Con un gol agónico, Colombia venció 1-0 a Perú

Foto: Federación Colombiana de Fútbol / EL TIEMPO

El equipo de Carlos Queiroz no mostró buen fútbol, pero terminó llevándose el encuentro.

Por: Pablo Romero

EL TIEMPO

Fueron 92 minutos de tedio, de angustia, de marasmo, de juego indiferente, apático, plano como una tabla. 92 minutos de la intención sin imaginación. De fútbol de ataque sin ataque. De defensa sin defensa. 92 minutos hasta que llegó un gol que fue y casi que no es, de Alfredo Morelos, la pelota como que sí y como que no, en el límite de la raya, en la frontera del gol, entre la vida y la muerte, y fue el 1-0, una victoria que no gusta, que no entusiasma.

Sin embargo, llegó el gol para romper la inexpresión de este juego. Un gol para avivar un partido muerto. Un gol para rescatar el fútbol. Un gol para recrear la alegría, un grito rabioso, unos abrazos. Un gol para amortiguar las pesadillas. Un gol para sacar la emoción de debajo de la gramilla, como quien saca el anillo debajo de un tapete. Un gol para hablar de un héroe, Morelos. Un gol para dibujar la acción, el centro, la virtud, el cabezazo. Un gol para no extrañar tanto a James y a Falcao y a Duván. Un gol para que el sabor sea menos agrio en la garganta. El gol llegó, está escrito. Casi que no entra, pero sí.

Morelos llegó con kilos de goles. Los que hace en el Rangers de Europa. Y tenía además el peso de las ausencias de Falcao y Duván. Y en 92 minutos tuvo dos oportunidades, metió una. La primera se la sacó el arquero Gallese. La segunda, entró a cuentagotas, cabeceó, el arquero le paró el balón en la línea, dio rebote, Dávinson Sánchez se tiró para empujar la bola y en esa confusión, solo detectada en cámara lenta, Morelos punteó el balón que pasó la línea por milésimas.

Entonces Morelos celebró con furia, descargó la ira del gol contenido, el desahogo del partido malo, no de él, de toda la selección. Porque hasta ese momento, cuando ya se anunciaba otro empate y otro partido sin victoria y sin hacer gol, Colombia ganó.

El gol disimula, pero no engaña. Pueda ser que a Carlos Queiroz le haya servido este juego para ratificar que el lateral derecho es, por ahora, Medina; pueda que haya comprobado que el titular en el medio es Barrios, sin objeción; puede que haya detectado que Yairo Moreno a veces sí y a veces no, y esta vez fue no. Pueda que haya admitido que necesita a James.

Lo mejor del primer tiempo fue de Perú. Más solvente, más fresco, más peligroso. Dos veces en el primer tiempo hizo que Ospina tuviera más trabajo que el resto de su equipo. Primero, cuando Paolo Guerrero siguió el manual del buen delantero. Picó al espacio, recibió, enganchó, dejó a Arias y Sánchez, que aún deben estar buscando el balón, y antes del puntillazo final apareció Ospina y lo evitó. Y luego, otra vez Guerrero, y otra vez Ospina para desviarle un tiro libre.

Colombia pateó con Cuadrado, suave y al arco, y con Yairo, duro y afuera. En el trámite del segundo tiempo entraron Uribe, Roger, Mendoza y Alzate. Variantes que no fueron para mejorar sino para seguir probando. Y mientras tanto, en el primer cambio de velocidad de Perú, puso la pelota en el travesaño. Colombia no perdía por Ospina y el palo.

Colombia, esta Colombia, extraña una pausa, un pase filtrado, un cambio de ritmo, una genialidad. Le falta James. Cuadrado lo intenta, pero tiene tantas tareas que parece que se confunde, o se cansa.

Colombia ganó, necesitaba el gol, pero hay goles y victorias que no reparan.

Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO


Tomado del portal del diario EL TIEMPO