugar literario que salió de su imaginación. Se trata de la saga que conforman las novelas La sombra del viento (2001), El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016), a las que Ruiz dedicó más de 15 años de su vida.

Un espacio que tiene como telón de fondo la Barcelona de finales del siglo XIX hasta quizás un poco más allá de la mitad del XX.

“Yo me centré en Barcelona porque es donde nací y crecí. Creo que en algún momento de su carrera, todos los escritores sienten la necesidad de volver a casa de un modo metafórico. Uno quiere volver al origen y explicarse a sí mismo cuál es la relación con el lugar del que salió e intentar reconstruir esa memoria propia para compartirla con los lectores”, le compartió el autor a este diario.

Un enamorado de su terruño

Ruiz Zafón nació el 25 de septiembre de 1964, precisamente en un apartamento cercano a la imponente basílica de La Sagrada Familia, en cuyos alrededores transcurrió su infancia. Luego de formarse con los Jesuitas de Sarrià se interesó por el cine y la producción audiovisual, y se matriculó en Ciencias de la Información, carrera que no terminó, para trabajar como creativo publicitario.

Tiempo más tarde se retira de ese mundo, seducido por el ‘bichito’ de la escritura. Es así como en 1992 da vida a su primera novela, El príncipe de la niebla (1993), que obtuvo el Premio Edebé de Literatura Juvenil, cuya dotación utilizó para viajar a la ciudad de Los Ángeles (Estados Unidos), donde se radicó en 1994 con su familia.

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En Estados Unidos vivió entregado a la escritura, y no solo de obras literarias, sino también de guiones cinematográficos. En esta última faceta quedó finalista de la prestigiosa beca que concede la Academia de Hollywood, la Nicol Fellowship. Como aseguró en una ocasión, para él “el guion es un cubito de caldo y la novela el guiso completo”.

Sin embargo, y tal vez por lo que conocía tan bien ese mundo, Ruiz no fue amante de llevar su novelas al séptimo arte, como se lo comentó la última vez a EL TIEMPO.

Lo que ocurre es que para mí estos libros, precisamente por su naturaleza, porque son un homenaje a la palabra escrita, no tienen ningún deseo de transformarse en algo más. Y para mí, estas historias están narradas y escritas precisamente como yo las quería construir. Creo que hay que intentar ser fiel a uno mismo y mantener la integridad de los proyectos. Está bien que los libros sean libros, y no todo tiene que ser una serie de televisión, una película o un videojuego”, comentó.

Un rompecabezas literario

De hecho, dijo que su famosísimo cuarteto del El cementerio de los libros olvidados fue un proyecto que estructuró como un rompecabezas cuidadoso, que tenía como fin reivindicar el placer por la lectura, pero sobre todo rendirle tributo a la memoria.

Fue gracias a este proyecto que el autor tocó la fama. El primero de los libros, La sombra del viento (2001), se convirtió en todo un fenómeno, traducido a más de 40 idiomas, publicado en 50 países y con más de 10 millones de ejemplares vendidos en el mundo.

Su fama lo llevó a alcanzar cifras envidiables en el mundo editorial, excepcionales en el panorama literario español y más propio de los grandes best sellers anglosajones, con primeras ediciones de un millón de ejemplares en España; o ventas de casi 250.000 ejemplares en solo un fin de semana.

“Yo comprendí que El cementerio de los libros olvidados no solo era una metáfora, digamos, de todo lo que perdemos en la literatura, sino que era algo más amplio: una metáfora sobre las ideas perdidas, sobre las personas olvidadas y sobre la destrucción de la memoria, de la identidad. Era un tema que me preocupaba y que me llevó a construir una historia que tuviera como centro de gravedad esta idea. Porque creo que somos lo que pensamos. Y cuanto menos recordamos, menos somos y menos capaces somos de entender a dónde vamos y de dónde venimos”, comentó.

Los personajes que se pasean por las cuatro novelas de la tetralogía de Ruiz Zafón se ubican a finales del siglo XIX, con la irrupción de la Revolución Industrial. Un momento, como anota el autor, en el que se supuso que la humanidad alcanzaría un gran esplendor económico y paradójicamente se sumergió en el siglo más sangriento de guerras, de destrucción.

De esta manera, el autor traslada al lector a su natal Barcelona, desde donde va llevándolo por la guerra civil española, que empieza en 1936 y termina en el año 39, justo cuando comienza la Segunda Guerra Mundial en el resto de Europa.

España está sumida en un momento terrible de represión, de venganza del lado ganador. Todo eso crea unas condiciones sociales e históricas de extraordinaria penuria, de revanchas políticas, de presos. Yo intenté situar la saga de una serie de personajes que tienen que convivir con ese momento histórico y cómo evoluciona”, explicó.

Pero para lograr este viaje, al igual que se estudian los hechos históricos, Ruiz Zafón se propuso crear una estructura narrativa a la que el lector puede entrar por cuatro puertas diferentes, es decir, por cualquiera de las novelas.

“Mi ambición no era tanto crear esa saga lineal de cuatro libros que continúan uno detrás de otro, sino crear un laberinto de historias, de personajes y tramas, que una vez estuviera completo con los cuatro libros, el lector pudiera reordenar a su voluntad. Entonces, mientras unos lectores entraron en la lógica como fueron publicados, otros lectores entraron a través de otro de los libros, que les permitía tener una experiencia diferente, una perspectiva diferente sobre los personajes y sobre la historia. Mi ambición era ofrecer una experiencia caleidoscópica”, dijo.

Como dato curioso, contaba que si bien cuando comenzó tenía una arquitectura de todo el proyecto, con los años lo fascinó la evolución orgánica que fue sufriendo. “Fue algo así como un itinerario de viaje, en el cual sabes de qué estación sales, a cuál llegarás y en cuáles vas parando. Pero también era consciente de que como esto me iba a llevar años de trabajo, lo interesante de un proyecto de este tipo, aunque uno lo tenga muy diseñado desde el principio, es saber que hay que ser muy flexible”.

Un piano y un computador silenciados

Tristemente, el silencio se apoderó de su estudio de Los Ángeles; ese pequeño jardín secreto al que muy pocos tuvieron acceso. Ya no se oye el crepitar de las teclas de su computador y del piano al que acudía como un refugio, para quizás desbloquear el desarrollo de la trama de alguna de sus novelas. “Es un privilegio –decía– poder de vez en cuando escaparme en algún momento del escritorio de la narrativa al mundo de la música”.

Ese santuario donde también tenía un pequeño estudio de grabación musical, en el que cobraban vida también sus “pequeñas miniaturas musicales”, que, junto a sus premiados libros, fueron sus hijos más amados.

Para su orgullo, como se lo comentó a este diario, Ruiz Zafón tuvo dos momentos musicales inolvidables. El primero, ver su música interpretada por la orquesta sinfónica de Barcelona.

Y el segundo, esa amistad que forjó con el genial compositor John Williams. “Uno de mis grandes ídolos, que admiro muchísimo desde niño y que tuve la suerte de conocer. Prácticamente me volví a transformar en un niño de doce años cuando tuve la posibilidad de estar con él en una grabación de su música. Lo hice en Los Ángeles, fue para la grabación de la última Star Wars. Pero, además de ser un genio, es un hombre muy amable y sencillo. Fue un placer estar sentado detrás de él cuando él estaba en el podio de la orquesta grabando. Para mí fue un sueño hecho realidad”, dijo.

El mismo sueño que él les cumplió a millones de lectores agradecidos, llevándolos a viajar por su inmenso universo literario, durante largas y amenas horas de lectura.

Con información de Efe


Tomado de diario EL TIEMPO / Agencia EFE