Felipe Martínez y su salto literario del campo a la selva

Foto: Claudia Rubio / Archivo EL TIEMPO

En ‘Frontera’, el escritor reflexiona sobre aspectos de la vida, a través de un viaje a la Amazonia.

Por: Paola Caballero Daza

EL TIEMPO

Imposible obviar las más de 5.000 hectáreas que se han consumido en la Amazonia cuando el narrador de esta novela es testigo de la devastación, no por la tala, no por el fuego, sino por el mercurio usado en la extracción de oro. La nauseabunda desolación vista a través del insuficiente haz de una linterna es una de las muchas y potentes imágenes de la selva que nos quedan tras la lectura de ‘Frontera’, la nueva novela del bogotano Felipe Martínez.

Lo que fue, en un primer borrador, una novela policiaca que probablemente giraba alrededor de la minería ilegal y el narcotráfico se convirtió en una historia sobre la soledad, las relaciones y la huida. “Nunca hay manera exitosa de huir”, dice el profesor Luis Infante, anfitrión de Santiago, el protagonista.

El argumento es sencillo: un hombre se va a buscar un lugar en que la existencia del otro sea imposible (el otro, evidente desde el principio, es la mujer). Santiago Zapata, funcionario público, viaja a la selva con el objetivo de olvidar a Ángela y, de paso, a Lucía. Llega a una población donde lo recibe el profesor Infante y allí conoce a la periodista Magdalena Blanco.

En un bar flotante, mientras el éxito musical ‘Despacito’ suena una y otra vez, el profesor cuenta cómo llegó desde Bogotá y cómo, cuarenta años después, sigue tratando de conservar los saberes ancestrales, más que enseñar.

Al inicio de su periplo, en un gélido avión de carga, el profesor se sienta frente a un hombre blanco que lee ‘Papillon’, la historia de las fugas fallidas.

La selva está plagada o bien de colonos como ese hombre blanco, el profesor, la periodista, la bióloga, o bien de turistas: los gringos torpes, las francesas burguesas, la pareja de alemanes. La novela es fiel a su premisa; no pretende ser un documento etnográfico, es tan solo un atisbo tímido de un turista más.

A diferencia de ‘El cielo protector’, novela de Paul Bowles, que lee Santiago, soñando con un viaje similar al que realizan los Moresby y sumido en la peregrina ilusión de perderse en lo profundo y desconocido del desierto exterior e interior, su breve aventura lo enfrenta a las exuberancias de una selva impenetrable y a su interior vacío.

Y es que Santiago no está huyendo, Santiago está perdido; le es imposible enfrentar el fracaso y menos frente al otro (la mujer), un narcicismo vulnerable lo hunde y está arropado por las mujeres a las que ha silenciado ansiosa y deliberadamente, a quienes juzga sin clemencia, pero a merced de ellas, casi inanimado: expulsado de sí mismo por una y rescatado por otra.

Cargado de un fino y certero humor, basado en leves exageraciones e ironías, Zapata, leído como la caracterización de un ‘millennial’, tiene una gran voz narrativa aunque es la selva, sin duda, la protagonista: la biomasa de la novela.

La fuerza de la tierra es una indagación que Felipe Martínez Cuéllar había empezado con ‘La cosecha’ (Taller de Edición Roca, 2015), su primera novela, donde el nivel de entropía era menor debido, quizá, al clima templado de la finca en donde se desarrolla esa historia de crecimiento y duelo.

En ‘Frontera’, como en el suelo selvático, la materia orgánica está meticulosamente expuesta. Las metáforas que giran alrededor de la idea del tiempo, que ralentizan el ritmo y crean ese particular tono, logran registrar lo que no captará el papel fotográfico: las tribulaciones de los seres humanos (aunque seamos desarraigados los que causemos el más devastador de los espantos) se anulan frente a la mayestática selva amazónica.

Paola Caballero Daza*
Especial para EL TIEMPO


Tomado del diario EL TIEMPO